Un mundo de contradicciones
No importa a dónde se mire. Quienes se quejaban de ser discriminados son los que ahora discriminan. Quienes antes defendían los derechos humanos ahora miran hacia otro lado porque es un amigo quien los está violando
Contradicciones, digo yo, pero otros sencillamente pensarán que todo es subjetivo. Que quienes ayer criticaban a Iván Duque por respaldar a Donald Trump en su anterior campaña presidencial, hoy callen ante los comentarios anti Trump y pro Harris desde el Gobierno Petro es cosa de que los unos son buenos y los otros son malos, entonces no se debe decir nada. Que quienes antaño criticaban a medios de comunicación de corte conservador, incluso atentando contra sus instalaciones, hoy no acepten las críticas que les hacen desde la orilla opuesta, es porque la estigmatización es inaceptable y peligrosa cuando llega desde la derecha. Que quienes en campaña condenaban la corrupción y la entrega de puestos para garantizar gobernabilidad hoy sean quienes entregan puestos y… Bueno, no hablemos de corrupción porque se molestan. Por eso digo que estamos en el momento de las contradicciones.
Mientras que Israel va a ajustar un año vengándose de Hamás por los espantosos y condenables hechos del 7 de octubre anterior, dejando tras de sí a decenas de miles de muertos, ciudades convertidas en escombros y familias completamente diezmadas, el temido Irán responde con unos misiles que poco daño hacen y dicen no queremos seguir escalando la guerra. ¿Qué mundo es este en donde lo que antes parecía ser ya no es?
Apenas una semana después de la famosa cita global en el congreso del mundo que es Naciones Unidas, donde muchos subieron al atril haciendo llamados a la paz y pidiendo respeto hacia Líbano, esos mismos empiezan a enfilar sus armas de mayor alcance, mientras evacúan a sus connacionales, para convertir al Líbano en el escenario de una guerra de alcances globales. ¿Qué sentido tienen los discursos si las acciones dicen otras cosas?
En el mundo de las contradicciones en el que vivimos, quienes se quejaban de ser discriminados son los que ahora discriminan. Quienes antes defendían los derechos humanos son los que ahora miran hacia otro lado porque es un amigo quien los está violando. Quienes se mostraban como abanderados de la libertad de expresión ahora resultaron viles censuradores. Nada es lo que creíamos. O tal vez nunca lo fue.
Los humanos nos hemos encargado de destrozar la confianza entre nosotros, si es que esta alguna vez existió. No se puede creer en político alguno, pues tienen una cara al hacerse elegir y otra una vez llegan al poder. No se puede creer en los religiosos, pues si no son extremistas que quieren a toda costa obligar al mundo a pensar como ellos, resultan personajes lamentables abusadores de la confianza de sus creyentes y hasta abusadores de menores. No se puede creer en las antes glorificadas redes sociales, pues ya sabemos que se convirtieron en el mejor espacio para poder confirmar los propios sesgos. Los compromisos no valen. Las promesas son pasajeras.
Leo cada vez con mayor frecuencia una frase que dice que hemos vivido los 80 años más pacíficos del planeta, pero que esos años de gloria están por terminar. ¿Dónde están los optimistas que siempre apostaron a un futuro brillante gracias a los desarrollos de nuestra especie? Muchos de ellos hoy lideran el caos. Muchos hacen parte de esta contradictoria vida donde solo unos pocos preferimos no tomar partido, porque con el fanatismo llega la insalvable contradicción que nos está llevando al abismo más rápido de lo que alguna vez los pesimistas imaginamos.
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