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Bogotá sin agua: ríos voladores, páramos, fenómeno del Niño y racionamiento

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Bogotá sin agua: ríos voladores, páramos, fenómeno del Niño y racionamiento

El racionamiento marca la vida en la capital colombiana desde que el Sistema de Chingaza, que provee la mayor parte del líquido a la ciudad, atraviesa niveles críticos

Carlos Pulido, un líder comunitario de 50 años, ya estaba listo cuando empezó el racionamiento de agua en Bogotá. Parece que siempre ha estado listo. Hay baldes y canecas llenos de agua por toda su casa, que él insiste una y otra vez que es “humilde”, en el barrio Manitas de Ciudad Bolívar, uno de los más pobres de la capital de Colombia. Pulido deja un recipiente debajo del lavamanos para recoger agua con la que vaciar el inodoro. Una papelera al lado de la lavadora junta el líquido que sobra de la máquina: estará dedicada a la limpieza de la casa, y también del baño. Dice que lleva cinco años en esta casa, y siempre ha conservado el agua así. “Por reducir costos”, explica. La ciudad atraviesa recortes programados del servicio de acueducto desde mediados de abril.

Un cartel en uno de los edificios del barrio Marsella, en Bogotá.
Un cartel en uno de los edificios del barrio Marsella, en Bogotá.Natalia Pedraza Bravo

La distante Bogotá bebe de la Amazonía. En estos días de racionamiento esa idea, cada vez más asentada entre científicos y ambientalistas, ha estado muy presente también en los pasillos de la Feria Internacional del Libro de Bogotá, la FILBo, dedicada en esta edición precisamente a reflexionar sobre la naturaleza. Incluso el presidente Gustavo Petro y el alcalde Carlos Fernando Galán se han hecho eco de que hay dos asediados ecosistemas que son neurálgicos para la mayor ciudad del país: los páramos que la rodean y la selva amazónica.

Los llamados “ríos voladores” son flujos que viajan desde el océano Atlántico hasta la cordillera de Los Andes, empujados por los vientos alisios, y se alimentan del vapor de los árboles de la selva amazónica. En otras palabras, esos árboles garantizan, entre muchas otras cosas, la regulación del clima y la oferta de agua para las grandes ciudades andinas. Los embalses alrededor de Bogotá, una urbe de ocho millones de habitantes a 2.600 metros sobre el nivel del mar, se encuentran en niveles históricamente bajos debido a que han disminuido las lluvias en la cordillera de Los Andes, en general, y en el páramo de Chingaza, la mayor despensa de agua para la capital colombiana, en particular. “Los ríos voladores no son un cuento, sino una realidad de la cual dependemos y que está íntimamente ligada a la deforestación y al conflicto armado colombiano”, advertía en una reciente columna Rodrigo Botero, director de la Fundación para la Conservación y Desarrollo Sostenible (FCDS).

Cabecera Presidencia 2024
Cabecera Presidencia 2024

El fenómeno El Niño, reforzado por el cambio climático, se ha dejado sentir este año en toda su dimensión, con días secos y altas temperaturas. Los páramos, con su particular vegetación que suele estar preñada de agua, no retuvieron tanto líquido como acostumbran. Esa reciente sequía en el sexto país más rico del mundo en agua dulce y el primero en precipitación anual ha evidenciado, una vez más, cuán vulnerable es Colombia a los eventos climáticos extremos, destaca el exministro de Ambiente Manuel Rodríguez Becerra, quien también ha hecho parte de la Junta Directiva de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá. Subraya que cuando se diseñó el sistema de embalses que surten a la capital, una urbe que siempre ha sido famosa por su clima lluvioso, eran inconcebibles unas épocas de sequía tan extrema.

Una mujer utiliza el agua recolectada en un edificio del barrio Marsella en Bogotá.
Una mujer utiliza el agua recolectada en un edificio del barrio Marsella en Bogotá. Natalia Pedraza Bravo

Los bogotanos, poco a poco, comienzan a tener las cifras muy presentes. En condiciones normales, cerca del 70% del agua que consumen proviene del Parque Natural Nacional Chingaza, un delicado ecosistema de bosques y páramos en el que se construyó hace medio siglo un sistema artificial de recolección. El llamado Sistema Chingaza, que tiene como grandes reservorios a los embalses de Chuza y San Rafael, obtiene el líquido de las cuencas hidrográficas de los ríos Guatiquía y Chuza. Se levantó a partir de 1969 –cuando Chingaza aún no era declarado un parque natural–, y entró en funcionamiento en la década de los ochenta. Además de Chingaza, la ciudad y sus municipios vecinos se surten en cerca de 25 % con los embalses de Neusa, Sisga y Tominé –el Sistema Tibitoc, que potabiliza el agua del río Bogotá–, y toma casi 5% de otro páramo cercano, el de Sumapaz, el más grande del mundo.

