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El patrimonio titiritero de Colombia se cuenta en un museo virtual

Más de 200 títeres y marionetas de agrupaciones de teatro de todo el país hacen parte de la galería creada por Paciencia de Guayaba. Ahora, darán el salto a Suramérica

Fabio Correa Rubio, Inti Camila Romero Estrada y José Ramón Fernández, integrantes de la Fundación Teatro de Títeres Paciencia de Guayaba.
Fabio Correa Rubio, Inti Camila Romero Estrada y José Ramón Fernández, integrantes de la Fundación Teatro de Títeres Paciencia de Guayaba.ANDRÉS GALEANO
Ana Puentes

Un grupo de titiriteros se ha lanzado a la aventura de crear el primer museo de títeres de Colombia. El proyecto ha tenido que ser virtual, a diferencia de museos similares en México, Argentina o España (en Cádiz y Tolosa), que sí cuentan con sedes físicas. Es una decisión más positiva que negativa a ojos de los integrantes de Paciencia de Guayaba, el grupo de teatro colombiano fundado en 1978 que está detrás del Museo del Títere de Bogotá (Mutibo). Fabio Correa (Bogotá, 69 años), director de Paciencia de Guayaba y, ahora, del Mutibo, no descarta la idea de algún día contar con una galería, pero está satisfecho con lo que se teje hoy. “La opción virtual es más viable y nos da muchas más posibilidades para dar a conocer el teatro de títeres en Colombia”, cuenta Correa en su casa, rodeado de títeres y marionetas que ha coleccionado durante su vida en sus viajes por el país y por el mundo.

Si el Museo del Títere de Bogotá hubiese sido físico, difícilmente se las habría podido arreglar para albergar 239 muñecos de todos los rincones de Colombia, elaborados en 17 técnicas distintas. La plataforma digital, en cambio, permite exhibir desde títeres articulados de boca y marionetas de hilo –los que primero se le vienen a la cabeza a cualquier persona– hasta los que son propios del teatro de sombras; los corporales, que se ensamblan sobre el cuerpo de los titiriteros o algunos bunraku, de origen japonés y que requieren de hasta tres personas para ser animados al ritmo de instrumentos de cuerda tradicionales de Oriente. Hay piezas que datan de principios del siglo XX como el legendario Manuelucho, hecho en papel maché por Sergio Londoño. Otras son auténticas joyas por su nivel de detalle, como La princesa Turandot, una marioneta de hilo creada en 1990 por el maestro Jaime Manzur. Algunas son tan sorprendentes como Kuma, una sirena de látex y tela manejada con varillas que se presenta a los espectadores entre un enorme acuario lleno de agua. Y se encuentran piezas más modernas como Cass, un robot hecho de metal y espuma plástica creado para la obra Estarman, que se estrenó este año en Bogotá.

Una colección de ese tamaño habría requerido de un enorme edificio por el cual Paciencia de Guayaba habría tenido que pagar arriendo y mantenimiento. Además, habría tenido que convencer a 114 grupos teatrales para que donaran sus muñecos, pese a que muchos se utilizan para obras infantiles y de adultos. Pero un recorrido virtual de Mutibo permite exponerlos sin que sus dueños los dejen de usar. El museo ha sido construido en la plataforma ArtSteps, que permite diseñar experiencias de realidad virtual para crear exhibiciones y eventos. A través de este, la decena de personas que conforman el equipo de Mutibo ha abierto ya tres salas en las que exhiben los títeres a través de fotografías que incluyen una ficha técnica con todos los detalles: el nombre del muñeco, su año de creación, quién lo diseñó y con qué materiales, qué tipo de títeres es, en qué obras se ha presentado y a qué grupo de teatro pertenece.

El espacio Julia Rodríguez está dedicado a la historia de este tipo de teatro en Bogotá, que comienza en 1877, y debe su nombre a una de las pioneras en la técnica de títeres de varilla en el país. El segundo espacio, Sergio Londoño, rinde homenaje al antioqueño que creó a Manuelucho, un títere de guante que es emblemático en este mundillo. La sala reúne algunas de las mejores piezas de 61 agrupaciones de títeres de Colombia. Y, hace unas pocas semanas, el museo inauguró su tercera sala: Jaime Manzur, hecha en honor a uno de los marionetistas más importantes de la historia en Colombia y que se plantea como un complemento al espacio Julia Rodríguez, porque una sola sala no era suficiente para contar la historia del teatro de títeres en Bogotá. El equipo trabaja, ahora, en la cuarta sala, la Javier Villafañe, que se dedicará a la historia de los títeres en Suramérica. Villafañe fue un titiritero argentino que con la carreta La Andariega llevó su trabajo a varios países del continente. El nuevo espacio incluirá no solo marionetas, sino máscaras y grandes muñecos usados en carnavales que, para Paciencia de Guayaba, también hacen parte del teatro de títeres.

