Uruguay vota entre la centroderecha y un giro suave hacia la izquierda
Yamandú Orsi, apadrinado por el expresidente José Mujica, encabeza los sondeos en la segunda vuelta presidencial
Uruguay va este domingo a las urnas para elegir en segunda vuelta a un nuevo presidente. Todos los sondeos apuntan una leve ventaja del candidato del Frente Amplio, Yamandú Orsi, el hombre apadrinado por el expresidente José Mujica para devolver a la izquierda al poder después de cinco años. La derecha y la centroderecha se ha abroquelado tras el candidato del Gobierno, Álvaro Delgado, del Partido Nacional. La diferencia en las encuestas es tan pequeña, menor incluso al error estadístico, que Delgado confía en ganar gracias a “una mayoría silenciosa que quiere la continuidad y no se expresa en las encuestas”. En cualquier caso, no se esperan grandes cataclismos políticos, cualquiera sea el resultado. Los uruguayos prefieren los suaves giros de timón a los volantazos violentos.
La izquierda aprieta los dientes con un “moderado optimismo”. Yamandú Orsi ha hecho una campaña sin estridencias, fiel al estilo componedor que cultivó como jefe de Gobierno en el departamento de Canelones, el segundo más poblado en este país de 3,4 millones de habitantes. “Canelones es como Uruguay chiquito. Todos los problemas que tiene Uruguay los tiene Canelones”, dijo Mujica en una entrevista con EL PAÍS, celebrada semanas atrás en su casa rural a las afueras de Montevideo. El expresidente se ha volcado a los 89 años y pese a su delicado estado de salud a la campaña del Frente Amplio.
Orsi dejó su cargo en febrero de 2024 con el 64% de aprobación tras 10 años de gestión. Hoy espera trasladar esa popularidad a las urnas. En la primera vuelta, celebrada el 27 de octubre, quedó en primer lugar con el 44% de los votos. “Es el candidato más parecido al uruguayo medio”, dice el historiador Gerardo Catalano, estudioso respetado de la realidad política nacional. Termo y mate en mano, Orsi enfrenta Delgado, exsecretario de la Presidencia de Luis Lacalle Pou entre 2020 y 2023. Falto de carisma, Delgado prefiere mostrarse como un buen gestor, recordando al elector que le tocó lidiar con la pandemia de la covid-19 y la peor sequía que vivió Uruguay en 70 años. “Humildemente, estoy pronto para ser el capitán del barco”, dijo Delgado en el debate presidencial del pasado domingo 17. Tiene tras de sí el apoyo del centenario Partido Nacional y también del Colorado, otra fuerza histórica, y pequeñas agrupaciones conservadoras como Cabildo Abierto, representante de la extrema derecha militar.
La democracia uruguaya es una isla en una región cada vez más afectada por los extremismos políticos. Una sólida estructura de partidos políticos ha logrado mantener a raya la emergencia de líderes antisistema al modo de un Javier Milei en Argentina o un Jair Bolsonaro en Brasil. Los uruguayos votan desde hace décadas más por fidelidad partidaria que por apellidos. Esta elección es especialmente relevante en ese sentido: consuma la renovación de dirigentes tanto en la izquierda como en la derecha. “El mejor dirigente es aquel que cuando desaparece deja una barra que lo supera con ventaja”, insiste Mujica. “El dirigente debe sembrar y dar oportunidades que lo sustituyan. Yo he tenido éxito con eso. El árbol grande hace mucha sombra y no deja venir los arbolitos chicos”, dice. Desde ese punto de vista apoyó a Orsi. Y así también la derecha ungió como candidato a Delgado.
El Frente Amplio ha hecho campaña bajo el lema “un cambio seguro para Uruguay”, atento a que una mayoría piensa que las cosas no van tan mal con el actual Gobierno. Por eso se presenta como garantía de estabilidad macroeconómica, inclusión social y seguridad. Del otro lado, Delgado ha llamado a los votantes a confiar en un “segundo piso de las transformaciones” iniciadas por Lacalle Pou, que dejará el poder con una popularidad del 50%. De acuerdo con datos oficiales, durante la gestión actual se crearon 76.000 puestos de trabajo, aumentó el salario real y la inflación, estimada en un 4,5%, es la más baja de los últimos 18 años. Los analistas coinciden, sin embargo, en que hay por delante retos importantes. La situación económica figura entre las principales preocupaciones de los uruguayos, según una clasificación elaborada por la consultora Cifra que está encabezada por la inseguridad pública. Con una tasa de 11,2 homicidios cada 100.000 habitantes, la situación de Uruguay no está entre las más críticas de América Latina, pero duplica el promedio mundial y está lejos de la tasa registrada, por ejemplo, en Chile ―4,5 homicidios cada 100.000―, país con el que a menudo se compara.
El crecimiento de la inseguridad está asociado a una presencia cada vez mayor del narcotráfico, sobre todo en los barrios periféricos de Montevideo, donde se suceden los enfrentamientos entre bandas. Tan sensible es el tema que el Frente Amplio prometió crear un sistema integral contra el crimen organizado, sumar 2.000 nuevos policías e incorporar cámaras de vigilancia, todas medidas que bien podrían ser banderas de la derecha.
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