Iván Cepeda Castro, el representante de las víctimas que busca suceder a Petro
Filósofo y negociador de paz, el senador de izquierdas que sentó ante la justicia al expresidente Uribe parte como favorito en la consulta del Pacto Histórico

“Las víctimas somos superiores a la impunidad. Tenemos el poder de la verdad”, dijo el senador Iván Cepeda Castro (Bogotá, 63 años) en el inicio de su mensaje de cierre de campaña para la consulta popular del Pacto Histórico, que se celebra este domingo. “Prevaleceremos a pesar de todos los ataques, las decisiones injustas, y a la postre habrá verdad, justicia y reparación para las miles de víctimas del expresidente Álvaro Uribe Vélez en Colombia”, añadió en el evento de Bogotá, al aludir a una de las grandes noticias de la semana, la absolución de todos los cargos por los que estaba imputado el exmandatario al que lleva más de una década enfrentando ante la justicia. En las urnas, espera consolidarse como el nombre que congrega la prometida unión de la izquierda colombiana y hereda las banderas de Gustavo Petro, a quien reivindica como “un presidente digno, que no se arrodilla ante ningún poder imperial”.
Cuando se refirió a las víctimas, Cepeda lo hizo en primera persona. No solo por estar así acreditado en el enrevesado proceso por manipulación de testigos que ha tenido contra las cuerdas al poderoso expresidente Uribe. El político de izquierdas es también uno de los tantos huérfanos de la violencia política en Colombia. Su padre, el senador comunista de la Unión Patriótica Manuel Cepeda Vargas, fue asesinado por agentes del Estado en complicidad con paramilitares el 9 de agosto de 1994, en lo que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha considerado un plan sistemático de exterminio político.

La biografía de Cepeda vuelve una y otra vez a ese instante. Su padre y él solían salir juntos por la mañana, pero ese día dejó que se adelantara. Poco después tomó un bus a la Universidad Javeriana. En el trayecto se topó con las ambulancias, las patrullas y los transeúntes que observaban un carro baleado: el de su padre. Unos sicarios lo habían asesinado. El hijo se bajó del bus y lloró al padre delante de todos, desde los curiosos hasta los reporteros de televisión, que lo entrevistaron en caliente. “Yo le pido al país, al presidente [Ernesto] Samper, a quienes tienen que ver con la justicia en Colombia, que hagan algo en contra de esta ofensiva contra los dirigentes de izquierda, y que no quede este crimen impune, como el de tantos hombres justos y valientes”, dijo con la voz entrecortada ante las cámaras. Ese se convirtió en su primer alegato político.
Filósofo de la Universidad de Sofía (Bulgaria), junto a otros defensores de derechos humanos encabezó el Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado. En 2010 incursionó en la arena electoral como candidato a la Cámara de Representantes por el Polo Democrático Alternativo, el primer partido de unidad de la izquierda. Salió elegido con más de 35.000 votos, realizó numerosos debates de control político y en 2014 dio el salto al Senado, donde se ha consolidado como uno de los rostros más visibles del progresismo, muy cercano a los movimientos sociales que hoy son el principal apoyo de su aspiración presidencial. Desde su escaño también superó un agresivo cáncer.
En el camino, el llamado ‘juicio del siglo’. En un breve resumen, el caso se originó en 2012, cuando Cepeda intentó demostrar los supuestos vínculos de Uribe con el paramilitarismo. Uribe denunció entonces al senador ante la Corte Suprema de Justicia, encargada de investigar a los congresistas, acusándolo de un complot con el propósito de enlodarlo. Las investigaciones dieron un vuelco en 2018, cuando el alto tribunal se abstuvo de procesar a Cepeda y pidió investigar al exmandatario, bajo la sospecha de que fueron él y sus abogados los que manipularon testigos. Uribe acabó procesado e incluso tuvo que dimitir como senador. Para bien o para mal, Cepeda se convirtió en un villano para el uribismo y un héroe del antiuribismo.

“En los años más difíciles, cuando las situaciones de seguridad, persecución y violencia arreciaban, Iván estaba ahí, en la primera línea, defendiendo los derechos humanos, los de las víctimas, alzando la voz por sectores que estaban viviendo grandes violaciones”, destaca la senadora María José Pizarro, compañera de bancada y, como él, huérfana de la violencia por el asesinato de su padre, Carlos Pizarro. “Hay un principio de coherencia y arraigo con la historia de nuestro proyecto político, es uno de los símbolos más fuertes que tiene el progresismo y representa la unión”, añade en su valoración. “Es un hombre que va más allá de la izquierda”, subraya también sobre su espíritu dialogante.
Hace apenas dos meses, con Uribe condenado en primera instancia, Cepeda acabó con el suspenso al confirmar que buscaría la Presidencia en el 2026. “Creo profundamente en la verdad y la justicia. Creo en el poder de las víctimas para derrotar la impunidad, dignificar a las comunidades lesionadas por la violencia y construir una verdadera reconciliación nacional”, dijo desde la ciudad de Pasto. “Creo en la paz como camino y en el diálogo como herramienta para cerrar el ciclo de violencia que ha marcado nuestra historia”. Se retrató como representante de las organizaciones que le habían pedido postularse, y prometió una campaña “profundamente austera”. Se convirtió en el favorito para llevarse la candidatura del Pacto Histórico, la variopinta coalición que respalda a Petro –y que planea participar más adelante en una coalición más amplia, el llamado Frente Amplio–.

“Si no hubiera decidido lanzarme, habría decepcionado a muchos sectores sociales”, explicaba Cepeda en una entrevista reciente con este periódico. “La base de mi planteamiento político es el programa de este Gobierno. Lo primero es que partiría de las lecciones aprendidas”, valoraba en esa charla. “La política de paz ha tenido deficiencias, problemas, pero también ha tenido avances”, defendía. Como senador, fue uno de los negociadores de Petro en la congelada mesa con el ELN, la última guerrilla en armas. También participó en su día en los diálogos con las FARC que desembocaron en el acuerdo de paz firmado por el Gobierno de Juan Manuel Santos a finales de 2016. “Voy a mantener los esfuerzos de paz en sentido amplio, con una política que comprenda que es necesario transformar los territorios y no simplemente sacar adelante las mesas de diálogo”, dijo a EL PAÍS.
Su favoritismo se terminó de disparar hace un mes, cuando, en medio del accidentado proceso de la consulta, que ha enfrentado a un sinfín de escollos legales, la mayoría de los precandidatos renunció a su aspiración para entregarle su apoyo. Entre ellos, nombres reconocidos como la senadora Pizarro, el exsenador Gustavo Bolívar, la exministra de Ambiente Susana Muhamad o la de Trabajo Gloria Inés Ramírez. El propósito era que atajara las aspiraciones de Daniel Quintero, muy resistido entre el progresismo. Pero el exalcalde de Medellín desistió de participar sobre la hora, alegando inseguridad jurídica. La consulta es ahora un cabeza a cabeza entre Cepeda y la exministra de Salud Carolina Corcho –aunque Quintero aparecerá en los tarjetones, pues era imposible reimprimirlos–. El senador busca que lo catapulte el voto de sindicalistas, estudiantes o profesores, así como la militancia de partidos como el Polo, la Unión Patriótica, el Partido Comunista e incluso Comunes, compuesto por firmantes de paz. Y también el de las organizaciones campesinas, indígenas y de víctimas a las que lleva décadas representando.
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