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Un hijo de Bolsonaro entra en la carrera presidencial de Brasil en medio de tensiones en el clan y el abandono de Trump

Los vástagos del expresidente de Brasil y su esposa intentan mantener la influencia en la derecha mientras el patriarca cumple condena

Naiara Galarraga Gortázar

El clan Bolsonaro está sumido en una ardua batalla para conservar el protagonismo que el proyecto de extrema derecha liderado por el patriarca conquistó en los últimos años en Brasil. La entrada en la cárcel del líder amenaza su relevancia. Jair Messias Bolsonaro, de 70 años, mata las horas viendo informativos y fútbol por televisión, en una celda en una comisaría de Brasilia, durante los primeros días de una pena de 27 años. La jugada más reciente para seguir en el centro del juego político llegó el viernes por la tarde. Flávio, el hijo mayor, anunció que su padre le ha encargado presentarse a las presidenciales de 2026. La noticia culmina una semana en la que las tensiones soterradas del clan Bolsonaro quedaron dramáticamente expuestas. Y cuando cada día resulta más evidente que el Donald Trump original ha abandona al Donald Trump de los trópicos.

El anuncio sorprendió en parte porque Flávio, un senador de 44 años, no es el Bolsonaro mejor colocado en las encuestas electorales para disputar la presidencia a Luiz Inácio Lula da Silva, ni el nombre preferido por las élites financieras, los partidos de la derecha clásica o los jerarcas de las iglesias evangélicas. Una de las interpretaciones es que es un globo sonda de los Bolsonaro para ver cómo funciona la marca familiar mientras el patriarca cumple su castigo por conspirar contra la democracia.

En el haber de Flávio, que es considerado más moderado —o menos radical— que sus hermanos. En el debe, que está en el punto de mira del Tribunal Supremo desde que convocó la vigilia que disparó los temores de fuga de su padre y aceleraron su encarcelamiento. Están, además, las sospechas sobre cómo consiguió pagar rápidamente la hipoteca íntegra de una mansión. Lo primero que ha hecho es instar al Congreso a aprobar una amnistía para su padre antes de fin de año.

El disgusto de la Bolsa con el anuncio fue tal que cayó un 4%. Entre las felicitaciones para Flávio, destaca la de la esposa de su padre, Michelle, de 43 años, a la que él y sus hermanos echaron esta semana un pulso político que ganó ella. “Que Dios te bendiga en esta misión por nuestro amado Brasil”, escribió en redes sociales.

El que mantiene silencio es el favorito indiscutible para suceder a Bolsonaro, el gobernador de São Paulo, Tarcísio de Freitas, de 50 años. Mantiene sus cartas bien pegadas al pecho. Aunque ha prometido indultar a Bolsonaro si tuviera ocasión, la familia desconfía de él.

La rutina del expresidente golpista en la superintendencia de la Policía Federal en Brasilia incluye guisos con poca grasa que le llevan de casa, visita los martes y jueves y poner paz en la familia. Todo bajo supervisión médica constante, dados sus problemas gastrointestinales.

Decidir el candidato de la derecha es la carta que le queda a Bolsonaro padre mientras merma su influencia. El presidente Trump, que en agosto clamaba sobre una supuesta “caza de brujas”, está ya a otra cosa (Venezuela, Honduras…). Tras el fracaso de su intento de doblegar a las instituciones y jueces de Brasil, ha pasado página. “Qué pena”, musitó cuando fue encarcelado.

Dos meses después, ha aliviado el castigo arancelario con el que intentó reventar el juicio. No solo eso. El magnate y Lula, un antiguo obrero metalúrgico, han empezado a forjar una relación diplomática cordial. Tras un primer saludo en septiembre, se han reunido en persona y han conversado dos veces por teléfono, la última, durante 40 minutos el martes. “Esta colaboración nos va a traer muchas cosas buenas”, pronostica el estadounidense.

