Fiestón teatral
Nao Albet y Marcel Borràs rompen la barrera que separa la realidad de la ficción en su nueva versión de ‘Atraco, paliza y muerte en Agbanäspach’
Hay espectáculos que conmueven. Otros impactan o se olvidan, divierten o aburren. De este se sale con sensación de ebriedad. Una de esas borracheras felices que no quieres que terminen. Atraco, paliza y muerte en Agbanäspach es eso: un fiestón que deja con ganas de más. Risas, desenfreno, confidencias, cachondeo y hasta invitados inesperados. Pasa de todo, aunque en realidad no importa tanto lo que ocurre, sino cómo transcurre: con esa desinhibición propia de las buenas fiestas, sin imposturas.
Nao Albet y Marcel Borràs presentaron un esbozo de esta obra en 2013 en el Teatre Nacional de Catalunya. El crítico Marcos Ordóñez escribió: “Mucho talento, pero demasiadas ráfagas de autocomplacencia. Tuve la sensación de que daban por bueno casi todo lo que se les ocurría, con escaso filtro”. Han pasado ocho años y, según dicen los propios Albet y Borràs, esta nueva versión es mucho más madura. No hay duda de que lo es, teniendo en cuenta además que entremedias engendraron su formidable Mammón. Si alguna vez el talento se desbocó, ahora parece plenamente dominado.
Igual que en Mammón, Albet y Borràs se interpretan a sí mismos. Dos dramaturgos reciben el encargo de montar una obra con la condición de que la trama contenga un atraco a un banco. A lo largo de la función asistimos a varias versiones del atraco en cuestión entremezcladas con discusiones de los dramaturgos, lo que les da pie a poner en cuestión todas las convenciones teatrales, desde las más tradicionales hasta las vanguardistas, especialmente cuando aparece una artista rusa de performance que les invita a perpetrar de verdad el robo. A partir de ahí estalla la barrera que separa la realidad de la ficción y todo se mezcla. El summum llega cuando al final aparece en escena un intérprete inesperado (no aparece en los créditos del espectáculo) cuyo nombre no desvelaremos para no romper la sorpresa: baste decir que da una vuelta de tuerca más al argumento solo por ser quien es.
El espectáculo es una virguería. Mucho juego escénico y continuos apartes que los actores ejecutan sin asomo de artificio. Pura comedia del arte. Mención especial merece Irene Escolar hablando ruso e inglés con acento ruso. Puede que el tema que abordaba Mammón tuviera más alcance. Aquel era la codicia, pecado universal, mientras que este es más autorreferencial. Pero ambas obras son fruto de una imaginación (o la suma de dos) desbordante y poco usual en el teatro español. Disfruten de la fiesta.
Atraco, paliza y muerte en Agbanäspach. Texto y dirección: Nao Albet y Marcel Borràs. Teatro María Guerrero. Madrid. Hasta el 21 de marzo.
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