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Maria da Penha, superviviente y símbolo del feminicidio en Brasil

La farmacéutica que, tras dos intentos de asesinato, ganó una batalla judicial internacional que forzó a su país a legislar contra la violencia de género hace balance a los 80 años

La brasileña Maria da Penha, que sobrevivió a dos intentos de asesinato a manos de su marido y da nombre a la ley contra el feminicidio, posa tras la entrevista en Fortaleza, el pasado 5 de febrero.
La brasileña Maria da Penha, que sobrevivió a dos intentos de asesinato a manos de su marido y da nombre a la ley contra el feminicidio, posa tras la entrevista en Fortaleza, el pasado 5 de febrero.Marília Camelo
Naiara Galarraga Gortázar

Un sábado de febrero la brasileña Maria da Penha celebró su 80 cumpleaños con una gran fiesta en su casa. Acudieron sus tres hijas y sus seis nietos, por supuesto, pero también muchos de los que la han acompañado a lo largo de una vida extraordinaria marcada por el terror machista, dos intentos de asesinato a los que sobrevivió y una formidable batalla judicial que venció. Si fuera de Filadelfia, y no de Fortaleza, Netflix ya habría contado en una docuserie la historia de esta farmacéutica cuyo nombre es sinónimo de la lucha contra feminicidio en Brasil. Pese a los años y las amenazas, sigue firme. “Me siento orgullosa y muy comprometida, porque no tiene sentido agradecer los aplausos y no hacer nada. Me dieron un limón y conseguí convertirlo en limonada. Logré avanzar. Y sigo luchando. En 2009 creamos el Instituto Maria da Penha”, cuenta en una entrevista en la sede, ubicada en la planta baja de un edificio de oficinas, en Fortaleza.

Entre los invitados a su cumpleaños, la pareja que le salvó la vida hace cuatro décadas. Los vecinos que en 1983 oyeron disparos en la casa de al lado y acudieron a socorrerla. Estaba gravemente herida. Gracias a la rápida reacción de ese matrimonio de médicos, Da Penha sobrevivió a un ataque que su entonces marido disfrazó de asalto perpetrado por ladrones. Un balazo en la columna la dejó atada a una silla de ruedas para el resto de su vida. Cuando tras una larga hospitalización volvió a casa, el padre de sus hijas intentó electrocutarla en la ducha. Sobrevivió, pero empezó a planificar la huida. En cuanto pudo, agarró a sus hijas y escapó a casa de sus padres. Para sortear la amenaza de la justicia abiertamente machista de los ochenta, se asesoró bien para que no la acusaran de abandono del hogar.

Juzgado y condenado el agresor en dos juicios, ambos fueron anulados. Así que ella tomó otros senderos en busca de justicia. Escribió la autobiografía Sobrevivi… Posso Contar (Sobreviví… puedo contar). Y denunció a Brasil ante la justicia internacional, arropada por grupos de mujeres. Ganó. Lograron demostrar ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que el desamparo de Maria da Penha no era un caso aislado sino parte de un patrón. En 2001 la CIDH condenó a Brasil por negligencia, omisión y tolerancia hacia la violencia doméstica contra las mujeres y le obligó a legislar para poner fin a la impunidad que amparaba a los agresores. La ley que desde 2006 sienta las bases para combatir la violencia machista en Brasil fue sancionada por el presidente Lula y lleva el nombre de Maria da Penha, siguiendo la costumbre de muchos países. Un honor que rara vez se da en vida. Es probablemente la norma legal más conocida del país.

“Fue inesperado y, sobre todo, muy estimulante. Viajé por todo Brasil, al extranjero. Estaba muy orgullosa de decir que estaba viva”, recuerda. Recibió múltiples premios, fue nombrada doctora honoris causa y se volcó en el activismo.

Da charlas, recibe homenajes y amenazas graves. Después de tantos años combatiendo el sistema patriarcal, todavía se topa con escenas que le encogen el corazón. La última, en una visita a la universidad. Una silla roja destacaba en la sala, un recordatorio del vacío que dejan las brasileñas asesinadas por sus compañeros, maridos, novios. Cuatro mujeres mueren víctimas de feminicidio cada día. Serán cuatro hoy; cuatro, mañana; cuatro, pasado mañana… (una madre doliente llamada Regina Jardim les ha construido un memorial en Internet). Da Penha quedó muy impresionada con el potente mensaje de aquella sencilla silla roja.

