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ARQUITECTURA

Vivir juntos separados

Con la vista puesta en futuras formas de convivencia, Iñaki Ábalos repasa la historia de las grandes construcciones colectivas que posibilitan la vida individual: de los primeros cenobios cristianos a la Torre Trump

Torre Trump en Las Vegas.
Torre Trump en Las Vegas.Getty Images
Luis Feduchi

Hace cuatro años, Iñaki Abalos concluía su mandato como director del Departamento de Arquitectura en la escuela de arquitectura de la Universidad de Harvard, la Graduate School of Design (GSD). Lo hacía con una conferencia “espléndida”, en palabras de Jorge Silvetti, uno de sus varios antecesores presentes en el acto –la famosa Walter Gropius Lecture, impartida tradicionalmente por los directores de departamento salientes en honor a quien lo fue de 1937 a 1952. En ella, trazaba un largo recorrido desde los primeros monasterios cristianos hasta los complejos inmobiliarios contemporáneos a los que Ábalos denomina monstruos, monsters —término ya incorporado a la jerga arquitectónica de la GSD gracias en gran medida al recurrente uso que Ábalos hizo de él en varios cursos y talleres durante su mandato.

Ábalos introdujo el tema con sentido del humor:

“Cuando en los últimos años, amigos y colegas me han preguntado por mi vida en Cambridge, siempre he dado la misma respuesta: Vivo como un monje. Enclaustrado. Mi tiempo discretizado cronométricamente entre la enseñanza, el aprendizaje, (…) la práctica, la escritura, las reuniones y, sobre todo, mucho correo electrónico. Una experiencia que todos tenemos aquí, profesores y alumnos. En resumidas cuentas, una vida que me ha hecho interesarme por los monjes del medioevo, sus motivaciones y sus rutinas, en términos arquitectónicos.”

Y así, tomando su percepción de la vida en un campus universitario contemporáneo como origen, Ábalos trazó una genealogía de tipos edificatorios que se puede resumir en monasterios, fortalezas, palacios, falansterios, campus universitarios, complejos de vivienda social y comunas soviéticas hasta llegar a los “monstruos”, complejos de usos mixtos y máximos exponentes del capitalismo rampante. Bajo el título “Arquitectura para los que buscan el conocimiento”, nombre del aforismo 280 de Nietzsche en La Gaya Ciencia (1882), Ábalos proponía un recorrido a través de más de sesenta edificios. Una travesía que subrayaba esa búsqueda y su reflejo en dibujos y proyectos de arquitectura, mediante un detallado estudio histórico de obras destinadas a la vida en común que han perdurado en el tiempo, todas ellas presentadas como contra-modelo de la precedente. O dicho en los términos en que Ábalos decodifica el aforismo de Nietzsche: si el monasterio es una arquitectura modélica para los que buscan el conocimiento, solo puede serlo como contra-modelo.

Así, tras un intenso y minucioso repaso al monasterio medieval como tipo edificatorio y a algunas de sus diferentes versiones y órdenes (cisterciense, cluniacense o cartujo), Ábalos abre su investigación a las dos primeras grandes transformaciones de esta tipología: los falansterios propugnados por Fourier en 1808 en Francia, y el campus universitario americano, ilustrado por el de la Universidad de Virginia en Charlottesville, trazado en 1814 por el arquitecto, padre fundador de los EEUU y presidente Thomas Jefferson.

El Cenobio de Valerón, en Santa María de Guía (Gran Canaria). 
El Cenobio de Valerón, en Santa María de Guía (Gran Canaria). tamara kulikova (getty)

Del monasterio al monstruo

A partir de ese momento, Ábalos se sumerge en su elemento: los primeros edificios híbridos de finales del XIX y principios del XX, que ya estudió junto a Juan Herreros en un temprano cuaderno editado por la revista Arquitectura, así como las torres de usos mixtos y los hoteles residenciales de su Técnica y Arquitectura (Tower and Office en su versión inglesa) y que tienen su máximo exponente en el hotel Waldorf Astoria, al que Ábalos, en la estela de Koolhaas, define como “la versión capitalista de una comuna.”

Establecida así la ramificación americana, desde la monolítica base monástica, vía el campus jeffersoniano, hasta el rascacielos neoyorquino, nada menos, Ábalos traza una segunda línea en Europa derivada del falansterio de Fourier: las macro propuestas de vivienda social, como la Karl Marx Hof de Viena, o las comunas soviéticas de finales de los años veinte, donde la consideración de vida individual en régimen colectivo persiste y queda fuertemente remarcada.

Los monstruos no aparecen hasta casi el final de la conferencia, en un desfile de imágenes de trabajos realizados por muchos de sus alumnos presumiblemente allí presentes. El salto de los años veinte del siglo pasado a la actualidad, con la escasa mención de tres o cuatro ejemplos contemporáneos firmados por Hans Kollhoff, OMA o Herzog & De Meuron, queda justificado por una serie de razones todas ellas de peso: la premura del tiempo, la complicidad con los presentes, todos aparentemente instruidos en el último eslabón de la cadena, o su apertura a debate durante el turno de preguntas, como de hecho ocurrió nada más concluir.

