‘Mariamulata’ no quiere ser mártir en Cartagena de Indias
La exalcaldesa Judith Pinedo aspira a un nuevo mandato tras pasar dos años en prisión por un caso en el que finalmente fue declarada inocente. Abajo en las encuestas, se niega a convertir su historia en un tema de campaña
La vida en el apartamento de la exalcaldesa Judith Pinedo, frente a la bahía de Cartagena de Indias, ha cambiado de manera radical en los últimos meses. Atrás han quedado el único pantalón y las dos camisetas que su marido, Arturo Zea, utilizó durante los meses de depresión. También las cartas que Judith escribía desde la cárcel y el impacto que sintió María José, la hija de ambos, cuando vio a su padre llorar por primera vez. La exmandataria local, conocida como Mariamulata, ha vuelto a vivir con su familia tras pasar dos años presa por delitos de corrupción que no existieron —la Corte Suprema la declaró inocente en marzo—. Ahora, los tres trabajan de forma frenética para que ella regrese a la Alcaldía en las elecciones de este 29 de octubre.
Judith y Arturo, casados hace 41 años, tienen una fuerte afinidad intelectual. Un sábado de campaña, antes de desayunar y salir de casa, se entusiasman con una conversación sobre el racismo presente en las narrativas tradicionales de la historia cartagenera. Arturo muestra unos libros de Alfonso Múnera, un historiador que visibilizó los aportes afro en las gestas de la independencia y que fue asesor de la Alcaldía de Judith (2008-2011). Ella, por su parte, cuenta entre risas sobre la vez que le dijo al expresidente venezolano Hugo Chávez que había que reivindicar menos a Simón Bolívar y más al almirante afro José Prudencio Padilla. Minutos después, María José corrobora que el tiempo en prisión de Judith unió más a sus padres. “Uno vuelve a esos lenguajes del amor que se pierden en la cotidianidad”, comenta.
Administradora de empresas de 29 años, la hija estuvo en desacuerdo cuando le contaron de una posible candidatura de su madre. “Los dos estaban juntos, como equipo, dos contra uno...”, rememora. “Mi primera reacción fue: ‘¿Qué? ¿Esto es en serio?’. La verdad me enfurecí mucho. Para mí era una locura, estábamos saliendo de dos años de una dificultad muy grande como familia”, agrega. No obstante, dice que cambió de opinión cuando su madre se mantuvo firme y comenzó a recorrer la ciudad. “Me hizo clic verla tan feliz a pesar de los riesgos, verla llena de vida en cada interacción con la gente”, explica.
Mariamulata asegura que está haciendo “lo correcto”. A lo largo de dos días en los que EL PAÍS acompaña su agenda electoral, la candidata señala la enorme desigualdad que ha fracturado a Cartagena desde la época colonial —las cifras gubernamentales de pobreza rondan el 44%, en una urbe de un millón de habitantes—. Describe una metrópoli que contrasta con la postal del centro histórico que admiran los extranjeros, una Cartagena víctima de una élite que no tiene interés por “una ciudad igualitaria” y que solo busca mecanismos para “robarse más fácilmente los recursos”. La exalcaldesa enfatiza en que su gestión puso un freno a los sobornos en las contrataciones y a las cuotas con las que los concejales se repartían la administración distrital.
—¿Por qué volver a intentarlo cuando la última vez terminó en la cárcel?
—Lo que me pasó mandó un mensaje, que era el que querían mandar, de que la decencia no puede estar en la política. Y ese es un mensaje demasiado fuerte para que fuera el que quedara en la retina de los cartageneros y cartageneras. Yo he salido a decir: “Le tengo miedo a ellos, pero le tengo más pavor a que la ciudad quede en sus manos”.
Los nidos
La exmandataria ha regresado a la política después de casi una década. Con excepción de una frustrada aspiración al Senado en 2014, había mantenido un perfil bajo en los años en los que se la investigó por la presunta venta irregular de una playa, que en realidad era un baldío que sí podía enajenar. Ahora, recorre los barrios tras recibir un aval por recolección de firmas y otro por la Alianza Verde. Conforma “nidos”, como llama a los grupos de vecinos que se reúnen en círculos —insiste en que nadie puede darse la espalda— para contarle sus preocupaciones. Allí, en los nidos, abundan dibujos de las mariamulatas que le dan el apodo por el que muchos la reconocen. Son aves representativas del caribe colombiano, conocidas por ser resilientes y volar contra el viento.