La actriz Reese Witherspoon entrega un reconocimiento a Maria da Penha, en São Paulo, durante una visita a Brasil en 2008 como embajadora de Avon para impulsar el empoderamiento femenino.
La actriz Reese Witherspoon entrega un reconocimiento a Maria da Penha, en São Paulo, durante una visita a Brasil en 2008 como embajadora de Avon para impulsar el empoderamiento femenino. Marcos Jose Issa de Souza (Getty Images)

La guerra contra el feminismo emprendida por la internacional de la ultraderecha populista también llegó a Brasil y colocó a esta octogenaria en el punto de mira. En 2021, cuando Jair Bolsonaro era presidente, comenzó una potente campaña contra ella y contra la verdad judicial del caso. Con la promesa de contar la verdadera historia, incluyó noticias falsas y un documental de una productora afín al bolsonarismo que siembra todo tipo de dudas y da voz a su exmarido —Marco Antonio Heredia Viveros, un profesor universitario que solo cumplió dos años de cárcel—.

Los que la odian asomaron sus fauces y la superviviente y símbolo de la guerra contra el feminicidio en Brasil empezó a sufrir acoso y graves amenazas. Sin entrar en detalles por seguridad, explica es parte del programa de protección de defensores de los derechos humanos del Estado de Ceará desde junio pasado.

La señora da Penha y Brasil están orgullosísimos de que su ley sea considerada por la ONU la segunda mejor del mundo contra el feminicidio, pero ella y los grupos feministas coinciden en que su grado de aplicación está lejos de la ambición original. “Todavía no estamos ni en la mitad del camino”, afirma la veterana activista al tiempo que celebra los avances conquistados en estas dos décadas.

“Al menos las mujeres más ilustradas de la sociedad ya no permanecen en silencio. Las familias ya no se avergüenzan”, apunta. Existe una creciente concienciación, patrullas policiales llamadas también Maria da Penha para proteger a las amenazadas que están en el radar de los jueces, una red de centros de acogida… Un despliegue concentrado en las grandes ciudades. No es raro que se le acerquen mujeres a agradecerle que la ley les salvara la vida.

Maria da Penha, en su juventud.
Maria da Penha, en su juventud.Instituto Maria da Penha

Su gran preocupación son los millones de mujeres que viven en el interior de este país continental. “Lucho para que cada municipio, por pequeño que sea, tenga en el ambulatorio de salud un centro de referencia con un médico, un psicólogo y servicios sociales. Y si una mujer acude varias veces con síntomas de depresión, lesiones, angustia, que el equipo converse con ella para aclararle que hay salida, que existen comisarías especializadas en mujeres, casas refugio, escuelas para los hijos, cursos de formación profesional”.

La propia Maria da Penha recuerda aquellos años sometida a las explosiones de ira de su esposo, al miedo atroz. “Mi vida estaba volcada en evitar fricciones en casa, buscando estrategias, poniendo siempre paños calientes” para protegerse a sí misma y a sus hijas. “Yo no sabía entonces que esa experiencia que yo vivía era común en la vida de las mujeres, porque yo no venía de una familia de violencia, ¿sabe?”.

Con una impresionante carrera fuera del hogar como farmacéutica bioquímica y un empleo, entre las paredes de su casa estaba atrapada en un círculo de violencia que funciona como un reloj, sin distinción entre países y clases sociales. Es un patrón que el Instituto Maria da Penha enseña a identificar: la tensión va aumentando, la víctima es agredida y el agresor muestra arrepentimiento, vuelve a ser cariñoso. “Nada de lo que hacía lo complacía, era constantemente rechazada y criticada”, recuerda. Luego vinieron la bala y el intento de shock en la ducha.

Aunque Brasil aprobó el voto femenino en 1932, tuvo una presidenta y tiene un ministerio de Mujeres, es uno de los países latinoamericanos con menor proporción de diputadas, senadoras, gobernadoras y alcaldesas. No llegan ni al 20%. Está a años luz, por ejemplo, de México, ejemplo notable de paridad. Es un factor que sin duda contribuye a que en Brasil la violencia machista asome poco en el debate político. Reflejo de su ausencia en los centros de poder, las brasileñas tuvieron que esperar hasta 2023 para que el Tribunal Supremo declarara inconstitucional la tesis de la legítima defensa del honor que durante décadas permitió a los acusados de feminicidio justificar sus crímenes como una respuesta aceptable frente al adulterio. El Estado brasileño tampoco ha tenido el gesto de pedir perdón todavía a Maria da Penha, como reclamó hace un cuarto de siglo la sentencia de la Corte Interamericana.

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Sobre la firma

Naiara Galarraga Gortázar
Es corresponsal de EL PAÍS en Brasil. Antes fue subjefa de la sección de Internacional, corresponsal de Migraciones, y enviada especial. Trabajó en las redacciones de Madrid, Bilbao y México. En un intervalo de su carrera en el diario, fue corresponsal en Jerusalén para Cuatro/CNN+. Es licenciada y máster en Periodismo (EL PAÍS/UAM).
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