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Pedro Duque: “Temo que no regulemos la basura espacial hasta que haya un accidente gordo”

El nuevo presidente de Hispasat habla en esta entrevista de sus prioridades, el desafío que supone Starlink para el sector y el potencial de dar Internet a más de 100.000 escuelas en áreas de difícil acceso en Brasil

Pedro Duque en São Paulo, el 7 de marzo.
Pedro Duque en São Paulo, el 7 de marzo.Lela Beltrão
Naiara Galarraga Gortázar

El ingeniero aeronáutico español Pedro Duque (Madrid, 61 años) pertenece a ese club ultraselecto de los que han cumplido el sueño de cualquier crío del planeta: darse un paseo por el espacio. En su caso fueron dos, de 10 días cada uno. El astronauta, que fue ministro de Ciencia e Innovación (2018-2021), desde diciembre preside Hispasat, la empresa mixta española que opera 13 satélites, facturó casi 250 millones en 2023 y obtiene la mitad de sus ingresos en Sudamérica. Duque, que acompañó en la comitiva empresarial al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a Brasil y Chile, detalla en esta entrevista realizada en São Paulo sus planes para Hispasat, el desafío de los Starlink de Elon Musk para el sector o el potencial de dar Internet por satélite para los escolares de áreas de difícil acceso como la Amazonia —ha firmado un memorando de entendimiento con el Gobierno Lula—. Duque habla despacio, bajito, con un discurso divulgativo y didáctico.

Pregunta. El club de los astronautas debe ser minúsculo, seguro que se conocen todos.

Respuesta. Creo que conozco personalmente a 100 de los 500 que somos. Incluso nos juntamos. Este año toca en Holanda. Tenemos una asociación con un origen geopolítico, con astronautas de un lado y otro. Se decidió que, dijeran lo que dijeran los Gobiernos, nos juntaríamos para hablar de paz y cooperación. Y ahí seguimos.

P. Ha sobrevivido a la guerra de Ucrania.

R. Sí, pero está complicado por las visas [para los rusos]. En momentos en la historia ha sido el único foro en el que hablaban los americanos y los rusos. La estación espacial es ahora mismo casi la última cosa que queda de cooperación entre ellos que sea abierta y conocida.

P. Usted debe ser el primer técnico, o uno de los primeros, que preside Hispasat.

R. La verdad, no he hecho la cuenta, pero técnico soy.

P. ¿Un híbrido técnico-político?

R. Un técnico que ha trabajado de político tratando de utilizar la política para mejorar mi área, la innovación.

P. En Hispasat, ¿usa más la experiencia como astronauta o político?

R. Los roles se adaptan a la especialidad de cada uno y, por supuesto, luego estudias. Es muy importante el rol de representante de la empresa ante las autoridades. Explicarles por qué nuestra tecnología va a ser muy útil para ellos. Relacionarse con los inversores, con los potenciales inversores, con los Gobiernos que regulan...Y, como dirigí durante cinco años una empresa operadora de satélites, tengo alguna idea de las limitaciones, las regulaciones internacionales y los problemas del mercado. Porque la gente no sabe lo importantísima que es la tecnología espacial para la vida de todos.

P. Cuente. Dígame cosas cotidianas que sólo podemos hacer gracias a los satélites.

R. ¡Muchísimas! Sin ellos, no podríamos tener el sistema de reparto de mercancías que tenemos. Yo aún me acuerdo de los señores de la furgoneta que iban con un libro muy gordo por Madrid.

P. El callejero, recuerdo.

R. Todo eso es pasado. En América hay unas 6.000 áreas geográficas donde la gente tiene móvil solo porque existe el satélite. Hasta allí no llegan los cables de la fibra óptica. La gente no sabe que si hablo con con mis hijos es gracias a ellos.

P. ¿Cuáles son sus prioridades en Hispasat?

R. La número uno de todo presidente de un Consejo de Administración es tratar de llevar a cabo una estrategia que aumente el valor de la compañía. Y a partir de ahí, cosas más concretas como una nueva tecnología de satélites compartidos que puedan servir a gente con distintas necesidades. Cada uno lo usa como quiere, pero a todos les sale mucho más barato que alguien administre el conjunto.

P. Gastos compartidos...

R. El siguiente salto de los Gobiernos de América del Sur es que todos los niños tengan acceso a educación. En Brasil hay 140.000 escuelas. Nosotros conectamos a Internet como 7.000 escuelas. Otro satélite, del Gobierno brasileño, conecta otras 17.000. Faltan muchísimas. Queremos hacerlo con unas inversiones razonables por parte de los Gobiernos. El de Brasil apuesta por la cooperación público-privada. Nosotros metemos la inversión y ellos lo van pagando según los servicios.

P. ¿Qué significaría para esos millones de escolares?

R. Lo importante no es que todos los niños tengan un iPad en su casa. Pero sí que todos los maestros tengan acceso al mejor material que llame la atención de los escolares, que les incentive a estudiar, a saber más. Y esas cosas ahora son vídeos, materiales interactivos o programas informáticos. Todos los niños de América tienen derecho a una educación básica que les incentive a buscar conocimiento. El niño sin conexión a Internet, aunque sea en la escuela, está en desventaja. Los Gobiernos han entendido que esas desventajas son muy malas para la economía y, por lo tanto, hay que reducirlas.

Pedro Duque, ingeniero aeronáutico español.
Pedro Duque, ingeniero aeronáutico español.Lela Beltrão

P. Lastran toda la vida.

R. Se perpetúa la desigualdad. La solución solo puede venir de tecnologías espaciales, creo yo, porque quizá nunca pasaremos fibra óptica hasta el medio de la Amazonía.

