Los desechos de café revolucionan una escuela colombiana

Un colegio público del Huila hace de los coproductos del grano las bases del plan de estudio en matemáticas, sociales y tecnología. Este programa de sostenibilidad busca cómo replicarse

Ana Lucía Gutiérrez y Thomas Arango, estudiantes del colegio Montessori, posan junto a un generador de energía a partir de desechos de café, en Huila (Colombia), el 3 de noviembre de 2023.Diego Cuevas

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Su escuela está llena de gente y quiere ser el mejor de los anfitriones. Antes de que los invitados saquen los pies del carro, asoma su cabecilla por la ventana, saca el pulgar y pregunta cómo están y si fue cómodo el viaje esperando genuinamente escuchar la respuesta. Thomas Arango Chavarro tiene apenas 12 años y un cuerpecillo que no casa con esa actitud adulta y elegante. “Bienvenidos a mi colegio. Espero que pasen el mejor de los días”, dice con una voz saltarina. Mastica chicle por los nervios, no tarda mucho en reconocerlo. “Hoy es un día muy importante”, explica a los forasteros.

Entre todos los invitados que acogerá la escuela pública Montessori San Francisco, en el corazón del eje cafetero colombiano, estará la ministra de Educación, Aurora Vergara, quien vendrá a conocer el proyecto de Cafelab. Gracias a esta iniciativa recibirán en unas horas el premio al mejor centro educativo del mundo en la categoría de acción medioambiental en los World’s Best School, otorgados por la organización T4 Education. Pero eso Arango aún no lo sabe. Y para él esta es una visita para conocer el trabajo de sostenibilidad que han realizado junto a profesores y compañeros desde 2017.

Cafelab empezó hace seis años en un intento de los profesores Ramón Majé Floriano (Matemáticas y Física) y Jorge Andrés Lizcano Vargas (Ciencias Naturales) de desarrollar competencias en los estudiantes que no se olvidaran “cada ocho días”. Tras una salida alrededor, empezaron a darse cuenta de los problemas ambientales que ocasionaban los desechos del café y decidieron hacer de ello la base del plan de estudios. “Lo primero que quisimos era pensar en estrategias para reincorporarlo a la naturaleza y luego darles la oportunidad a los chicos de profundizar en las materias que ellos necesitan. ¿Para qué voy a hacer un proyecto para hablar de contaminación sobre el uranio si no hay algo real aquí al lado?”, se pregunta Lizcano. “Eso es lo que tenemos que hablar con el ministerio. Ver cómo podemos llevar esto que logramos a otros colegios”.

Aurora Vergara, ministra de educación, interactúa con los estudiantes del colegio Montessori, sede San Francisco en Pitalito, Huila (Colombia), el 3 de noviembre del 2023.Diego Cuevas

Este proyecto, que se desarrolló en tres veredas del municipio de Pitalito, Huila, e involucró a unas 200 familias, planteó un cambio en la estructura curricular de la institución. Así, se determinó que la formulación y resolución de problemas reales se consolidaría como el eje central de estudio. Una decisión que cobra sentido en un lugar como Pitalito. Aquí se producen alrededor de unas 21.000 toneladas anuales; es uno de los municipios con mayor extensión cafetera de Colombia. “Donde está el mejor”, matizan los niños. Aquí las matas de café en todas las fases de crecimiento se asoman a los bordes de la carretera y también delimita el principio y el fin de esta escuela rural, donde estudian 330 alumnos entre los 5 y los 18 años. En lo que va de proceso, el programa ha reintegrado más de 100.000 toneladas de pulpa de café.

Bebidas aromáticas con la pulpa del café; briquetas ecológicas con la cascarilla como sustitutos de leña; obras artísticas con los restos o cunchos; energía eléctrica a partir de la pulpa y el mucílago (la capa gelatinosa que recubre la semilla y le da el dulzor) o compost orgánico. La creatividad de los estudiantes no tiene límites y ya están pensando en lo que vendrá después. Ana Lucía Gutiérrez Morales lo tiene claro: que sean los restos de café los que lleven electricidad a los barrios que no tienen.

