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El perdón según Ali Smith, ¿o era Hannah Arendt?

La novela ‘Verano’, de próxima publicación en Nórdica Libros, cierra el cuarteto estacional que la escritora escocesa Ali Smith ha dedicado a los problemas más acuciantes de nuestros tiempos. ‘Babelia’ adelanta en exclusiva sus primeras páginas.

La novelista Ali Smith. © Uly Martín.
La novelista Ali Smith. © Uly Martín.

Todo el mundo dijo: ¿y?

Como en ¿y qué? Como en encogerse de hombros, o ¿y qué esperas que haga al respecto?, o me importa una mierda, o lo apruebo, me parece bien.

Vale, no lo dijo todo el mundo. Hablo coloquialmente, en plan frase hecha, como en todo el mundo hace esto o aquello. Lo que quiero decir es que entonces, en aquella época en concreto, ese tono despectivo fue un claro indicador, una especie de tintura de tornasol. En aquel entonces se puso de moda actuar como si nada importara. También se puso de moda insistir en que aquellos a quienes les importaba, o que decían que les importaba, eran unos pringados, o que solo pretendían quedar bien.

Es como si hubiese pasado hace una eternidad.

Pero no; solo hace unos meses que empezaron a arrestar o a amenazar con la deportación a personas que habían vivido toda su vida o gran parte de su vida en este país: ¿y?

Que un Gobierno cerró su propio Parlamento porque no podía conseguir el resultado que quería: ¿y?

Que muchas personas votaron a políticos que les mentían descaradamente: ¿y?

Que un continente ardía y otro se derretía: ¿y?

Que los poderosos de todo el mundo empezaron a excluir a personas por su religión, su etnia, su sexualidad o su oposición intelectual o política: ¿y?

Pero no. Es verdad. No todo el mundo lo dijo.

Ni por asomo.

Millones de personas no lo dijeron.

Millones y millones, en todo el país y en todo el mundo, vieron las mentiras, vieron cómo se maltrataba a las personas y al planeta, y lo expresaron en manifestaciones, en protestas, escribiendo, votando, hablando, mediante el activismo, en la radio, en la televisión, en las redes sociales, tuit tras tuit, página tras página.

Y las personas que conocían el poder de ese ¿y? respondieron en la radio, en la televisión, en las redes sociales, tuit tras tuit, página tras página: ¿y?

A lo que voy es que podría pasarme la vida entera enumerando, y hablando, y demostrando con citas y gráficos y ejemplos y estadísticas lo que la historia prueba claramente que ocurre si nos mostramos indiferentes y cuáles son las consecuencias del fomento político de la indiferencia, algo que quienquiera que desee refutarlo rechazará al momento con un contundente e incisivo

¿y?

Y.

En cambio he aquí algo que vi una vez.

Es una imagen de una película filmada en el Reino Unido hará unos setenta años, poco después del fin de la Segunda Guerra Mundial.

La rodó en Londres una joven artista que había llegado a la ciudad desde Italia cuando Londres era uno de tantos sitios que en aquella época, hace una eternidad, estaban en proceso de reconstrucción, después de que decenas de millones de personas de todas las edades de todo el mundo hubiesen muerto antes de lo debido.

Es la imagen de un hombre que lleva dos maletas. Es un hombre delgado, joven, uno de esos hombres distraídos e inseguros, elegante con su sombrero y su americana, de pies ligeros pero también abrumado; es evidente que algo le pesaría aunque no llevase dos maletas. Serio, flaco, ensimismado, concentrado, aparece recortado en el cielo porque hace equilibrios en una estrecha cornisa de ladrillo en lo alto de un edificio, avanza bailando una danza alegre y frenética con los destrozados edificios londinenses al fondo; no: en realidad esos tejados están debajo de él.

¿Cómo puede ir tan rápido sin caerse por el borde del edificio?

¿Cómo puede bailar de una forma tan desenfrenada y también grácil, tan apremiante y despreocupada a un tiempo?

¿Cómo puede columpiar esas maletas en el aire y seguir manteniendo el equilibrio? ¿Cómo puede moverse tan deprisa al borde del vacío?

¿Por qué lo arriesga todo?

No tendría sentido mostraros un fotograma o una fotografía. Se trata de una imagen en movimiento.

Durante varios segundos interpreta una danza alocada y alegre en la cuerda floja, en lo alto de la ciudad, avanzando apresuradamente por la sinuosa senda de una cornisa que tiene la anchura de un único ladrillo.

Y:

Si he de ser yo la heroína de mi propia vida, dice la madre de Sacha.

Y luego dice: Sacha, ¿de dónde es esta frase? ¿De qué libro?

Sacha desayuna en la sala mientras lee en su móvil. El televisor está encendido a un volumen mucho más alto del debido y su madre grita para hacerse oír.

No lo sé, dice Sacha. Lo dice con un tono de voz normal, por lo que es muy probable que su madre no la haya oído. Tampoco es que eso cambie nada.