Los rencores y celos entre los hijos mayores y la esposa de Bolsonaro afloraron con fuerza hace unos días. La señora Bolsonaro entró en la muy masculinizada política brasileña con timidez y reticencias hace un par de años, pero pronto demostró ser un buen gancho para movilizar al electorado femenino más conservador. Desde entonces recorre el país como presidenta de la sección femenina del Partido Liberal (PL). Y cada vez se la ve más cómoda. La abnegada esposa que acompañaba al líder se presenta ahora como una asertiva candidata que coquetea con el Senado o incluso vuelos más altos.

Cuando la antigua primera dama criticó en público los contactos del partido para forjar una alianza regional con Ciro Gómez, un feroz crítico de su marido y antiguo gobernador de izquierdas, los hijos del primer matrimonio respondieron como una piña y con palabras gruesas. El senador Flávio calificó su postura de “autoritaria y vergonzosa”.

Sus hermanos Carlos, concejal en Río, 42 años, y Eduardo, diputado de 41 años, se sumaron raudos e invocaron el nombre del patriarca y la acusaron de contrariar sus deseos. “Respeto la opinión de mis hijastros, pero pienso diferente y tengo derecho a expresar mis pensamientos con libertad y sinceridad. Antes que líder política, soy mujer, soy madre, soy esposa”, respondió ella, la miembro del clan Bolsonaro más popular en las encuestas.

Menos de 24 horas después, el primogénito y ahora precandidato a la presidencia, visitaba a su padre encarcelado. A la salida, el conflicto quedó nítidamente dirimido: “Ya le he dicho [a Bolsonaro padre] que me he arreglado con Michelle. También le he pedido disculpas a ella”, dijo el senador a la prensa. En nada quedaban enterrados los contactos con Gómez, que en la pandemia llegó a acusar a Bolsonaro de ser un genocida. Gol de la señora Bolsonaro, que ha conseguido miles de afiliadas para el PL.

Casada con el expresidente hace 18 años, esta semana fue a visitarlo con la hija de ambos, Laura, de 15 años. Llegó con gafas oscuras, vaqueros ajustados, una camiseta de apoyo a Israel, y una Biblia. Para las brasileñas conservadoras, la señora Bolsonaro, evangélica, es temerosa de Dios y a la vez moderna, con una oratoria aprendida en los cultos semanales.

Mientras Flávio se prepara para disputar la presidencia, su hermano Carlos pretende saltar al Senado y Eduardo posiblemente siga las elecciones desde Estados Unidos. Se instaló allí como el emisario de la familia para movilizar a Trump y compañía en favor de su padre. Lo logró, pero la presión trumpista se topó con un muro y ahora está imputado por coaccionar al tribunal que condenó a su padre. Incluso los seguidores más radicales de Bolsonaro padre siempre han desconfiado de los hijos, los consideran faltos de carisma y honestidad.

El presidente Lula se frota las manos ante esta derecha desnortada. Ya inmerso en la campaña para la reelección, viaja por Brasil para inaugurar obras, anunciar inversiones y presumir de la reforma fiscal. Gracias a ella, la clase media-baja dejará de pagar impuesto de la renta. Con eso, Lula espera atraer a esa parte del electorado, que prefirió mayoritariamente a Bolsonaro, y con su apoyo alcanzar el cuarto mandato no consecutivo. Las encuestas sitúan a Lula por delante de cualquier candidato de la derecha en las elecciones de octubre. La encuesta de Datafolha de este sábado le coloca 15 puntos por delante de Flávio Bolsonaro y 5 por delante del gobernador De Freitas. Pero, en estos tiempos, diez meses son una eternidad.

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Sobre la firma

Naiara Galarraga Gortázar
Es corresponsal de EL PAÍS en Brasil. Antes fue subjefa de la sección de Internacional, corresponsal de Migraciones, y enviada especial. Trabajó en las redacciones de Madrid, Bilbao y México. En un intervalo de su carrera en el diario, fue corresponsal en Jerusalén para Cuatro/CNN+. Es licenciada y máster en Periodismo (EL PAÍS/UAM).
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