Una cazadora de eclipses en el Reina Sofía
El arte de la madrileña Paloma Polo ilumina zonas oscuras de la historia de la ciencia
En realidad, Paloma Polo (Madrid, 1983) es artista porque no soporta el rigor expresivo de la ciencia. Si no, sería investigadora. Desde esta semana es también una de las creadoras más jóvenes que expone en el museo Reina Sofía con su obra Posición aparente, enmarcada en el programa Fisuras que la pinacoteca madrileña dedica a las obras de arte más híbridas.
Hay quienes persiguen tornados. Ella, desde hace años, persigue eclipses y todo lo que rodea a esos fenómenos astrológicos que hacen desaparecer el Sol o la Luna. “Es un acontecimiento previsible, con una gran potencia metafórica: los científicos viajaban miles de kilómetros buscando esa zona llamada de path of totality [que es el nombre de una de las piezas de su obra], el espacio de mayor oscuridad y, por tanto, el de mejor observación”, cuenta Polo, que se encuentra estos días en Madrid, porque desde hace tiempo vive en Ámsterdam.
Ha estudiado a fondo las expediciones de principios del siglo XX orientadas a la observación de esos sucesos y ha reunido un archivo, único en el mundo, de más de 3.000 imágenes de artilugios y aparatos pensados para acercar las estrellas, para ver la luz desde la máxima oscuridad.
Los científicos viajaban miles de kilómetros buscando esa zona llamada de path of totality
“Es evidente mi interés por las relaciones entre la tecnología, la ciencia y su influencia en el contexto político-social: los observadores de eclipses podían viajar durante meses, llegar a territorios desconocidos colonizados por países amigos y trabajar con pueblos ignotos e inventar artilugios increíbles porque no podían llevarse todo el observatorio a cuestas”, explica.
Guiada por esa búsqueda, se centró en la expedición a la isla de Príncipe (colonia portuguesa del golfo de Guinea) liderada en 1919 por el astrofísico británico sir Arthur Eddington. Un viaje que tenía como objetivo nada menos que confirmar o rebatir la teoría de la relatividad de Einstein —o que la luz alteraba su recorrido al entrar en contacto con un potente campo de gravedad (como el Sol), un aspecto de la teoría solo demostrable durante un eclipse solar— .
Los resultados, aunque escasos porque aquel día el cielo estaba nublado, generaron una importante controversia, pero sirvieron para que ese intrépido hombre pasara a la historia como el tipo que transmitió el descubrimiento de Einstein al mundo anglosajón.
Es evidente mi interés por las relaciones entre la tecnología, la ciencia y su influencia en el contexto político-social
La obra de Polo consiste en una recreación física de ese viaje, hasta sus últimas consecuencias, hasta generar unas fotografías del lugar exacto en el que se produjo la observación que no existían, puesto que apenas hay documentos gráficos sobre esa expedición, casi eclipsada por la polémica.
Y así fue cómo, frente al relativismo imperante, el espacio, el lugar concreto, el sitio preciso, exacto, se convirtió en una especie de obsesión: ¿Dónde fue? ¿Cómo era el lugar donde se asentó la expedición? ¿Qué instrumentos utilizaron?
Polo viajó a la isla de Príncipe dispuesta a encontrar al dueño de la plantación en la que Eddington y los suyos realizaron sus observaciones. Y lo hizo. Y descubrió cómo era la casa en la que vivieron, y unas imágenes reales (que hoy forman parte de su obra) del lugar exacto en el que colocaron el telescopio, y la posición y la orientación en la que lo pusieron, y los utensilios de los que se valieron... Y con toda esa información detallada y contrastada con expertos durante años, reconstruyó en 3D aquel escenario de principios del siglo XX, en forma de 14 fotografías sobre cristal. Creó lo que había sido eclipsado, una veracidad aparente. Su foco obsesivo actuó como la luz sometida a un potente campo de gravedad y distorsionó el objeto observado convirtiéndolo en obra de arte.
Apenas hay documentos gráficos sobre esa expedición, casi eclipsada por la polémica
Pero su hazaña artística no se detuvo ahí. Al encontrar el lugar exacto de la observación, Polo también evidenció un error histórico: el monumento que conmemora el trabajo de Eddington no está en el sitio donde se produjo la observación.
En ese momento comienza su propia expedición, que concluye con el traslado de una estela de dos toneladas y media de un sitio a otro de la isla, valiéndose de la fuerza bruta de los lugareños, de unas cadenas, una grúa precaria y un tractor semiestropeado. Una acción rodada en 16 milímetros que evoca las difíciles empresas que acometían los científicos antiguos. La película, de 17 minutos, es otra de las piezas de la obra, que lleva el nombre de Acción a distancia. Un visionado casi hipnótico en el que el espectador pierde la noción del espacio y el tiempo y, al final, paradójicamente, lo de menos parece ser el lugar en el que se ubica el monumento. Y todo vuelve a resultar relativo, de nuevo.
Por último, y con la clara conciencia de que este tipo de piezas artísticas requieren una explicación previa, Polo ha confeccionado una tercera pata de esta obra con forma de librito en el que el profesor Richard Ellis (catedrático de Astronomía en el Instituto Tecnológico de Pasadena, California), la antropóloga Gisa Weszkalnys (Universidad de Exeter, Reino Unido) y la comisaria de arte colombiana Catalina Lozano, escriben sobre la forma en la que se hace la historia y sobre Eddington generando un contexto de sentido. ¿El título? El mismo que el telegrama que envió Eddington tras la observación del eclipse: Through cloud. Hopeful (A través de la nube. Esperanzado).
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