‘Un lugar en el mundo’, un libro que busca tumbar el tabú sobre el suicidio
La obra, en la que la escritora María Juliana Pacheco habla de la muerte de su madre y condena el estigma social que vivió, toca un tema sensible en un momento de debate al respecto en Colombia
María Juliana Pacheco tenía nueve años cuando su madre se suicidó. Ahora, a los 39, cuenta que su madre caminaba muy rápido, se peinaba con el secador rojo y caminaba en brasier y falda por la casa mientras se tomaba el café con leche. Era 1994 y hablar del suicidio era tabú. Treinta años después, cuando Pacheco decide publicar un libro sobre lo que vivieron ella y su familia, todo el país parece querer romper con ella también el tabú del suicidio. Pacheco publicó a finales de abril Un lugar en el mundo (Urano), que se presentó por primera vez en la Feria del Libro de Bogotá. La novedad editorial toca un tema sensible esta semana, después de que Catalina Gutiérrez Zuluaga, una residente de medicina de la Universidad Javeriana, se suicidara después de dejar una nota a sus compañeros.
Tras la muerte de la doctora, se abrió un debate sobre el modelo educativo para los médicos, pero a la vez se ha empezado a hablar sobre el suicidio: cómo prevenirlo, cuáles son sus causas, sus consecuencias y de dónde viene el estigma que deja en los familiares de quien fallece. Han opinado al respecto doctores, estudiantes, influenciadores y el mismo presidente Gustavo Petro. “La muerte por suicidio y la opresión a una residente solo muestra el impacto neoliberal de un sistema que ya no reconoce el derecho del ser humano”, dijo el mandatario en su cuenta de X. La autora del libro, para quien el suicidio no es un tema teórico, también tiene mucho que decir al respecto.
El silencio, el secreto y el juicio social hicieron que creciera sintiendo que había algo malo en ella, que su familia estaba rodeada por una tragedia que era prohibido tocar. Por fortuna, su padre siempre fue abierto con Pacheco y su hermana. Aunque en un principio no les contó cómo había muerto su madre, a los pocos días les explicó que ella no se había caído del piso 23 por accidente, sino que había sido su decisión. Desde muy pequeñas entendieron que su mamá tuvo una enfermedad mental, depresión, y que se enfrentó a ella. Visitó al psiquiatra y tomó antidepresivos.
Christian Muñoz Farías, psiquiatra de niños y adolescentes, explica que a los niños siempre se les debe hablar de forma veraz, de acuerdo con la edad que tienen y con su manejo del lenguaje. No se debe ocultar lo que está pasando: “Generar una historia que no corresponde termina teniendo un impacto mucho más grande en el funcionamiento del niño. Puede generar fobias, miedos, trastornos de ansiedad. Ser honestos y sinceros en el dolor va a permitir que el duelo sea más adaptativo”.
En la casa de María Juliana Pacheco, dentro de la intimidad de su papá y su hermana, lo expresaron todo, pero hacia afuera hubo total silencio. “Esconder el suicidio era lo que lo volvía tan oscuro. Era como a si me dijeran que me pasó algo raro, que nosotros —mi papá, mi hermana y yo— estuviéramos marcados por una cosa trágica de la que la gente no habla. Tenía que esconder el suicido y eso me hizo sentir mal siempre, como si yo tuviera algo malo”, cuenta.
Precisamente por ir toda su vida con esta “nube negra”, como la llama Pacheco, ha asistido a terapia. Como parte de su proceso terapéutico escribió una historia que con el tiempo se convirtió en Un lugar en el mundo. En el libro explica que la relación entre su hermana, su papá y ella los salvó, porque tuvieron un espacio para hablar abiertamente del suicidio. “La unión de los tres nos dio mucha fuerza y a mí me dio un ancla a la verdad. Podíamos hablar de todo. Yo me sentía un bicho raro en el mundo, pero en mi casa eso tan horrible no lo era tanto. Fue un ancla a seguir viviendo”, dice.
