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Proceso de paz en Colombia
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Es la paz, estúpidos

Vino la constituyente de 1991 y retornaron las ilusiones de una paz duradera que no se perfeccionó. El conflicto prosiguió con su rastro de sangre. El país no supera la crisis

militar colombiano
Un militar colombiano sostiene fusil en un paso peatonal en la frontera con Venezuela, en marzo de 2023.Ferley Ospina

Bill Clinton ganó la batalla electoral de Estados Unidos de 1993 apelando a un sentimiento que afectaba al norteamericano común y corriente, vale decir a las mayorías: “Es la economía, estúpido”. El país había terminado en 1992 con la mayor tasa de paro. Hubo un estallido social en la ciudad de Los Ángeles.

En Colombia, ese sentimiento que afecta a todos sus habitantes ha sido la violencia guerrillera desde 1958, cuando nació el bandolerismo de liberales en contra de los “comunistas y los godos”. Las FARC nacen como resultado del asesinato de Jacobo Prías Alape, Charro Negro, por la espalda. Su muerte, según Manuel Marulanda Vélez, Tirofijo, “fue una componenda entre Mariachi ―el alias del bandolero Jesús María Oviedo―, la Policía y el Ejército. Así comenzaba para nosotros (las FARC) una nueva situación en la región de Marquetalia”. Testimonio recogido del libro de Arturo Alape La paz, la violencia: Testigos de excepción (Planeta, 1985).

Desde entonces estamos en guerra, lo que sólo ha producido muerte, secuestros y tortura. Para combatir ese flagelo, hemos diseñado unos mecanismos denominados procesos de paz, para lo cual se crearon unas comisiones desde 1981, cuando el presidente Julio César Turbay Ayala, como jefe del Estado, atendiendo una sugerencia del expresidente Carlos Lleras Restrepo, creó un comité de paz, integrado por civiles y militares, que se encargara de “estudiar la difícil situación de orden público que vivía Colombia”, y que formulara “recomendaciones para construir un ambiente favorable para la terminación del conflicto con las guerrillas”. Y lo designó a él ―a Lleras― para presidirla. Los civiles y los militares que formaron parte de la junta hicieron unas recomendaciones y renunciaron por considerar que sus propuestas no habían merecido la atención del Gobierno.

En 1982, el presidente Belisario Betancur resucitó la comisión, incluido Lleras Restrepo, quien por motivos de salud se volvió a retirar. Lo reemplazó el exministro Otto Morales Benítez, quien también sacó la mano alegando que había “enemigos agazapados de la paz”. En su reemplazo llegó el exministro John Agudelo Ríos, y bajo su batuta se hicieron unos acuerdos con las FARC en marzo de 1984; se creó la Unión Patriótica (UP) ―un partido político de orientación de izquierda con participación de miembros de la guerrilla, lo que ocasionó una fuerte reacción de los enemigos agazapados de la paz― y apareció una fuerza paramilitar que la exterminó. Se reconstruyeron las comisiones para dialogar con otros grupos subversivos: el M-19 y el Ejército Popular de Liberación (EPL), pero la tensión fue creciendo. La toma violenta del Palacio de Justicia y los crímenes contra los dirigentes de la UP explotaron los ánimos y regresó la guerra con todos sus horrores.

El presidente Virgilio Barco creó la Consejería para la Reconciliación, Normalización y Rehabilitación. La subversión también movió sus fichas. Se constituyó la Coordinadora Simón Bolívar por parte de las FARC, el M-19, el EPL, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y el Quintín Lame. Su consejero, Rafael Pardo, logró la desmovilización del M-19. Se formalizaron acuerdos con el EPL, el PRT y el Quintín Lame. Las preocupaciones disminuían, pero los enemigos agazapados no descansaban para darle un golpe a la paz. Asesinaron a sangre fría a cuatro candidatos presidenciales en la campaña de 1990: Jaime Pardo Leal, Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo y Carlos Pizarro fueron sacrificados cobardemente. Se repitió la guerra y la conmoción se apoderó del espíritu nacional.

El presidente Cesar Gaviria continuó la política de paz de su antecesor con el consejero Jesús Antonio Bejarano, quien asumió las negociaciones con la Coordinadora Simón Bolívar. Hubo diálogos en Venezuela y México. Más tarde fue vilmente asesinado. Vino la constituyente de 1991 y retornaron las ilusiones de una paz duradera que no se perfeccionó. El conflicto prosiguió con su rastro de sangre. El país no supera la crisis. La paz, esquiva, volverá en este espacio el próximo jueves.

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