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Los juegos en línea pisan como un elefante fantasma en la economía colombiana

El aporte de los casinos virtuales al PIB supera a las obras civiles o al carbón. Poco se sabe de su funcionamiento y no pagan IVA, a diferencia de las tragamonedas o las loterías

Apuestas en línea
Apuesta en línea durante un partido de fútbol.andresr (Getty Images)
Camilo Sánchez

Quienquiera, dentro de los miles de economistas en Colombia, que sepa a ciencia cierta cómo funciona el negocio de los juegos de azar en línea, que levante la mano. Sus pasos dentro del crecimiento parecen los de un elefante fantasma. Al año factura tanto o más que Ecopetrol, la mayor compañía del país. Su aporte al PIB supera el de las obras civiles o el carbón, según las cifras oficiales. Y, sin embargo, no hay una investigación o artículo académico para entender los datos de un mercado tan pujante. Las dudas se han acrecentado tras la reciente eliminación, de un plumazo, del proyecto legislativo de gravar con el IVA del 19% las apuestas on line. Una propuesta incluida a mediados de mes dentro de la hundida reforma tributaria del oficialismo. ¿Por qué?, se preguntaron los expertos. ¿Cuál era la justificación para que los mismos parlamentarios oficialistas la descartaran de entrada para su ponencia?

La economista Carolina Soto cuestionó, en su cuenta de X, qué beneficios aporta esta actividad a la sociedad para contar con un tratamiento privilegiado. Un universo que entre 2018 y 2022 ha tenido un crecimiento real del 450%. Su ascenso meteórico ha sido más que suficiente para jalonar el PIB desde el renglón estadístico de “Entretenimiento y actividades artísticas”. En lo que va de año, por si queda alguna duda, ha tenido una expansión del 9,8%.

Los gremios representantes del sector, como la Asociación Colombiana de Operadores de Juegos, no tardaron en rechazar la propuesta de imponer el IVA. Sus argumentos oscilaron entre los riesgos de incentivar la ilegalidad, hasta los reducidos márgenes de beneficio real que, en teoría, deja el negocio. Desde esta orilla se percibió el gravamen como “devastador”.

El debate tiene elementos éticos y económicos que se mezclan. Y se acentúan, quizás, si se tiene en cuenta que otros nichos de los juegos de azar sí tributan IVA. “El contexto colombiano es difícil porque no se sabe mucho de las apuestas deportivas en línea. Lo cierto es que el Estado deja de recibir una plata importante que podría dirigir para provisión de servicios y bienes públicos. Es una oportunidad perdida en términos de recaudo fiscal”, explica el economista Juan Pablo Posada. En su opinión, se debió imponer la medida para corregir efectos colaterales en la salud pública u otras externalidades negativas. “Se trata de una exención que puede crear una distorsión en el mercado. Si las apuestas deportivas compiten, por citar un ejemplo, con el cine dentro del mismo sector de entretenimiento, y solo el cine tiene IVA, se afecta de manera general el equilibrio”.

En Colombia opera una veintena de casas de apuestas en línea visibles. Tres de ellas concentran la mayoría del mercado: Rushbet Colombia, rama de una multinacional estadounidense; Betplay, fundada en Bogotá y uno de los mayores patrocinadores de la liga de fútbol local; y Wplay, pionera en la región desde 2017, cuando la crearon un paisa y su socio israelí en Medellín. Luego viene un lote de dos o tres casas de tamaño mediano y un pelotón de pequeñas.

Se trata de un terreno donde los expertos evidencian un cuadro bastante cercano al oligopolio. “Los juegos de azar pesaban en 2018 un 20% dentro del renglón de Entretenimiento. En 2022, al menos el 44%, y hoy, sin duda, debe llegar a la mitad del rubro. Ninguna otra actividad ha tenido el mismo ritmo”, expone el director de investigaciones económicas en la financiera Corficolombiana, César Pabón.

Los conocedores de esta historia cuentan que la decisión de 2017 de no cargar el impuesto de IVA a la industria de las apuestas en línea, a diferencia del resto de juegos de suerte, surgió como incentivo para la competencia en un novedoso mercado digital. Una credencial de bienvenida mientras los responsables se acomodaban y medían cómo se desenvolvía el negocio. Pero la pandemia supuso un punto de inflexión.

A nivel mundial se desataron las alarmas por los casos de ludopatía y la exposición de niños y jóvenes a un universo sombrío. Hoy es posible apostar desde un bus o un aeropuerto por asuntos tan aleatorios como cuántos tiros de esquina va a cobrar un equipo de la liga inglesa en un determinado partido.

Uno de los argumentos del gremio de los juegos de suerte y azar es que en Colombia de cada 100 pesos que los usuarios de las plataformas apuestan, se devuelven, más o menos, unos 93 en premios. Con todo, el presidente de Coljuegos aseguró en entrevista con el diario La República: “Cuando [la selección] Colombia perdió con Ecuador y Uruguay tuvimos el mayor incremento en la historia de las transferencias. Este año hemos batido todos los récords. Veníamos de 43.000 millones mensuales en juegos en línea, juegos operados en Internet, para subir el pasado mes de noviembre a 52.000 millones de pesos. La razón es que el porcentaje de los ganadores se disminuye”. Acto seguido, el funcionario agregó que algunas plataformas digitales tributan entre el 17% y el 12% sobre los ingresos, según sus características.

Por eso más de un economista arquea la ceja en el momento de cruzar los datos y corroborar la potencia del mercado. “Nosotros sostenemos en un informe que acabamos de publicar que parte del impulso que han tenido los juegos de azar ha venido de la mano de una regulación. La ley 1753 de 2015 incorporó una definición novedosa. En la medida en que se generen mejores estadísticas desde el sector, habrá un proceso de normalización de una economía que es en buena parte legal. Eso implica, naturalmente, que se equilibren las cargas tributarias. A nuestro juicio, de hecho, el IVA era la propuesta más pertinente de la ley de financiamiento”, apostilla César Pabón.

Los cálculos del Gobierno buscaban recaudar 2,1 billones de pesos en 2025 solo con el IVA a este sector. Una suma importante, en una coyuntura donde las dificultades de caja saltan a la vista, para los ingresos públicos. “¿Por qué a sectores productivos, como los restaurantes, les ponemos doble tributación, el IVA más impoconsumo, y a este sector, con tantos inconvenientes, lo estamos exonerando?”, incide Juan Pablo Posada. Hoy el peso del lobby de los casinos virtuales en el Congreso es una anécdota más. Pero el economista insiste en el componente ético: “Tenemos que informarnos más sobre quiénes son los usuarios de estas actividades. Está demostrado que su publicidad se enfoca en atraer a jóvenes de renta media baja. Estamos permitiendo que plataformas predatorias tengan márgenes de ganancia aún más altos a costa de personas vulnerables”.


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Camilo Sánchez
Es periodista especializado en economía en la oficina de EL PAÍS en Bogotá.
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