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Fenómeno de La niña
Columna
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Otra vez en suspenso

Colombia y el eterno retorno: nos acostumbramos a oscilar entre una reforma que genera tensión y otra que logra consensuarse, entre la sequía y las lluvias, ¿pero estamos preparados ahora para el fenómeno de ‘La Niña’?

El cuerpo de un ave muerta en el embalse La Regadera, durante sus niveles más bajos históricamente, el 8 de abril de 2024.
El cuerpo de un ave muerta en el embalse La Regadera, durante sus niveles más bajos históricamente, el 8 de abril de 2024.Diego Cuevas (Getty Images)

Colombia a veces parece una película de terror y suspenso de esas en las que una vez pasa uno un susto, transcurren unos cuantos minutos de tranquilidad y luego llega un nuevo susto tal vez más intenso que el anterior. Esta situación aplica en todos los términos: por ejemplo, en política se anuncia una reforma que genera tensión, esta logra consensuarse, pero luego aparece otra que siembra aún más angustia y nuevas preocupaciones; en términos de seguridad, se celebra la firma de un proceso de paz, se empieza a creer que todo va a ser mejor, pero en poco tiempo la guerra se recrudece y la pesadilla empieza de nuevo. Así pareciera ser con todo. Colombia y el eterno retorno.

Algo así es lo que recién acaba de terminar con la escasez de lluvias y la temporada seca que llegaron de la mano del fenómeno de El Niño. A pesar de las advertencias desde casi un año atrás, los últimos meses del fenómeno climático llegaron con las consabidas angustias que produjeron los bajos niveles de los embalses, las probabilidades de problemas con el suministro eléctrico y el racionamiento de agua en muchos lugares del país (no solo en Bogotá). Sin embargo, como en buena película de suspenso, luego de los instantes de alta tensión, llegó la lluvia y así empezó una nueva secuencia de escenas de tranquilidad.

Pero no olvidemos que la película sigue y ya nos anuncian para la segunda mitad del año la llegada del fenómeno de La Niña con sus respectivas lluvias en exceso y por ende las consecuentes amenazas de deslizamientos, derrumbes y crecientes. Mejor dicho, una nueva secuencia de horror de esas que uno soñaría con que no se repitan.

¿Estamos preparados para la llegada de las intensas lluvias? Esa pregunta que parece retórica y contraevidente nos lleva, una vez más, a analizar el trabajo que las autoridades han venido desarrollando no solo en este gobierno, sino en gobiernos anteriores para contener y mitigar los efectos de un exceso en pluviosidad. Basta con echar un rápido vistazo a una de las zonas donde la emergencia por inundaciones resulta más grave para descubrir que no estamos listos.

Los habitantes de la región de La Mojana ya empezaron a pedir ayuda al Gobierno, pues a pesar de las promesas desde épocas del presidente Duque, aún no resuelven los problemas de los chorros por donde se filtra el agua desde el impetuoso río Cauca hacia las tierras históricamente inundables de esa sabana que se extiende por tres departamentos del país. Ellos anticipan que otra vez serán cientos de hectáreas perdidas apenas suba un poco más el nivel del río y decenas de miles de familias una vez más convertidas en damnificadas de la temporada de lluvias.

Y ese es apenas uno de los ejemplos. Uno de los sitios que más siente el azote de las lluvias, más no el único. ¿Qué va a pasar con las carreteras? ¿Qué va a ocurrir con los ríos que si incrementan su caudal amenazan con llevarse puentes enteros? ¿Qué sistemas de alerta se han preparado para que podamos evitar tragedias?

Tristemente, como en las películas, la mayoría de los colombianos quedamos como espectadores de las escenas de terror, mientras que aquellos que deberían dedicarse a evitar nuevas tragedias discuten y pelean por asuntos que más parecen de filosofía política antes que de urgente realidad.

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