El PIB de Brasil creció un 2,9% en 2022, pero la desaceleración del último trimestre preocupa al Gobierno
El Ejecutivo recupera los impuestos sobre los combustibles mientras Lula critica los beneficios récord de Petrobras: más de 36.000 millones de dólares
El PIB de Brasil creció un 2,9% en 2022, impulsado sobre todo por el sector servicios, que avanzó un 4,2%, según informó este jueves el instituto brasileño de estadística. La industria creció un 1,6% y el sector agrícola y ganadero retrocedió un 1,7%, arrastrado por la mala cosecha de soja. El crecimiento, en general, se dio sobre todo por el efecto reapertura tras el fin de las restricciones por la pandemia en el turismo, bares, restaurantes, etc. También influyó la importante inyección de dinero que supusieron las ayudas sociales puestas en marcha durante la emergencia sanitaria y posterior crisis. Pero a pesar del dato positivo, hay una señal de alerta: en el último trimestre la economía brasileña cayó un 0,2%, evidenciando la desaceleración gradual a lo largo del año.
El presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, lamentó este jueves que la economía “no creció nada” en la recta final del año pasado, y aseguró que no permitirá que haya obras paralizadas, insistiendo en la estrategia de priorizar la inversión pública en infraestructuras para estimular la economía. Para el ministro de Economía, Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores (PT), hay que movilizarse urgentemente. “Ahora estamos en una curva descendente y todo el desafío del Ministerio de Economía es revertir ese cuadro y promover una curva ascendente en el crecimiento del PIB. No estamos trabajando con la perspectiva de recesión, pero evidentemente, mantener en ese nivel los tipos de interés desencadena una desaceleración de la economía”, dijo este jueves.
Se vuelve así al debate sobre los tipos de interés, que el Banco Central mantiene en el 13,75%, un porcentaje que desde el Gobierno consideran elevadísimo, todo un obstáculo a las inversiones y al crecimiento económico. La ministra de Planificación, Simone Tebet, de centro derecha, aseguró que el crecimiento del PIB de 2022 por encima de lo esperado debería traer por parte del Banco Central un “gesto positivo a favor de Brasil”. La próxima reunión de política monetaria del Banco Central tendrá lugar los días 21 y 22 de marzo. Hasta entonces, el Ejecutivo se esforzará en mostrar al banco (que goza de total independencia desde el Gobierno de Jair Bolsonaro) que es posible reducir el precio del dinero.
La divulgación del resultado del PIB casi ha eclipsado al otro gran dato económico de la semana. La petrolera Petrobras cerró 2022 con un beneficio neto de 188.300 millones de reales (36.270 millones de dólares, 34.250 millones de euros), un resultado un 77% superior al del año anterior. La empresa lo atribuye a los altos precios del petróleo Brent al mercado internacional como consecuencia de la guerra de Ucrania y a los acuerdos con otras petroleras para coparticipación en la explotación de petróleo en campos brasileños. La cifra supone un récord no sólo en la historia de la petrolera, sino entre todas las empresas que cotizan en la Bolsa de São Paulo.
El voluminoso resultado no tardó en generar críticas hacia el papel de la empresa, que tiene al Estado brasileño como socio mayoritario. Petrobras informó que distribuirá 215.700 millones de reales (41.548 millones de dólares, 39.235 millones de euros) entre sus accionistas. Con ese dinero se podría financiar tres veces el presupuesto del programa Bolsa Familia (de ayudas sociales a los más pobres) en todo 2023.
Precisamente al presentar los nuevos detalles de este programa social, Lula clasificó la noticia del beneficio récord de la petrolera como “inaceptable” y subrayó que la empresa debería invertir al menos la mitad de ese dinero en el crecimiento del país, en la industria naval, de petróleo y de gas. “Las empresas brasileñas y los bancos brasileños tienen que pensar primero en este país para después pensar en sus beneficios o en sus accionistas. A partir de ahora será así, para que podamos cambiar la historia de este país”, criticó. Los lamentos hacia Petrobras ya ocurrían durante la gestión de Bolsonaro, cuando la compañía elevaba los precios de los combustibles mientras anunciaba pingües beneficios. Una de las promesas de campaña de Lula fue, precisamente modificar la política de precios de la empresa para hacerla más acorde a las necesidades del país, pero de momento no hay nada concreto en ese sentido.
La empresa sigue guiándose exclusivamente por el precio del petróleo en el mercado internacional, y esta semana anunció una reducción en los precios de venta en las refinerías, del 3,92% en el caso de la gasolina y del 1,95% para el diésel. Ayudará así a disimular, en parte, el regreso de los impuestos federales sobre los combustibles, que Bolsonaro eliminó en pleno repunte de la inflación por miedo a que la escalada de precios perjudicara sus perspectivas electorales. La exención de impuestos sobre los combustibles empezó en marzo de 2022 y debería haber durado hasta diciembre. En enero de este año, Lula la prorrogó hasta diciembre de 2023 en el caso del diésel y del gas de cocina, pero en el resto, la tregua terminaba el 28 de febrero.
El equipo económico del Gobierno defendía de forma más vehemente el regreso de los impuestos para ayudar a equilibrar las cuentas, pero el ala más política temía el impacto en la opinión pública de esta penalización para el consumidor. Tras el tira y afloja, la decisión se produjo a última hora y fue más o menos salomónica, un regreso parcial. La gasolina, por ser más contaminante, será más tributada, 0,47 reales (0,091 dólares, 0,085 euros) el litro, mientras que el etanol, un biocombustible, se tasará con 0,02 reales (0,0039 dólares, 0,0036 euros) el litro. Estas tarifas valdrán hasta junio, en julio podrían subir. El gas natural para vehículos y el queroseno de los aviones seguirán sin pagar impuestos cuatro meses más.
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