Mauricio Cruz, director de la continuación de ‘Betty, la fea’: “Hasta la mujer más hermosa del mundo se identifica con ella”
El director de esta serie, que se estrenará en Amazon Prime el próximo viernes 19 de julio, tiene el reto de contar qué ha pasado con Beatriz Pinzón y con los personajes de Ecomoda 25 años después
Betty va en contra del primer mandamiento de la telenovela latinoamericana, que dicta que la protagonista debe ser de una belleza indiscutible. Una belleza tal que le garantice que ella —joven, alegre y silvestre—, proveniente de una zona rural o de un barrio popular, logre conseguir un galán que la rescate de la pobreza y la lleve a vivir a su mansión, o castillo. Fernando Gaitán, creador de este icónico personaje, conocía los mecanismos del melodrama, pero a finales de la década de los noventa decidió desafiarlos. “¿Qué tal si uno hace una mujer de carne y hueso?”, explicó en una entrevista. Una protagonista sobre la que el público no proyecte sus anhelos, sino que sea testigo de una mujer que sueña, detrás de unos lentes, unos frenillos y un flequillo.
Un par de meses antes del cambio de milenio, el 25 de octubre de 1999, Colombia presentó uno de sus personajes más universales: Beatriz, como la musa idealizada por Dante, pero Pinzón Solano; una genio de las finanzas que se enamora de su jefe en silencio, con su diario como único testigo. Su éxito nacional, donde siete millones de personas vieron simultáneamente el primer beso con Don Armando, fue seguido por un alcance global sin precedentes. Esta historia ha sido emitida en más de 180 países, doblada a 25 idiomas y adaptada 24 veces, por lo que fue incluida en el Libro Guinness de los récords como la telenovela más exitosa de la historia de la televisión. Hay una Betty china, una Betty turca, serbia o vietnamita.
“Todo el mundo se identifica”, dice Mauricio Cruz Fortunato, en una entrevista con EL PAÍS, para tratar de explicar el éxito de Betty, al cual espera darle continuidad como director de su segunda parte, que se estrenará este 19 de julio por Amazon Prime. El destino de Cruz parece entrelazarse con el de Fernando Gaitán, su guionista, quien murió en enero de 2019, y con una época notable de la televisión colombiana. Fue él quien dirigió la nueva versión de Café con aroma de mujer (1994), escrita por Gaitán, así como otras producciones: Pasión de gavilanes, basada en Las aguas mansas (1994), y Manes, un ‘remake’ de la serie Hombres (1996); aunque también ha trabajado en otros proyectos, entre ellos La Guzmán o La reina del sur.
Pregunta. Esta propuesta es una segunda parte de Betty, la fea, es decir, nada estaba escrito. ¿No es mucho más arriesgado que hacer una nueva versión, como en el caso de Café con aroma de mujer?
Respuesta. Sí, digamos que son riesgos diferentes. Café también es algo muy fuerte en Colombia y en el mundo, pero cuando me enteré de este proyecto de Betty la fea, pensé que hacer un ‘remake’ era imposible. No hay quién reemplace a Betty. Pensé en un fracaso, hasta que me dijeron: ‘no, es 20 años después’. Me pareció increíble, porque es ver cómo ha avanzado la historia, cómo han avanzado sus vidas.
P. ¿Cuál fue esa sensación al leer el guion?
R. Es muy difícil porque Betty es un ícono, un personaje demasiado entrañable. El mundo entero ha visto Betty, y no solo nuestra Betty, sino no sé cuántas versiones. Al volver a verla, ya no como público sino como director, aluciné con la antigua Betty, y ahora alucino con la nueva. Fue muy difícil actualizar la historia. Hay muchas cosas que suceden en Betty la fea, en la primera parte, que creo que ahora son impensables: el machismo, todo centrado en la belleza, un poco banal. Ahora hay más profundidad, con una Betty que es una mujer madura, con habilidades y fracasos, como cualquier ser humano, que creo que es lo esencial y lo más maravilloso que se inventó Fernando Gaitán. Era crear un personaje, desde unos puntos de vista diferentes para el momento, y lograr que todos nos identificáramos.
P. Al haber hecho antes Café y ahora Betty, ¿no tiene la sensación, a veces, de que conoce a Fernando Gaitán?
R. Tuve la fortuna de conocerlo, en varios momentos, trabajando y también a nivel social. Un tipo brillante; para mí, un genio. Es que yo creo que si uno logra inventarse un personaje como este en la vida, ya lo lograste todo. Pienso en Chaplin, pienso en Sylvester Stallone con Rambo y con Rocky. Espero no sonar pretencioso, pero lo veo a ese nivel. Creo que Gaitán tenía un lado femenino muy interesante, porque entendía muy bien el amor. Sí, tenía una sensibilidad tan profunda y tan bella, y logró plasmarlo en el papel, y nosotros tener la fortuna de poder llevarlo a la pantalla.
P. Como dijo, la anterior Betty tiene elementos que hoy son impensables. Ahora hay un panorama mucho más incluyente, pero, ¿no se puede a veces caer en una inclusión forzada?