Thomas, estudiante del colegio Montessori, prende un bombillo con energía generada por los residuos de café.Diego Cuevas

Ella decidió sumarse al grupo de generación de energía limpia desde que escuchó a su primo hablarle de lo que hacían. “La pulpa y el mucílago tienen la capacidad de generar energía eléctrica mediante el proceso de oxidoreducción [por la transferencia de electrones tras la descomposición y la acidez que generan]”, cuenta concentrada. “Es un proceso muy emocionante”.

Hasta ahora, han logrado encender bombillas de 12 vatios, gracias a unos recipientes que mantiene con cuidado entre sus manos. En una especie de maceta cerrada conservaron durante días una pequeña ración de pulpa y mucílago en descomposición que roza directamente con dos placas: una de zinc y otra de cobre. Estas son las encargadas de generar la electricidad. “Fue mágico aprender todo esto”, dice la joven. El proyecto está desarrollando ahora la forma de unificar toda la electricidad generada en una batería que pueda transportarse cómodamente. “Conozco a muchos vecinos que no tienen luz, sería muy lindo que pudiéramos cambiarlo. Incluso mejor que fuera con lo que los cafeteros no quieren y desechan, ¿no?”.

“Funciona porque lo investigamos”

Otro de los grandes emprendimientos de la escuela es la creación de compost con desechos de café. El 40% del fruto fresco, la pulpa, es botado por los campesinos, principalmente a sus cultivos. Pero la acidez de estos restos ha cambiado ciclos y ennegrecido varias cosechas, como le pasó al abuelo de Jaider Andrés Narváez. Por eso decidió hacer algo para solucionarlo: compost.

Jaider Andrés Narváez, estudiante del colegio Montessori, posa en uno de los laboratorios del colegio.Diego Cuevas

La clave de su proyecto fue juntar estos restos junto al cisco que se utiliza para la crianza de ganado y estudiar minuciosamente cuál es la mejor proporción para que este material orgánico se convierta en una gran fuente de nutrientes. “Es normal que mi abuelo pensara que cualquier elemento orgánico es bueno, pero no es del todo así. Yo observé en la finca de mi familia, de 80 hectáreas, cómo se amontonaban los restos en una fosa o se botaba a las huertas o a la deriva. Ahora usamos este compost que yo mismo creé”.

Para el profesor Lizcano, este plan de estudios trajo un sinfín de beneficios que trascienden lo académico. “Recuerdo que hace unos meses se nos acercó uno de los abuelos de los estudiantes a decirnos que su nieto era muy inteligente. Y que desde que empezaron con Cafelab tienen algo de lo que hablar. Eso no se puede medir en ningún examen, pero tiene un valor enorme”, cuenta emocionado.

“¿Y cómo sabes que esto funciona?”, le pregunta Vergara, rodeada de cámaras y padres de familia que se acercaron a la escuela a conocer de cerca a la ministra. Narváez ni se lo piensa: “Esta es una dupla excelente. El secreto está en la mezcla: 60% de materia orgánica seca y 40% de pulpa mojada. Sabemos que funciona porque lo investigamos”. La ministra sonríe satisfecha y les reconoce el arduo trabajo que han realizado.

Una estudiante y una empleada del colegio Montessori, esperan dentro de una de las aulas de la escuela. Diego Cuevas

“Ustedes son la alegría y la esperanza del país. Son ejemplo de lo que podemos hacer cuando ponemos la educación al servicio de la solución medioambiental”, dice tras la entrega de premios. Además del reconocimiento internacional, la escuela recibirá 50.000 dólares para darle forma al sueño de este centro: un biolaboratorio stem-maker, es decir que promueve el desarrollo de las ciencias, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas. “Queremos hacer una radiografía completa del café que nos rodea”, dice el profesor Majé, “llevar la educación a otro nivel. Esto es muy importante, sobre todo para una escuela rural. Tenemos un enorme orgullo y mucho trabajo que hacer aquí, en la ruralidad”.


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