Para crear el Museo, el grupo ha invertido, entre 2021 y 2024, más de 25 millones de pesos (unos 6.000 dólares) que ha ganado con becas y estímulos de la Secretaría Distrital de Cultura, Idartes y el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural. Es uno de los tres museos virtuales, entre las 472 instituciones reconocidas como tales por el Ministerio de las Culturas. “Tal y como está planteado hoy, es mucho más fácil conservar esta historia”, comenta Correa mientras navega por el museo desde su computador. El director es titiritero de oficio desde que tenía 15 años y, con sus más de cinco décadas de experiencia, señala que Colombia tiene un tesoro en sus títeres.

De acuerdo con el equipo de Paciencia de Guayaba, es uno de los países de América Latina con mayor riqueza en el teatro de títeres. Aunque reconocen que los líderes regionales son México, Brasil y Argentina, destacan que Colombia ha sido históricamente una de las paradas obligatorias de las compañías de teatro de la región. “Esto debería ser un patrimonio del país”, afirma Correa. A la fecha, solo el trabajo y la colección de Jaime Manzur han sido reconocidos por el Ministerio de Cultura como patrimonio cultural de la nación. Por eso, uno de los objetivos a largo plazo del Mutibo es ser el primer paso hacia una declaratoria patrimonial, para proteger este arte y darle mayor difusión. José Ramón Fernández, coordinador del museo, afirma que el proyecto no solo busca exponer los muñecos, sino crear una base de datos de las agrupaciones para juntar las redes de trabajo. “Todo aquí está sistematizado, no se trata de llenar un espacio y ya. A cada grupo se le entrega un formulario para registrar algunos de sus muñecos y luego se les hace todo el acompañamiento”, explica Fernández.

Es una tarea contra el tiempo y el olvido. Varios líderes del teatro de títeres han fallecido sin que alguna institución haya preservado su conocimiento y sus muñecos. Es el caso de las marionetas que fueron robadas en los años 60, cuando se cerró el Teatro El Parque, ubicado en el Parque Nacional en Bogotá y construído especialmente para el arte de los títeres. César Álvarez y María Consuelo Méndez documentan ese saqueo en su libro Teatro El Parque, una historia de ocasos y amaneceres. También narran cómo algunos de los muñecos que se salvaron, terminaron en una bodega que luego se incendió, y dejó a muchos de ellos mutilados.

Fabio Correa Rubio, director de la Fundación Teatro de Títeres Paciencia de Guayaba.
Fabio Correa Rubio, director de la Fundación Teatro de Títeres Paciencia de Guayaba.ANDRÉS GALEANO

En otros casos, los títeres están en colecciones privadas. El equipo de Mutibo ha conseguido que los propietarios de algunas de ellas, como las de Sergio Londoño, Ernesto Aronna y Enrique Vargas, les compartan fotografías e información de sus piezas. Pero, en otros casos, los dueños o herederos no permiten verlas.

Por eso, la labor detrás de la apertura de cada sala es titánica. Inti Romero, curadora del Museo, explica que piden a cada grupo de teatro unas cinco fotografías de sus mejores marionetas, de las que seleccionan entre una y tres. “Se edita cada foto para resaltar sus colores y dar unidad. Cuando los grupos no tienen buenos registros, nosotros les hacemos las fotografías”, detalla la académica y artista visual. Luego, las fotos son enmarcadas, clasificadas por técnicas y ubicadas en las salas.

Una vez se inaugura cada espacio, cualquier persona puede recorrerla por la página web. Mutibo, además, ofrece visitas guiadas en colegios de Bogotá y en otros espacios de difusión. Fernández, el coordinador del museo, explica que las actividades incluyen no solo una navegación comentada por las salas del museo, sino una muestra en vivo de algunos títeres. “Eso permite que los niños entiendan cómo están hechos y cómo se manipulan. Además, nos permite saber que conocen el teatro de títeres”, comenta. Y explica que, para su sorpresa y alivio, saben bastante y se entusiasman con los recorridos. “Un chiquillo una vez nos dijo que esto parecía un videojuego”, celebra Correa.


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