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Salvatore Mancuso
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El regreso de Mancuso y los vericuetos de la justicia

El regreso de Mancuso puede ser una oportunidad para conocer verdades que sirvan al país, pero también será motivo de nuevas batallas

Salvatore Mancuso
Salvatore Mancuso en una reunión virtual con la Comisión de la Verdad, el 4 de agosto de 2021.Juancho Torres (Getty Images)

El anunciado regreso a Colombia de Salvatore Mancuso, uno de los jefes de las autodefensas, hace sangrar nuevamente una herida que no acaba de sanar. En este país es casi imposible pasar páginas de la historia porque los dolores enquistados y mal atendidos tienden a generar más violencia y confrontación. En esta ocasión la llegada de Mancuso puede significar aporte de verdad, pero es también un reto jurídico muy grande porque tiene procesos en tres tipos de justicia en Colombia: la ordinaria, Justicia y Paz y la JEP, que lo acogió con una fórmula muy extraña.

Luego de pagar 12 años de cárcel en Estados Unidos y de pasar tres más en un centro de migrantes para definir su destino, Mancuso debe responder por sus crímenes en Colombia. No es claro ante cuál de las justicias responderá ni qué va a pasar con todos los procesos abiertos, porque mientras más se indaga en su situación, más confuso es el panorama, pero su llegada revuelve nuevamente el episodio del paramilitarismo que no acaba de terminar.

Mancuso regresa además bajo la figura de gestor de paz y eso también agrega otro ingrediente de controversia, porque no está claro si la justicia va a autorizar su libertad bajo esa figura con todo lo que debe. Pasando revista a la página de la rama judicial en la cual se resumen los procesos pendientes, el nombre Salvatore Mancuso aparece 390 veces. No significa igual número de procesos porque al revisar el detalle hay varios que se repiten y porque también aparecen por lo menos tres casos en los cuales ese nombre figura como demandante. Sin embargo, eso sí da una muestra del tamaño del lío jurídico.

No es cualquier delincuente. Hablamos de uno de los grandes protagonistas de la guerra quien ha confesado responsabilidad en cientos de crímenes y decidió contar ante la JEP sobre la relación que tuvieron los paramilitares con agentes del Estado y líderes políticos. También ha relatado detalles sobre crudos episodios de la guerra, incluidos los hornos crematorios para deshacerse de las víctimas. En las audiencias previas a su llegada ante la JEP ha aportado elementos para encontrar a personas desaparecidas que fueron asesinadas y luego quemadas o enterradas para borrar sus rastros.

Su aceptación en la JEP generó una justificada controversia por la extraña figura que utilizó el Tribunal para aceptarlo bajo su jurisdicción, en la que por principio no tienen cabida los paramilitares para quienes ya existe Justicia y Paz, otra justicia transicional con rebajas y ventajas diseñada para ellos cuando se produjo su desmovilización. Estirando bastante sus competencias, en un giro que para algunos no cabía, la JEP aseguró que Mancuso entre 1989 y 2004 “ejerció un rol de bisagra o punto de conexión entre paramilitares y miembros de la fuerza pública”.

El propio Mancuso apeló al considerar que la interpretación podría generar inseguridad jurídica: “He decidido apelar el fallo ante la JEP. Esta apelación surge no sólo por la inseguridad jurídica en la que me sitúa, sino como un debate profundo sobre la factibilidad de operar dos sistemas de justicia transicional para un único conflicto armado, así como la urgencia de establecer un tribunal de cierre que garantice la conclusión justa y definitiva de estos procesos”.

No deja de ser llamativo que hable de un tribunal de cierre, la misma fórmula que están planteando hoy los líderes de las desmovilizadas FARC en medio de las denuncias que hacen sobre incumplimientos por parte de la JEP a lo pactado en el acuerdo. ¿Se necesita un tribunal de cierre? ¿Cómo hacerlo si la guerra aún no se cierra y hay varios grupos armados que siguen la violencia? ¿Quedaron mal diseñados los mecanismos de justicia transicional? ¿Están dispuestos los bandos políticos enfrentados a perdonar a todos los culpables, incluidos los que no estaban armados, pero que participaron en la guerra? ¿Cuánta impunidad más puede aguantar el país? ¿Cuántos muertos más? Hay más preguntas que respuestas.

El regreso de Mancuso puede ser una oportunidad para conocer verdades que sirvan a las víctimas y también al país para entender lo que ha pasado. Por supuesto que también será motivo de nuevas batallas porque, es apenas natural, muchos no quieren que se conozca lo que pasó detrás del paramilitarismo y Mancuso ha anunciado que tiene todavía más para contar. Esta llegada también puede dar pie a un debate jurídico importante en el que se requieren voces expertas y ponderadas y no solamente los gritos de las barras bravas políticas en favor y en contra de sus declaraciones. No es un asunto menor este retorno de uno de los grandes protagonistas de una guerra que parece una pesadilla sin fin.

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