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Las centrales que más contaminan evitan el apagón en Colombia

La energía producida con gas y carbón, que el presidente Petro aspira a eliminar para proteger el medioambiente, funciona como un seguro y evita un racionamiento eléctrico

crisis electrica en colombia
Central Termoeléctrica La Sierra, en Puerto Nare (Antioquia).DAVID SANCHEZ (EPM)
Lucas Reynoso

El presidente Gustavo Petro ha sido enfático en que no quiere más centrales térmicas para generar electricidad en Colombia. “Nosotros ya deberíamos estar reemplazándolas, no viendo [solamente] cómo producimos más energía limpia al lado de las termoeléctricas... eso no es transición energética. La transición energética es reemplazar energía fósil por energía limpia”, dijo en febrero. Dos meses después, el fenómeno El Niño está demostrando lo difícil que es cumplir este objetivo. El sistema eléctrico, mayormente de generación hidráulica, está contra las cuerdas: la demanda ha aumentado con el calor y los embalses se han vaciado por la falta de lluvias. Para compensar, las termoeléctricas están funcionando a su máxima capacidad. La pesadilla de Petro es la única manera de evitar que Colombia se quede a oscuras.

El protagonismo de la energía térmica no sorprende. Es el plan B que se ideó hace 30 años, tras los apagones masivos en 1992 y 1993. Las centrales térmicas actúan como complemento de las hidráulicas, que componen casi el 70% de la capacidad de generación. Alejandro Castañeda, director ejecutivo de la Asociación Nacional de Empresas Generadoras (Andeg), el gremio de las termoeléctricas, explica que existen contratos con el Estado para que 27 de las 29 centrales estén disponibles en caso de que haya que aumentar la producción por faltantes de lluvia, algo que sucede de forma significativa cada un par de años. “La participación pasa de un 15%, concentrado mayormente en el Caribe, a un 50% para todo el país. Si no hubiera generación térmica, nos apagaríamos”, comenta por teléfono. Para asegurar que estén allí, el sistema les paga permanentemente el llamado cargo por confiabilidad, que les permite sobrevivir incluso sin vender energía.

Este año El Niño ha sido más largo de lo habitual, y no ha llovido como se esperaba en abril: los registros de XM, la empresa encargada de operar el sistema eléctrico, muestran que los embalses estuvieron el viernes por debajo del 29% de su capacidad, menos de dos puntos del 27% que define como punto crítico la Comisión de Regulación de Energía y Gas (CREG). Las lluvias del pasado fin de semana elevaron los niveles al 30%, pero no se proyectan precipitaciones significativas para los últimos días de abril. Las centrales térmicas no dan abasto y las alarmas por un posible racionamiento están encendidas como no pasaba desde los noventa.

Lo que está garantizado es el gas, el carbón y los combustibles líquidos que las térmicas utilizan para generar energía. “Consumimos unas cinco millones de toneladas de carbón en esta época de sequía, mientras que en un año normal ronda las tres millones de toneladas. Casi que se dobla el consumo, pero tenemos una disponibilidad muy grande”, afirma Castañeda. El gas, por su parte, está garantizado por la importación a través de la Planta de Regasificación de Cartagena, inaugurada en 2016.

Críticas al Gobierno

Hay algunas cuestiones coyunturales que se le han criticado al Gobierno. Varios expertos consultados por este periódico explicaron la semana pasada que los incentivos al ahorro de energía, una medida que aún está en estudio, debieron haberse implementado hace meses. Las hidroeléctricas, además, se quejaron hace tiempo por amenazas de ser intervenidas si subían los precios por la escasez. Esto, según explica Castañeda, implicó que el mercado no llevara a las térmicas a activarse al ritmo requerido. “La señal del Gobierno fue contraria a la que veíamos. El mensaje fue: ‘No quiero ver precios altos, no nos vamos a apagar, ya va a llover’. Entonces la térmica no subió lo suficiente”, afirma el director de la Andeg.