Una de las participantes habituales es Alexandra Pabuena, una empleada doméstica con la que Mariamulata estuvo presa en 2021. Cuenta que al principio ella y sus compañeras en la cárcel no querían a Judith, porque estaba separada de las demás y tenía “todos los privilegios”: desde sus celdas, la veían salir a trotar después de que a ellas las encerraran. Consideraban que era “otro cuello blanco más” que, como todos, decía ser inocente. Con los días, sin embargo, Judith se enteró de la situación y solicitó integrarse con las demás. Aunque no estuvo exenta de problemas, armó una biblioteca, enseñó a leer y escribir, organizó tertulias y consiguió servicios médicos y jurídicos. Alexandra dice que ahora sigue “de sol a sol” a su “alcaldesa”.
Otros son simpatizantes de larga data. En un nido en el barrio de Blas de Lezo participan los hijos de la seño Lore, una enfermera recordada por su labor con niños de barrios periféricos. Carlos Castillo recuerda que su madre le dijo en los años ochenta, cuando Judith era líder estudiantil, que debían cuidar “a esa muchachita”. “Respondemos a una orden que nos dio la vieja en vida”, explica. Dos horas después, en Los Ejecutivos, una joven nacida en el barrio San Bernardo destaca que la Alcaldía de Pinedo pavimentó la calle en la que vivía y subsidió almuerzos en la Universidad de Cartagena. “Quería ser como la Mariamulata cuando era chica. Y ahora también”, afirma.
Pinedo complementa las actividades en los nidos con participaciones en foros que comparte con otros candidatos, sean debates televisados o diálogos sectoriales. Hace promesas como aumentar la flota de autobuses del Transcaribe, recuperar el tradicional mercado de Bazurto y establecer un fondo para promover el acceso de los jóvenes a un primer empleo. Es consciente de que la seguridad es una de las preocupaciones principales, en un contexto en el que la tasa de homicidios escaló en el último año a 36 casos por cada 100.000 habitantes —la media nacional es de 26, según datos de Medicina Legal—. Por ello, aboga por quintuplicar la inversión en seguridad e incrementar el número de uniformados.
Muchos jóvenes no recuerdan a una alcaldesa que gobernó cuando ellos eran niños. Han pasado 12 años y eso es demasiado tiempo en política. Pero, por otro lado, los nidos muestran que Mariamulata aún retiene una red de simpatizantes. También que los grupos crecen con participantes como Jorge, un emprendedor de 35 años que hace unos meses saludó a la exmandataria en un negocio de telefonía y le pidió perdón “por haber sido indiferente” cuando ella estaba presa. Pese a los años transcurridos, Judith Pinedo no deja de ser la primera mujer que fue electa como alcaldesa de Cartagena y la última dirigente que terminó su mandato en una ciudad que ha tenido 12 mandatarios desde entonces.
Los rivales
Las encuestas, sin embargo, no la favorecen. La última medición del Centro Nacional de Consultoría, realizada a principios de este mes para el noticiero CM&, la ubica en el cuarto lugar con el 10% de los votos. Javier Julio Bejarano, del Pacto Histórico de Gustavo Petro, la supera por dos puntos, mientras que William García Tirado la aventaja con un 14%. Los tres están lejos del 36% que registra Dumek Turbay, un experimentado dirigente que fue gobernador de Bolívar entre 2016 y 2019 y que ha reunido el apoyo de las principales casas políticas del departamento —incluida la de sus familaires, los García Turbay—.
La paradoja para la candidata es que el segundo en los sondeos es quien, en 2011, interpuso la denuncia que la metió en la cárcel 10 años después. Apoyado por los clanes políticos en las elecciones de 2018 y ahora abandonado a su suerte, García Tirado representa la antítesis de la exalcaldesa: ha pintado toda la ciudad con su nombre —Mariamulata rechaza el uso de vallas y panfletos— y promete repartir tres comidas diarias en los barrios periféricos.