P. Es difícil llevar al técnico, no hay carreteras, a veces requiere navegar 24 horas… Usted, que ha estado en el espacio, seguro que percibe la magnitud, pero a la mayoría nos cuesta entender lo gigante que es.

R. También hay que introducir la telemedicina. No puede ser que, en un país importante, rico y tecnológico como es Brasil, tengan que hacer 24 horas para ver al médico y saber si tienen un esguince o una fractura. En España, con el dinero del Ministerio de Defensa, se desarrolló un sistema muy bueno de telemedicina y nosotros en Hispasat lo integramos también. O sea, con el satélite tienen la escuela, la telemedicina, todo junto. Lo único que necesitan es energía eléctrica o solar. A partir de ahí se genera una burbuja de mucha menos pobreza. Y, por tanto, tiene que ser una política pública. Lo que ofrecemos es un socio para toda la vida, que no es lo mismo que comprarle a alguien el producto y que luego se olvide de ti. Dentro de 20 años, tendrá que seguir siendo accesible para los Gobiernos.

P. Hablando de precios, Elon Musk ha reventado el mercado. Los Starlink están por todos los lados en la Amazonia, para fines lícitos e ilícitos.

R. Nuestro compromiso es de largo plazo y con precios acordados. Muchísimo más eficiente. No puedes estar al albur de unas empresas que al día siguiente pueden decir que te cortan el satélite o que cuesta el doble. Por supuesto que son muy interesantes, pero las políticas públicas tienen que estar basadas en certezas.

P. ¿Y la carrera espacial a la luna?

R. Lleva ocurriendo toda la vida El Gobierno chino ya ha dicho que antes de 2030 están allí sus astronautas. Estados Unidos pensaba que en 2026, pero quizás sea 2027. Los imperios eran imperios porque tenían una tecnología que ganaba a todos. El español estaba basado en tecnología naval. Por eso, Iberoamérica debe cooperar en tecnología. Que cada vez tengamos más ingenieros, físicos y biólogos. Hagamos un grupo tecnológico, porque esa es la manera de no quedarse atrás en el mundo. El que tiene la tecnología tiene mejores márgenes y mejores sueldos, que pagan mejores pensiones. La línea está clarísima. Brasil y España son las dos potencias tecnológicas más avanzadas de Iberoamérica. Si cooperamos en energías renovables, almacenamiento de energía, hidrógeno, en desarrollar nuestros propios sistemas de comunicaciones espaciales… tendremos una oportunidad muy buena de estar cerca de la de la cabeza, y no en la cola.

P. Elon Musk ha multiplicado el lanzamiento de satélites. ¿Y lo que queda obsoleto?

R. Recuperar la basura espacial o deshacerse de ella es cada vez más complicado porque hay más. Una situación a la que nos abocado, básicamente, la constelación de satélites Starlink. No me sé las cifras exactas pero lanzan cohetes con 50 satélites, ahora preparan un cohete gordo con cien, doscientos, trescientos. Van a intentar lanzar el gran cohete gigante que ya ganará todos los nunca hechos por la humanidad. El problema es que no hay regulación. A mí me parece que la orbita de la tierra, como los acuíferos, es un bien público. Si dejamos que todo el mundo pinche el acuífero, al final nos quedamos todos sin nada. Solo está regulada la órbita de satélites geoestacionarios, los que están siempre en el mismo punto de la tierra. Me parece que, al no haber regulación en el resto, supone la apropiación de un bien público. Debería ser una concesión a pagar a quien sea, a las Naciones Unidas. Porque así pagaríamos entre todos la tecnología para quitar la basura espacial. Y esto se debate demasiado poco.

P. Nos fascina el lanzamiento, pero no pensamos en el final de la vida del satélite.

R. Llevamos 20 años debatiendo en las Naciones Unidas sin llegar a ninguna regulación. Espero que no, pero no estoy seguro de que vayamos a conseguir regularlo hasta que pase un accidente gordo. Dos o tres veces ha habido choques fortuitos. Y se monta un follón de trocitos de basura espacial. Cada uno es peligroso, claro. Esa reacción en cadena está estudiada desde hace 40 años. Y cada día estamos más cerca de esa probabilidad.

P. La pandemia y la guerra de Ucrania nos han recordado que, en lo sectores estratégicos, es vital no depender de otros.

R. Europa está iniciando el proyecto Iris 2 para crear un sistema propio de satélites de órbita baja porque no podemos permitir que sean servidos por una compañía sobre la que no tenemos ningún control regulatorio. Si el satélite se rompe y no hay un contrato de servicios. Si ni siquiera sabes si te lo van a apagar, como ocurrió en Ucrania de repente, mejor tener los tuyos propios.

P. Sus dos misiones espaciales fueron breves comparadas con las actuales. ¿Envidia a sus sucesores?

R. Yo estuve diez días cada vez, ahora están seis meses, un año. A la vuelta hablo con ellos. Tiene cosas buenas y malas.

P. Las ventajas…

R. Hacer tu profesión durante un tiempo largo, ser un spaceman total. La visión de la tierra no se te acaba nunca. Y, cuando vuelves, y sabes que se han recuperado todos los datos de los experimentos que te encargaron hacer, sabes que la ciencia avanza por aquí y por allá gracias a eso. Eso es bueno. Pero seis meses sin abrir la ventana, sin salir a tomar una cerveza, comiendo y durmiendo en el trabajo…También tiene cosas malas.

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Sobre la firma

Naiara Galarraga Gortázar
Es corresponsal de EL PAÍS en Brasil. Antes fue subjefa de la sección de Internacional, corresponsal de Migraciones, y enviada especial. Trabajó en las redacciones de Madrid, Bilbao y México. En un intervalo de su carrera en el diario, fue corresponsal en Jerusalén para Cuatro/CNN+. Es licenciada y máster en Periodismo (EL PAÍS/UAM).
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