R. Yo creo que sí hay una obligación moral. Es hablar de participación y hablar de enseñanza. Al hacer un proyecto como este, que es tan aceptado a nivel mundial, hay más responsabilidad. Para hacer esto, y así se asumió, debía ser incluyente. A veces hay cosas forzadas, pero sí creo que somos de un país de una variedad tan grande, de una mezcla tan fuerte a nivel racial, cultural, que debemos explotar esos valores. Y es importante para mí que sea así. Yo en Betty, en lo que hicimos, no lo veo forzado. Además, tenía un personaje gay desde siempre. Ahora, hay un giro que parece increíble, que es que los que considerábamos nerds en esa época ahora son la gente importante. Trata de mantenerse algo, porque la belleza es algo importante en nuestras vidas, nada qué hacer, pero ya no es la base. Ahora es el descubrimiento de la mujer empoderada, fuerte, con los problemas como madre, como pareja, con frustraciones, con fracasos, con triunfos.
P. Cuando venía la transformación de Betty, cuando se transmitió la novela en Colombia, en el 2000, había una gran expectativa. Estábamos acostumbrados a las telenovelas mexicanas en las que la protagonista regresaba, bella y dispuesta a vengarse. Al público de ese momento algo le quedó faltando, porque ella conservó sus gafas y sus brackets...
R. Hay una cosa, y es que en los dosmiles todo era aspiracional, hasta para los hombres. La belleza era parte del triunfo. Creo que esa es la transformación que hemos tenido. Y creo que somos afortunados en eso. No digo que la belleza no sea importante. Claro, el que es bello tiene esa fortuna, pero hay una cosa que es una aspiración mucho más fuerte, que es hacia la belleza interior. Y esta segunda parte de Betty es eso. Es ver cómo ella vuelve a su esencia: me transformé para que la sociedad me aceptara, pero quién soy yo, cómo me gusto. Y ver que Armando también ama a su Betty así, porque así se enamoró.
P. En el caso de Betty, además de ser la historia de una mujer fea, es también la historia de una mujer que permanece a la sombra, en esa oficina escondida. La mujer que trabaja detrás, pero el que se lleva el crédito es el hombre...
R. Esa es la historia anterior. Yo creo que todos cuando empezamos, estamos a la sombra y trabajamos para otros. Como me dijo un maestro hace muchísimos años: lo importante del talento es mantener la disciplina para que el talento brote, como una gota de oxígeno en medio del mar: algún día sale a flote. Y es verdad. La historia es de una mujer en la sombra, tratando de hacer brillar a su jefe, y lo logra, pero en esta parte ya vemos a una mujer de verdad, madura, que triunfó.
P. Es también, entonces, una historia sobre la madurez de la mujer
R. Creo que somos un eslabón, los de cierta edad, que nos tocó vivir en esa época y ahora ver la nueva masculinidad, el empoderamiento de la mujer. A veces pienso que soy afortunado de ser un eslabón entre unas generaciones y otras, para darme cuenta de ese cambio. Espero que mi hijo sea un hombre bastante diferente a lo que fui yo, y a lo que es su abuelo. Betty también es un eslabón. Lo que más me gusta de este personaje es que me parece súper sensible. Una mujer que es madre ahora, de una veinteañera, con un problema marital difícil, porque trabajan juntos, y creo que no hay nada más difícil que trabajar con tu pareja, en la empresa del marido, en donde ella es la presidenta y tiene que dar órdenes. Y pensando en el perdón, porque Armando hizo muchas cosas terribles en el pasado, y como todos sabemos, las heridas cicatrizan, pero quedan las marcas.
P. La televisión colombiana algo ya se había internacionalizado, pero Betty fue un fenómeno que marcó un antes y un después. ¿Por qué cree que se convirtió en un fenómeno global?
R. Para mí Betty tiene una mezcla de dos historias de la literatura: El patito feo y El conde de Montecristo. Es una lucha por la superación, porque es una niña de clase media muy preparada, genio, que no llena los estereotipos de belleza de esa época. Porque si hoy la vemos, es muy chistoso porque hoy sería ‘hípster’. Pero en esa época no existía ni la palabra ni el concepto. No conozco la primera persona que no se identifique con el perdedor. Ahora, el perdedor con un corazón increíble, como ella. Es una mujer inteligentísima, aunque con un papá castrante. Don Hermes es un personaje divino, pero es un señor conservador, terrible, que cuida a su princesa. Entonces Betty tiene que salirse de eso para poder hacer su vida; de las primeras cosas de las que tiene que zafarse es del papá. Todo el mundo se identifica. La mujer más hermosa que pueda existir en el mundo ve Betty y se identifica con ella, porque vive una serie de situaciones en las que todos nos reflejamos. Todos nos hemos sentido feos en algún momento de nuestras vidas. Todos hemos tenido frustraciones o fracasos; la vida misma se ha encargado de golpearnos de alguna forma. No existe una persona que no haya sido golpeada, porque si no, para qué vida. Creo que es eso: logró identidad, no solamente de las mujeres, sino de los hombres. También nos muestra cómo no debemos portarnos nosotros los hombres. Para mí, es incluyente en todo sentido. No solo en los parámetros de ahora, sino de siempre. Aceptación sería la palabra más fuerte que tiene este proyecto.
P. Cuando miras Betty, ¿qué es lo que más te gusta?
R. La torpeza física me avergüenza muchísimo. Yo la veo y me parece bellísima. Cuando pasa algo con su torpeza, que siempre cae, de una forma circunstancial, me da como vergüenza ajena. Pobrecita, ¡cómo le pasa esto! Y cuando ocurre aquí, en la nueva temporada, era de lo que más me causaba angustia, y al tiempo me divertía, porque no hay cosa que divierta más que la tragedia ajena. Para mí, no hay nada más cómico que el drama. Poderte reír del drama ajeno.
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