Miguel Polo Polo, legislador de extrema derecha, ultraja un homenaje a las víctimas de ejecuciones extrajudiciales en Colombia
El representante a la Cámara ataca un tributo artístico a más de 6.000 jóvenes asesinados por el Estado en los mal llamados falsos positivos, construido con botas de caucho, y desata una ola de indignación
Un acto de reconocimiento para honrar a las víctimas del Estado, que había pasado desapercibido en medio del mar de noticias, pasó al centro de la luz pública este martes tras ser insultado por otro acto, no de homenaje sino de deshonra. Las madres de Soacha, como se conoce al grupo de mujeres cuyos hijos fueron asesinados por el Ejército en 2008, para ser presentados como guerrilleros muertos en combate, se tomaron un patio abierto del Capitolio, la Plaza Rafael Núñez, para instalar una obra de arte que recordara a sus muertos. Un congresista de extrema derecha, llamado Miguel Polo Polo, decidió destruir el homenaje de las madres, poniendo en duda su credibilidad y arrojando la obra a bolsas de basura.
Al principio de esta historia hay unas largas botas de caucho. Cuando aparecieron los cuerpos de los jóvenes asesinados, los de Soacha y los de otros miles, los cadáveres solían llevar esas largas botas, en ocasiones al revés. Para los militares, ese calzado designaba a un guerrillero, en oposición a las botas de cuero que usaban los agentes estatales. Para las madres, que conocían bien el calzado de sus seres queridos, las botas fueron uno de los elementos que usaron los asesinos para incriminar a sus hijos inocentes. En 2021, el tribunal de justicia transicional llamado Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) estimó que durante el Gobierno de Álvaro Uribe, de 2002 a 2010 y en el que se generalizaron estos crímenes, al menos 6.402 jóvenes fueron asesinados por militares. Se les bautizó “falsos positivos”. Las madres de Soacha, retomando la imagen de las botas, lanzaron este año la obra de arte Mujeres con las botas bien puestas.
“Nosotras nos encargamos de hacer memoria a través del arte”, decía en su presentación, cuando se mostró por primera vez en marzo de este año, en la Plaza de Bolívar a pocos metros del Capitolio. En alianza con artistas plásticos, ellas pintaron 30 pares de botas de caucho. Una eligió un paisaje soleado “muy parecido al lugar donde mataron a mi hermano”. Otras tienen pintado el simbólico 6.402, la silueta diminuta de los jóvenes asesinados, o la palabra ‘Duelo’. La Botatón artística buscó sumar 6.402 pares de botas, donadas por ciudadanos de todo el país, para pintarlos. “Estamos listas para hacer de nuestros más profundos dolores verdaderas obras de arte”, publicó la organización.
La obra no había recibido tanta atención hasta que llegó a la Plaza Núñez. Fue allí donde, el miércoles pasado, decidió intervenirla Polo Polo. “¿Quién le habrá pagado a esos presuntos campesinos que vinieron aquí al congreso a ensuciar la plaza Rafael Núñez, para poner estas botas?”, dice con desprecio a los trabajadores del campo y sin mencionar a las madres. Sobre la cifra de 6.402, añade que “no puede ser soportada ni por los tribunales de Justicia y Paz, ni por la Fiscalía General de la Nación, ni por la JEP”. La afirmación no es del todo cierta: la JEP publicó el número; Justicia y Paz no investiga crímenes de Estado, sino de los paramilitares; la Fiscalía puede tener cifras distintas, y los 6.402 puede ser objeto de debate, pero decenas de militares han confesado su participación en esas ejecuciones extrajudiciales, confirmando que fueron un método sistemático que dejó a miles de víctimas.
Polo Polo no se limitó a criticar. “Estas botas deben ir a donde pertenecen, al canasto de la basura” dijo, con una bolsa negra en las manos, introduciendo allí las botas pintadas. Ayer, en respuesta a los medios de comunicación, una de las madres de Soacha le respondió con una de las botas en sus manos: “no son basura, estos fueron nuestros hijos, nuestros seres queridos, a los cuales mató el Estado”. De hecho, dijo que no son 6.402 víctimas: “¡son más!”.
Iván Cepeda, senador del izquierdista Pacto Histórico y líder del movimiento de víctimas de crímenes de Estado —su padre fue asesinado por este—, anunció este miércoles que presentará una denuncia penal y una queja disciplinaria contra Polo Polo, “por la presunta comisión de los delitos de hostigamiento y actos de discriminación agravados, por la afrenta que, el día de hoy, cometió contra las Madres de Soacha”. Las madres, y otros congresistas del Pacto Histórico, lo acompañarán en la demanda.
Si bien los tribunales no marchan al ritmo que ellas exigen, en el Gobierno de Gustavo Petro las madres de Soacha han recibido respaldo y reconocimiento en su trabajo de memoria. El Ministerio de las Culturas anunció en septiembre, por ejemplo, que la histórica Estación de la Sabana de Bogotá será ahora un parque en memoria de los falsos positivos. Se llamará 6.402 razones para no olvidar. La justicia, han demostrado las madres, es también usar el espacio público para hacer memoria, para que sus muertos no se recuerden solo en la privacidad de la casa.
El representante Polo Polo no ha pedido disculpas, sino que ha vuelto a compartir el video en el que desmantela la obra de las madres de Soacha. También lo han compartido congresistas como su aliada, la senadora uribista María Fernanda Cabal, precandidata a la presidencia en 2026. Polo Polo es un legislador más exitoso en las redes sociales que en el Congreso, que se hace notar por su estridencia haciendo performances, pero tiene poco poder político. “Cuando aparece es puro teatro sin fondo. Actúa como un niño queriendo atención y validación de los poderosos de su partido para que le den un premio”, dice sobre él una congresista de la izquierda, María del Mar Pizarro. Aunque por ello sus ataques suelen pasar desapercibidos, este fue un paso más allá: negó el derecho a un grupo de víctimas del Estado a ocupar, con su dolor, el espacio público.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.