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música
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Wim Mertens, el estajanovista de la música sin caducidad

Después de más de 70 álbumes, el compositor belga aborda una de sus obras más ambiciosas con ‘Ranges of Robustness’, reflexión sin palabras sobre el mundo convulso de hoy, que presentará mañana en Madrid

Wim Mertens, en un concierto en el auditorio Espinho de Portugal.
Wim Mertens, en un concierto en el auditorio Espinho de Portugal.

A Wim Mertens le entra la risa, espontánea y traviesa, cuando se le pregunta si conoce con exactitud el número de álbumes que ha publicado hasta la fecha. “Mis colaboradores cercanos hablan de entre 70 y 75, así que supongo que estarán en lo cierto”, bromea. El suyo es un caso de fecundidad artística sin parangón en la música contemporánea del último medio siglo, un ejemplo de talento estajanovista que no deja de sumar acólitos desde aquellos trabajos seminales (Struggle for Pleasu­re, Maximizing The Audience…) con los que se erigió en referente de la música minimalista durante los años ochenta. Lo llamativo del caso es que esa abrumadora producción fonográfica, que nos permitiría escuchar sus composiciones a lo largo de tres días consecutivos (sin descanso para dormir), puede que sea mucho más apabullante aún, como descubriremos después. Y que el alumbramiento de un nuevo álbum —en su caso, un evento casi rutinario— le sigue provocando un entusiasmo incontenible y más propio de un autor primerizo.

Mertens, natural del pueblito belga de Neerpelt y con 71 años recién cumplidos, se muestra jovial y locuaz al otro lado del teléfono mientras desempaqueta los primeros ejemplares físicos de Ranges of Robustness, el disco número 75 (o algo así) de su currículo, que presentará mañana en concierto en el Teatro Albéniz de Madrid. Nada que ver con el halo distante y solemne que envuelve a otros compositores del gremio, desde el sesudo Philip Glass hasta el displicente Michael Nyman, que aprovechaba las entrevistas para garabatear semicorcheas en su partitura como quien completa un sudoku. Mertens le pide al periodista que repita el título de su disco en castellano (“Rangos de robustez”) hasta concluir que le suena “precioso”. Anima a “reír como parte de la vida”, avisa de que el tema de apertura del nuevo elepé, el endiablado ‘Betont’, “es una especie de chiste belga disonante”, y se enorgullece del parecido de su nombre de pila con el término inglés whimsical (caprichoso o extravagante, según el contexto), una especie de guiño del destino. “Supongo que soy una persona tan poco predecible como mi música, que siempre ha girado en torno a las ideas del divertimento y el caos”, resume.

¿De dónde demonios proviene la inspiración? Por desgracia, ni siquiera Mertens dispone de respuesta para la pregunta que atormenta a los creadores de cualquier disciplina desde hace siglos. “Solo sé que en mi caso no funciona ningún método sistemático”, avisa. “Muchos de los compositores que me tienen por referente se sientan todos los días en el escritorio a las ocho de la mañana y empiezan a trabajar. Yo no soy de esos. Las ideas me surgen como chispazos incontrolados, como parte de un proceso intrigante que no depende de lugares o circunstancias. Eso me obliga a estar siempre alerta… y a tener un papel a mano o ponerme a silbar en el iPhone”.

“Mis ideas son tan sencillas que a veces no se entienden. Me preocupa, más que la música, su capacidad de plasmar situaciones”

Los fogonazos que acabaron dando forma a su nueva obra eran, como de costumbre, “pequeñas ideas de tres o cuatro compases”, pero cuando los analizó en su conjunto descubrió que encerraban un juego de contrastes: algunas transmitían un sosiego casi bucólico; otras parecían virulentas sacudidas. Mertens acabó hilvanando con ellas un discurso sin palabras, pero casi sociopolítico, sobre este mundo convulso y paradójico que nos seduce y aturde al tiempo. De ahí también que haya recurrido a una formación cuasisinfónica de 21 músicos, la más abultada en toda su obra. “Entre los instrumentos figuran algunas guitarras eléctricas bastante crudas”, alerta el músico, “e incluso distorsionadas, en el caso de ‘Polytics’, por primera vez en mis discos”. ¿Una señal de desasosiego? “Digamos que no atravesamos por un periodo sencillo en el que la gente pueda sentirse tranquila. Pero la incertidumbre es, desde el punto de vista del compositor, un ingrediente muy interesante”.

El compromiso del creador con la simbología —a falta de palabras, nada tan poderoso como las connotaciones— se extiende a la portada misma del álbum, un árbol de tronco fino y arqueado que resiste en soledad sobre un suelo arenoso. El propio Mertens lo descubrió “a apenas 50 metros del mar” en pleno Canal de la Mancha, y desde hace una década acude sin falta a fotografiarlo a lo largo de las cuatro estaciones. “El arbolito ha desarrollado metros y metros de nuevas raíces entre las dunas para sobrevivir. Es uno de los fenómenos más asombrosos que he conocido en toda mi vida”, se emociona. Y remacha: “Las raíces representan mi esperanza en el ser humano, justo cuando más hemos de luchar para no perder del todo la estabilidad mental y física”.

Entre los episodios más conmovedores de personas batalladoras, Mertens cita a la poeta rusa Marina Tsvietáieva, mujer de vida novelesca y obra emocionantísima que, represaliada por el estalinismo y tras perder a un hijo por inanición, acabaría quitándose la vida en 1941, a los 49 años. Sobre ella versa una suite de tres movimientos y casi ocho minutos, ‘Marina’s Music’, que ha madurado durante “15 o 20 años” tras leer “docenas” de libros en torno a la escritora, y que considera “una de las piezas más, más importantes” de toda su producción. ¿Diría de ‘Marina’s Music’ que es una obra compleja? “En absoluto. Es profunda, pero al tiempo accesible”, responde. “Mis ideas son pocas y sencillas, tan sencillas que a veces la gente no las comprende. Mi principal preocupación no es la música en sí misma, entendida como un canon sonoro, sino su capacidad para plasmar situaciones que me atañen a mí o a lo que conozco a mi alrededor”.

Quizá ahí radique el secreto de su naturaleza prolífica. Un hombre capaz de acudir a fotografiar durante años un árbol humildísimo es un curioso insaciable que acabará traduciendo todos esos pálpitos en nuevas partituras. Por eso nos surge la duda de si confía en disponer de tiempo e inspiración para alcanzar su obra número 100. Y ahí, el septuagenario Mertens saca de nuevo a relucir su risa simpática: “Confío en no disgustarle, pero dispongo de música ya grabada, aún sin publicar, con la que superar con creces ese listón de los 100. Esta es una primicia mundial, pero tendrán que aprender a convivir conmigo durante una buena temporada más”.

Portada del disco "Ranges of Robustness" de Wim Mertens.

Wim Mertens 

Ranges of Robustness 
Usura / Warner

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