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El Gulliver vuelve a presentar desperfectos tras su remodelación

Quejas de visitantes por goteras y deterioro en el parque reformado en febrero

Perspectiva general del Gulliver
Perspectiva general del GulliverJORDI VICENT

Goteras, escaleras rotas y, en definitiva, “un deterioro absoluto”. Eso es lo que, según algunos visitantes, presenta el parque Gulliver de Valencia. Este espacio, construido en 1990 por el arquitecto Rafael Rivera y el artista fallero Manolo Martín, simboliza al personaje creado hace tres siglos por el escritor Jonathan Swift. Con una longitud de más de 70 metros, la figura del conocido viajero sirve zona de juegos y entretenimiento para niños, que disfrutan de forma gratuita de sus toboganes y las cuerdas que lo rodean.

Hace un mes, después de Fallas, el consistorio lo reabrió tras varias semanas de mantenimiento. Según el concejal de Patrimonio, Alfonso Novo, la inversión de más de 95.000 euros en su cuidado suponía “la intervención más importante en el Gulliver desde su inauguración”. A estas alturas, las instalaciones muestran aún síntomas de descuido: "Aquí no ha habido quejas por incidentes", recuerda el vigilante de seguridad que lo cuida, "pero la exposición lleva cerrada desde que lo abrieron", apunta.

Desperfecto en la escalera del Gulliver
Desperfecto en la escalera del Gulliver

Sin embargo, fuentes que aseguran haber visitado la sala de exposiciones emplazada dentro del cuerpo señalan que “hay paneles rotos, humedades y un abandono palpable”.

Las obras del mes de febrero iban dedicadas, según anunciaron los responsables, a remozar el tratamiento deslizante de los toboganes, la reparación de cuerdas y redes de protección o a recubrir el patio de gravilla. Lo que Novo subrayó fue, además, la necesidad de trabajos de limpieza y pintura de la instalación.

“Antes sí que se veían algunos agujeros en la valla y algún que otro desperfecto”, indica una madre que lleva habitualmente a sus dos hijos al terminar la escuela, “pero eso ahora está más arreglado”. La escultura, hecha con materiales blandos y acabados poco esquinados para impedir accidentes, soporta cientos de visitantes a lo largo del día y miles durante los fines de semana.

Muchos domingos se tiene que establecer un orden para que el aforo no abarrote el recinto

Muchos domingos, según explica su encargado, se tiene que establecer un orden de entrada para que el aforo no abarrote el recinto. “Hay días que se espera hasta una hora. Desde que pusieron las mesas de fuera es mejor porque la gente aprovecha para hacer picnic”, comenta mientras confiesa que el parque de alrededor no tenía este mobiliario hasta que un usuario escribió una reclamación.

Ahora mismo, la estructura exhibe un aspecto cuidado. Salvo por algunas redes deshilachadas y escaleras con destrozos, los toboganes responden satisfactoriamente a su bajada antideslizante, que conserva la superficie desteñida por el uso. "Con el uso, la pintura de resina se desgasta”, explica con seguridad Críspulo, un chico de 20 años que alquila bicis a unos metros del parque, “además, es normal debido a la cantidad de gente que pasa por aquí”. “Aunque, eso sí, muchos días entre semana no vienen ni Los Picapiedra”, advierte con seriedad.

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