Heroína de mi propia vida, su madre recorre la sala de punta a punta, repitiéndolo una y otra vez. Heroína de mi propia vida y luego algo sobre un reemplazo. ¿De dónde es?

Como si importara.

Sacha niega con la cabeza sin negar lo suficiente para que se note.

Su madre no tiene ni idea.

Y un buen ejemplo es lo que ocurrió anoche con la cita que Sacha encontró en Internet para el trabajo sobre el perdón que Merchiston les había puesto para la clase de hoy. Para señalar que había pasado una semana desde el Brexit, les dijo que escribieran una redacción sobre el tema del «Perdón». Sacha desconfía profundamente del perdón. El acto de decir te perdono es como decir eres menos que yo y te gano en superioridad moral.

Pero es el tipo de sinceridad que hace que Merchiston, a quien toda la clase sabe exactamente cómo responder para conseguir la nota deseada, te ponga un notable en lugar de un sobresaliente.

Por lo que anoche, porque tenía que entregar el trabajo hoy, Sacha consultó algunas citas en Internet.

Como dijo devotamente una escritora del siglo pasado, el perdón es la única forma de revertir el irreversible flujo de la historia.

Su madre había entrado en su cuarto sin llamar y leyó la pantalla por encima del hombro de Sacha.

Es buena esa cita, me gusta, dijo su madre.

A mí también, dijo Sacha.

¿Es devotamente la palabra correcta?, dijo su madre. Suena más filosófico que devoto. ¿Es un autor devoto? ¿Quién lo escribió?

Sí, es un escritor devoto, dijo Sacha aunque no tenía ni idea, no sabía de quién era la frase y había escrito la palabra devotamente porque le gustaba cómo sonaba. Pero ahora, con su madre ahí pegada agobiándola a preguntas, entró en Startpage y escribió las palabras irreversible, flujo, historia. Apareció la cita.

Suena a nombre europeo, dijo Sacha.

Ah. Es Arendt, Hannah Arendt, dijo su madre. Me gustaría leer lo que Arendt dice sobre el perdón, me gustaría muchísimo.

Irónico, pensó Sacha, dado que no parecía que su padre y su madre fuesen a perdonarse en un futuro cercano.

Aunque no sé si la definiría como devota, dijo su madre. ¿No da la fuente original? Mira. Pues no. Es terrible.

La fuente es Brainyquote, dijo Sacha. Es donde he encontrado la cita.

No puedes poner Brainyquote como fuente bibliográfica, dijo su madre.

Sí que puedo, dijo Sacha.

Necesitas buscar una referencia, dijo su madre. Si no, no sabrás de dónde viene lo que dijo Hannah Arendt.

Sacha volvió la pantalla hacia su madre. Brainyquote. Quotepark. Quotehd. Azquotes. Facebook. Goodreads. Picturequotes. Quotefancy. Askideas. Birthdaywishes.expert, dijo. Estos son todos los sitios que salen cuando escribes partes de la cita. Son las fuentes principales. Hay montones de páginas web que citan lo que dijo Arendt.

No, esas páginas web solo dicen que la están citando, eso no basta, dijo su madre. El contexto. Importa.

Ya, pero a mí no me hace falta.

Pues sí que te hace falta, dijo su madre. Comprueba si alguno de esos sitios menciona la fuente primaria de la frase.

Internet es una fuente primaria, dijo Sacha.

Su madre se fue.

Todo se mantuvo en silencio durante diez minutos.

Sacha volvió a respirar con normalidad.

Entonces su madre, que claramente había estado consultando Brainyquote Quotepark y demás en el portátil de la cocina, gritó escalera arriba, como si Brainyquote Quotepark y demás le hubieran estado insultando personalmente:

Ninguno de esos sitios web, ni uno solo, menciona la fuente primaria, Sach. No puedo encontrar en qué libro escribió Arendt esa frase. No deberías usar la cita. No puedes.

Bien, gracias, gritó a su vez Sacha desde el dormitorio.

Luego siguió con lo que estaba haciendo, como si su madre no hubiese dicho nada.

Puede que ni siquiera lo dijese Arendt, gritó su madre, que ahora había subido hasta la mitad de la escalera.

Gritaba como si nadie pudiese oírla.

No es fidedigno, gritó su madre.

¿Y quién necesita que los deberes escolares sean fidedignos?, dijo Sacha.

Yo, dijo su madre. Y tú. Y todos los seres humanos que usan referencias.

Preocuparse por cosas así es lo que hacía la generación de su madre para no tener que preocuparse por los hechos reales que pasaban en el mundo. Sin embargo, por si su madre tenía algo de razón…

¿Y si escribo al final del trabajo que Internet dice que la cita es de Hannah… hum?, dijo Sacha.

Portada de 'Verano', de Ali Smith

Verano

Ali Smith
Traducción de Magdalena Palmer.
Nórdica, 2021.
19,50 euros.

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