No obstante, es importante resaltar un detalle curioso y revelador del peso de estos monstruos en nuestra sociedad, y que no se le escapó a Ábalos durante el debate propiciado: el hecho de que en el extremo opuesto de la genealogía contemporánea inaugurada por Jefferson tengamos a otro presidente, Donald Trump (elegido apenas días antes de que tuviese lugar la conferencia), que llegó a ese puesto gracias a una fama televisiva basada en sus orígenes como constructor de monstruos.

Palacios comunales atemporales

Exactamente cuatro años más tarde, Iñaki Ábalos publica un nuevo libro, Palacios comunales atemporales. Genealogía y anatomía, una publicación en la que se recogen la práctica totalidad de los ejemplos presentados en su Gropius Lecture. A ellos se unen otros veinte ejemplos que cubren el hueco antes mencionado, todos acompañados por información gráfica y fragmentos de textos, “siguiendo la metodología basada en el curso impartido en 1976-1977 por Roland Barthes en el Collège de France, que llevaba por título Cómo vivir juntos: simulaciones novelescas de algunos espacios cotidianos.”

Falansterio modelo de Charles Fourier.
Falansterio modelo de Charles Fourier.

En total, se trata de sesenta y cuatro figuras (o rasgos, como diría Barthes), desde el Monasterio de San Macario, fundado en el desierto de Escete (Egipto) hacia 360, hasta el estudio del artista disidente chino Ai Weiwei en Shanghái demolido por el gobierno de la ciudad en 2011, descritas o interpretadas por otros tantos textos de autores como el propio Barthes, Agamben, Levi-Strauss, Duby, Kubler, Koolhaas o El Lissitzky. Iniciativas y proyectos recogidos por Ábalos a lo largo de dos cursos impartidos antes y después de la Gropius Lecture, con la idea de crear una cultura que nos permita superar los modelos de vida burgueses, y no un método que prefigure un resultado. Una cultura (paideia) del vivir juntos abierta y compleja para acometer el proyecto barthesiano en el que la vida del individuo, sumergido en una vida colectiva carente de normas rígidas, pueda llevar un ritmo propio (idiorritmia).

Detrás de esta preferencia, de esta elección de cultura frente a método, están Barthes y Deleuze, pero sobre todo Nietzsche, inspirador también de la idea de contra-modelo antes mencionada y capital a lo largo de la genealogía para ir superando modelos anteriores.

A pesar de la estrecha correlación que existe entre conferencia y libro, quien hubiere asistido o visto la conferencia (solo en youtube, 10k views) no encontrará en el libro rastro de la voz que daba sentido a las imágenes allí. El libro vendría a ser pues, una edición anotada (y aumentada) del video silenciado de la conferencia. El lector de Palacios comunales atemporales, a diferencia del asistente a la Gropius Lecture, habrá de construir o deducir el hilo conductor de la selección.

La presentación genealógica (en el orden cronológico elegido para presentar los ejemplos) y anatómica (en la descripción de sus componentes) expresada ya en el subtítulo del libro hacen a mi modo de ver que se eche en falta la ponencia original, el hilo conductor de tal sucesión de modelos. El capítulo Método/Cultura (cuyo texto pertenece enteramente a Barthes, aun si resulta difícil deducirlo) tampoco ayuda; se trata de cinco notas de Barthes sobre su proceder pedagógico agrupadas y transcritas por Ábalos sin solución de continuidad (y por cierto sin mencionar su localización exacta en el texto original). Y así, en contra de lo que parece proponerse, Palacios comunales atemporales tiene ahora más de catálogo o de inventario que de ensayo arquitectónico o de exploración filosófica.

Por último, sin menoscabar el encomiable esfuerzo de Puente Editores por publicar un trabajo de esta relevancia y actualidad, cabe decir que se echa de menos algo de rigor a la hora de titular, atribuir, fechar, indexar (el libro carece de índice onomástico, algo utilísimo en un libro compilatorio como este y una tarea nimia para los procesadores de texto actuales), así como a la hora de referenciar los diferentes tipos de imágenes, definiciones, agrupaciones de éstas o representaciones geográficas, espaciales o cronológicas, que aclaren la inclusión de cada ejemplo en el libro –inclusión que al margen de ser interesante y casi siempre pertinente, puede por ello parecer en algunos casos arbitraria o descuidada, sin llegar a ser conclusiva o justificada.

“Architecture for the Search for Knowledge”. Iñaki Ábalos. https://www.gsd.harvard.edu. GSD Harvard University, Cambridge, Mass. 29 de noviembre de 2016.

‘Palacios comunales atemporales. Genealogía y anatomía’. Iñaki Ábalos. Puente Editores, 2020.128 páginas. 7 euros.

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