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Columna
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“Ha comenzado el fin”, dijo Petro

Petro le habló al mundo en las Naciones Unidas y entre muchas cosas algo anticipó: ha comenzado el fin. ¿O no?

El presidente de Colombia, Gustavo Petro, durante su intervención en la 79ª Asamblea General de la ONU, en Nueva York, este martes.
El presidente de Colombia, Gustavo Petro, durante su intervención en la 79ª Asamblea General de la ONU, en Nueva York, este martes.Mike Segar (REUTERS)

Históricamente (aunque puedo estar equivocado) el discurso que cada jefe de Estado hace en el gran atril del gigantesco y simbólico salón del pleno de las Naciones Unidas en Nueva York es a la vez un llamado de acción a las naciones del mundo y un espacio que se usa para ventilar los problemas, retos e inquietudes que agobian a un país o, por lo menos, al gobierno de turno. Algunos aprovechan esa tribuna –que es más bien una vitrina– de orden global para hacer golpes propagandísticos, como aquel que protagonizó Hugo Chávez comenzando su discurso con un “aquí huele a azufre” haciendo alusión a la reciente presencia en el salón del presidente de los Estados Unidos, o para promover guerras, como lo hiciere el viernes pasado el primer ministro de Israel justificando mapa en mano las acciones militares que su país desarrolla en territorios árabes.

Pues este año, en el marco de la gran vitrina de los presidentes del mundo, el presidente Gustavo Petro hizo una gran disertación sobre la realidad planetaria. Habló de los países que importan y los que no dentro del concierto mundial y planteó, en sus quince minutos de intervención, que aquellos que tienen las llaves para detener guerras, para contener el cambio climático, para salvar la Amazonía, no lo hacen porque son sordos al clamor de los pueblos.

Enseguida, inició una reflexión teológica necesaria: el pueblo de dios (lo pongo en minúscula a propósito) no son ni los judíos, ni los habitantes de los Estados Unidos (yo me habría detenido también en el pueblo musulmán), sino la humanidad entera. ¡Y tiene razón! ¿Acaso, sea cual sea su religión, Dios (este sí con mayúscula) no es el padre de todo lo que hay en la tierra? ¿No es el creador?

El diálogo filosófico del presidente Petro luego derivó hacia uno de sus temas favoritos: los ricos como culpables de todo. Y aunque en algunos puntos acierta, como aquel en que habla de la manera en que desde hace décadas las empresas petroleras se han dedicado a ralentizar la evolución hacia energías limpias, luego deriva hacia otros de sus temas fetiche: los medios de comunicación. Otra vez culpa a los medios de ocultar la verdad, negando algo que resulta innegable para millones y millones de pueblos en el mundo libre y es que los medios de comunicación han sido claves para conseguir muchos cambios en el mundo, para evidenciar abominables hechos de corrupción y de engaño, para desenmascarar a caudillos que en realidad eran aprendices de dictador o para destapar las repugnantes cañerías de los paraísos fiscales y las empresas de papel. Seguramente él no leyó esos periódicos, ni vio esos noticieros.

El cierre fue apoteósico con el llamado al levantamiento de los pueblos en una gran “Revolución Mundial” (en mayúsculas aparecía en el texto que leyó el presidente). Un llamado para que se desconozca el poder del capital y se busque la defensa de la vida. Algo razonable, pero de complicada ejecución. ¿Cómo va a funcionar eso? No lo dijo. ¿Quién va a administrar eso? Tampoco lo dijo. Por eso digo que fue un discurso filosófico. Un impresionante ensayo sobre el malestar global, con aciertos y algunos descaches. Sin embargo, para quienes lo vieron u oyeron quedaron más preguntas que respuestas, siendo tal vez las más importantes: ¿y Colombia para donde va? ¿Acaba de anunciar una suerte de revolución o levantamiento popular en su país? Petro le habló al mundo y entre muchas cosas algo anticipó: ha comenzado el fin. ¿O no?

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