—¿Cómo se explica que quien la metió en la cárcel la aventaje en las encuestas?
—Yo me cuidé de salir y hacer un debate sobre el tema, porque me parece que la discusión debe ser sobre la ciudad y no quiero convertirla en algo personal. En general, la ciudadanía no sabe que fue García Tirado quien me entrampó.
Él, sin embargo, insiste en hacer campaña con la supuesta corrupción de Pinedo. A principios de este mes, reiteró sus acusaciones en un debate de Noticias Caracol transmitido en horario de máxima audiencia. “La doctora Judith Pinedo miente cuando dice que el caso por el que fue juzgada fue un entrampamiento. Quiero recordarle que la Dimar, el Incoder, los señores de Planeación, la Agencia Naval de Tierras y la Fiscalía dijeron que [el terreno] era una playa. La misma justicia la juzga”, dijo. No mencionó a la Corte Suprema, que en la absolución de Mariamulata cuestionó que estas entidades hubieran utilizado fotos históricas de Google Earth para definir que un baldío era una playa. Pinedo, la única candidata que no atacó a sus rivales en el debate, no tuvo oportunidad de replicar.
Las acusaciones se han convertido en una verdad absoluta para una parte de la población cartagenera. “Privatizó las playas”, asegura a este periódico una masajista que trabaja en el sector turístico de Bocagrande. Horas después, Judith y Arturo coinciden en que es difícil contrarrestar 12 años de descalificaciones con dos meses de campaña y que el daño ha sido más grande de lo que pensaban.
Arturo, además, reconoce que los estrategas le han aconsejado a su esposa que también haga una campaña más agresiva, de mayor confrontación y contraste con sus rivales. Pero ella se niega, una y otra vez. Para el politólogo Orlando Higuera, profesor de la Universidad Tecnológica de Bolívar, esto pudo haber sido contraproducente: el petrista Bejarano basa gran parte de su campaña en criticar al exgobernador Dumek y ha superado a Mariamulata en las encuestas. No obstante, el académico valora “el mensaje político” que envió la exmandataria al volver a presentarse como candidata. “Siempre ha sido su forma de hacer política. Ella dice que no hace política para romper el tejido social, sino todo lo contrario”, añade.
El alcalde
El alcalde de Cartagena, William Dau, es la otra dificultad que enfrenta Mariamulata. Fue uno de los políticos que la recibió a la salida de la cárcel, en marzo. “¡Judith! Bienvenida, bienvenida. Se acabó la injusticia. Cartagena se salvó, Judith”, le dijo mientras la abrazaba y besaba con insistencia. El problema para la candidata es que Dau sale de la Alcaldía con un 64% de desaprobación, según Cartagena Cómo Vamos. Electo por un movimiento independiente —como Pinedo en 2007— y reconocido por su lucha contra la corrupción, Dau es visto como un hombre que no pudo hacer nada en su gestión por las trabas de sus rivales.
Los contrincantes de Pinedo y algunos medios de comunicación insisten en que ella es la candidata de Dau. Se basan en el abrazo que le dio el mandatario ante las cámaras, en que Arturo fue asesor de educación de la Alcaldía hace unos años y en que varios funcionarios han trabajado en ambas administraciones. Ella lo niega de manera tajante: asegura que no votó por él y que ella sí tiene logros de gestión —suele mencionar la reducción de la pobreza en siete puntos porcentuales, según cifras oficiales—. “Ya no podían decir que era una bandida, entonces encontraron lo de Dau”, lamenta.
La candidata, que duda de las encuestas —en 2007 tampoco la daban ganadora—, reconoce que la puede afectar “la fuerte desilusión” que existe con el sector independiente. Busca quebrar el dilema que se ha establecido entre los que “roban, pero hacen” y los que “no roban, pero no hacen”. Insiste a sus seguidores en que hay que posicionar el “hacen porque no roban”. No obstante, sabe muy bien que es difícil trabajar con las maquinarias políticas en contra. Aunque critica las formas de Dau —conocido por sus gritos de frustración y mensajes furibundos—, tiene cierta empatía con su desesperación. “Gobernar a Cartagena es como manejar una empresa y que las juntas directivas te quieran quebrar”, dice.
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