El ministro de Minas y Energía, Andrés Camacho, ha enfatizado en que el año pasado se realizó el mantenimiento necesario para que las plantas térmicas pudieran aumentar su producción por El Niño. También ha defendido la suspensión del suministro eléctrico a Ecuador y ha comenzado negociaciones para suministrar gas a Termocentro, una central en Santander que no recibe dinero del cargo por confiabilidad y no está obligada a producir más ante la crisis. Ha insistido en varias ocasiones con que el racionamiento no está entre las opciones contempladas, pese a que el presidente sí ha insinuado que es una posibilidad.

Energía solar y eólica

También hay problemas de fondo, más de largo plazo. El sistema eléctrico no ha aumentado su capacidad al ritmo proyectado en los últimos años: en 2023, por ejemplo, los datos de XM muestran que solo ingresaron 1.142 nuevos megavatios de los 6.608 que se esperaban. Los sectores de energía solar y eólica, protagonistas de la transición energética que ambiciona el presidente, son los más rezagados: el año pasado, contabilizaron un 5% de desarrollo de lo proyectado y un 0%, respectivamente. Aunque ya rondan el 3% de la matriz, la participación está muy por debajo del 12% que el Gobierno de Iván Duque había proyectado para 2022.

Hay inversiones millonarias en departamentos como La Guajira que no están saliendo adelante. Luis Baquero, gerente de la mesa que coordina los proyectos desde la Asociación Nacional de Industriales (ANDI), explica en una conversación telefónica que hay problemas burocráticos por la limitada capacidad que tienen la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (ANLA) y la Corporación Autónoma Regional de La Guajira para evaluar tantas solicitudes. Además, hay desacuerdos entre los líderes indígenas con los que se negocia y falta avanzar con decenas de consultas a comunidades. “La energía que se espera que salga de La Guajira es el equivalente a la hidráulica de Hidroituango cuando está a máxima capacidad. Pero es un reto muy duro por la incertidumbre que se vive”, remarca. Sin embargo, señala que el Gobierno los ha apoyado y que es optimista respecto a que haya avances para el próximo fenómeno El Niño.

Seguridad energética

La demanda energética continuará creciendo en los próximos años —aumenta a un ritmo de 2,5% por año, según XM—. Aprovechar los vientos y la radiación de lugares como La Guajira es una alternativa ideal para aumentar la oferta, según comenta por teléfono Santiago Arango, profesor de la Facultad de Minas de la Universidad Nacional en Medellín. No hay dudas de que Colombia se beneficia con las inversiones en renovables no convencionales, algo que han promovido el Gobierno actual y el anterior. No obstante, eliminar las centrales térmicas no es factible en un futuro cercano. “Casi siempre los gobiernos tienen un discurso de transición energética, pero a corto plazo prima la seguridad energética y la flexibilidad necesaria para garantizar el suministro”, afirma Arango.

Para Clara Inés Pardo, experta en políticas energéticas y profesora de la Universidad del Rosario, eliminar la energía térmica tampoco es aconsejable a largo plazo. “No existe una energía perfecta, cada una tiene sus ventajas y sus desventajas. Lo que hay que buscar es diversificar el portafolio”, subraya por teléfono. Según explica, la energía térmica contamina más y es más cara, pero es fácil de almacenar y tiene mayor capacidad para responder de forma inmediata a un imprevisto. No depende del clima como la eólica o la solar, que necesitan de días ventosos o soleados y requieren de baterías costosas en caso de querer almacenar para momentos de escasez.

La experta considera que lo que sí es aconsejable es sustituir el carbón por el gas, al cual describe como una fuente de energía “mucho más limpia y eficiente”. Pero, mientras tanto, los dos profesores enfatizan en que deben primar las decisiones tomadas con análisis de costos y beneficios. “No hay que ser tan dogmático en estigmatizar las fuentes de energía”, afirma Arango. “O paro el país, o lo muevo con las térmicas”, remarca Pardo.

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Sobre la firma

Lucas Reynoso
Es periodista de EL PAÍS en la redacción de Bogotá.
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