El proceso, en todo caso, no fue sencillo. “Una de las primeras preguntas fue: ‘¿Qué hacemos cuando pregunten por mi mamá? ¿Contamos lo que pasó? ¿No lo contamos? ¿A quién sí, a quién no? ¿Por qué nadie nos habla de esto (aparte de mi papá)? Los que sí saben ―porque alguien les contó o porque lo vieron en el periódico—, ¿se están haciendo los que no se enteraron?’. Este hecho en mi vida fue el gran elefante rosado en la mitad de la habitación y por eso contarles esta historia es una especia de salida del clóset para mí, que además es un puente hacia mi mundo interior y un vehículo para ayudarme a terminar de sanar”.
Como explica la psiquiatra y divulgadora de salud mental Vicky Pérez, “las familias evitan hablar del tema por vergüenza, porque no saben cómo manejar el tema, porque no quieren ser objeto de miradas críticas, incluso de burlas”. Lo que deben hacer es lo contrario, dice: hablar del suicidio para entender qué sucedió y saber si puede presentarse en otro familiar. “Esto es bueno saberlo. No para vivir con el miedo, sino para trabajar en cómo estar menos expuesto y saber prevenir”, afirma la psiquiatra. Explica también: “Entre más conversemos del suicidio, y más se sepa lo que genera, mejor se va a manejar. Aunque las nuevas generaciones hablan mucho más de salud mental, no lo hacen tanto sobre el suicidio. Todavía falta mucho por explorar”.
Poner el tema sobre la mesa
Han pasado 30 años desde el suicidio de la mamá de Pacheco, pero la escritora considera que, al igual que las enfermedades mentales, el tabú se mantiene. Como ve que la sociedad no está lista para hablar de estos temas, ella los pone sobre la mesa con su libro. Cuenta que la necesidad de hablarlo es clara, y por eso muchas personas le han agradecido por la obra, que las ha hecho sentir menos solas. Son personas que vivieron algo similar.
Vicky Pérez explica que el duelo de un suicidio es mucho más difícil que otros, porque muchas veces los familiares se sienten culpables, se preguntan por qué no hicieron algo para prevenirlo, por qué no vieron señales, qué le estaba pasando al suicida, por qué no pidió ayuda. Lo más difícil son las preguntas que quedan. Muchas veces también sienten mucha rabia hacia la persona que los dejó, y a toda esa carga se suma el estigma social, los señalamientos, como los que enfrentó al padre de Pacheco.
Por todo ello, Pérez considera que los familiares de alguien que se suicida siempre deben buscar ayuda profesional. “Todos sabemos que nos vamos a morir, que esto es temporal, pero la muerte por un suicidio no es algo que los seres humanos estemos dispuestos a vivir. Se debe buscar ayuda, no esperar a que el duelo se complique. Hay dolores que son inherentes a la vida y hay otros que no tenemos por qué vivir tan solos”.
Cuando quien se suicida es un niño, es importante que los padres pidan ayuda con rasgos especiales. Christian Muñoz, el psiquiatra infantil, explica: “Debe hacerse para que el duelo no se vuelva patológico y no se fracture la familia, las relaciones con los demás hijos y entre los hermanos, porque puede haber demasiada protección por el miedo a que se repita”.
El médico describe los posibles efectos con la historia de dos hermanas a las que atendió a los cinco y siete años tras el suicidio de su papá. “El desenlace fatal del padre tuvo un impacto emocional en el desarrollo de estas niñas. Hoy las dos son adultas, la mayor tiene trastorno de ansiedad y teme que ante una situación de estrés ella pueda tomar la misma decisión de su padre”.
Para María Juliana Pacheco es claro que el suicidio de su madre le marcó la vida para siempre, y también que todo habría sido diferente, menos gravoso, si no hubieran tenido que ocultarlo. Por eso concluye: “Es necesario generar conversaciones sobre la salud mental”.
Las personas con conductas suicidas y sus familiares pueden llamar a estos números habilitados en diferentes regiones de Colombia.
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