Porcentaje de los tres sistemas que abastecen de agua a la ciudad de Bogotá

Los bajísimos niveles del Sistema Chingaza son la principal preocupación que llevó al alcalde mayor de Bogotá, Carlos Fernando Galán, a poner en marcha un racionamiento de agua desde el jueves 11 de abril. La capital colombiana y su área metropolitana quedaron divididas en nueve zonas, que se rotan en cortes totales del servicio durante 24 horas. La Alcaldía se ha propuesto dos metas a las que hace un seguimiento diario: los niveles de Chingaza, que deben subir por encima del 20% para finales de mes, y el consumo diario, que debe bajar hasta 15 metros cúbicos por segundo. Solo con esos datos se decidirá si las medidas se mantienen, se relajan o se endurecen. El propósito a mediano plazo de los cortes es reducir la demanda de agua y que, sumado a las lluvias por venir, eso permita terminar el 2024 con niveles de 75% en Chingaza, necesarios para resistir el 2025. “En estos momentos no se puede desperdiciar una sola gota de agua en Bogotá”, enfatizó el alcalde al anunciar el racionamiento –una palabra de ingrata recordación en Colombia desde el gran apagón al que estuvo sometido el país en los noventa, pues produce la mayor parte de su energía de centrales hidroeléctricas–.

Niveles del Sistema Chingaza
(porcentaje)

Meta 20,13%

Consumo de agua diario
(metros cúbicos por segundo)

Meta 15 m/s

“La sobreurbanización, el incremento de la demanda y la deforestación del bosque andino crearon esta tormenta perfecta para que el ciclo hídrico se interrumpa y con condiciones de cambio climático y fenómeno El Niño hayamos llegado al racionamiento en Bogotá”, ha lamentado en su propio diagnóstico la actual ministra de Ambiente, Susana Muhamad. Otras regiones del país también sufren la sequía, pero la capital se ha llevado la mayor parte de la atención.

Con la única excepción de la localidad de Usme, que tiene su propio sistema de suministro, la zona metropolitana de Bogotá ha estado sometida a los cortes del servicio, del sur empobrecido al norte acomodado, de las zonas industriales en el occidente a los barrios empotrados en los cerros orientales.

Pulido, el líder comunitario del sur de la ciudad, tiene un tanque enorme en el tercer piso de su casa, en el que almacena 1000 litros de agua: “La usamos para trapear, para lavar el carro de mi hermano, para limpieza general”. En su terraza, frente a una espectacular vista de Bogotá pintada por las casas coloradas de Ciudad Bolívar, otra caneca azul recoge el agua lluvia, que usa para regar una decena de mantas. Pulido afirma que muchos en el barrio siguen su ejemplo. “Aquí mucha gente recicla. Muchos tenemos tanques”. Son rutinas que comienzan a multiplicarse.

Una cocinera utiliza el agua recolectada en un restaurante en Bogotá, el día 26 de abril 2024.
Una cocinera utiliza el agua recolectada en un restaurante en Bogotá, el día 26 de abril 2024. Natalia Pedraza Bravo

La última semana, con algo de lluvias, el nivel de Chingaza se ha ido recuperando de a poco, hasta ubicarse el viernes en 16,13%. “Seguimos por buen camino, pero es fundamental reducir más nuestro consumo. No nos podemos confiar de las lluvias, la situación de los embalses sigue siendo crítica”, dijo Galán al hacer un balance de los primeros 15 días de la restricción del suministro de agua. Varios expertos han señalado que se deberían haber tomado medidas desde mucho antes, con campañas de ahorro más agresivas, pero el agua no parecía un tema prioritario en el empalme entre las administraciones de Claudia López y Galán, que se posesionó con el nuevo año. Sí se plantearon proyectos e inversiones a futuro para solucionar el abastecimiento de agua en Bogotá más allá de 2040, pero “no se habló de una situación coyuntural crítica del nivel de los embalses”, señaló el alcalde este viernes ante una pregunta.

Más allá de la urgencia inmediata por disminuir el consumo y aumentar el nivel de los embalses –lo que solo se consigue si llega más agua a esas reservas que la que sale–, Bogotá necesita pensar alternativas para que no se repitan racionamientos iguales o más severos. Uno de los problemas con el agua de Chingaza es que corresponde realmente a la cuenca de la Orinoquía, detalla el exministro de Ambiente Rodríguez Becerra. Una posibilidad que se baraja desde hace muchos años es la de construir Chingaza 2, un nuevo embalse, pero los pobladores de los llanos orientales han hecho una férrea oposición por considerar que disminuiría los caudales de los ríos de los cuales depende tanto la provisión de agua como la actividad agrícola de esa región. La idea de hacer embalses en el páramo de Sumapaz también enfrenta la resistencia de las comunidades. Y otra posibilidad son los acuíferos de la Sabana de Bogotá y sus cerros circundantes, que pueden tener un alto potencial. “El conjunto de alternativas es muy amplio, pero hay que hacer unos estudios a fondo sobre su viabilidad ecológica, social, política y económica”, enfatiza. “Lo único que no puede hacerse es no hacer nada”.

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