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El embajador de Colombia en Nicaragua marcha a favor del régimen de Daniel Ortega

León Fredy Muñoz aparece con símbolos sandinistas en un video que se conoce a días de un nuevo fallo en La Haya sobre el diferendo entre Colombia y Nicaragua

León Fredy Muñoz en la marcha, en Nicaragua, el pasado 7 de julio de 2023.
León Fredy Muñoz en la marcha, en Nicaragua, el pasado 7 de julio de 2023.CORTESÍA
Santiago Torrado

El embajador de Colombia en Nicaragua ha desatado una inesperada tormenta política justo en la misma semana en que se espera un nuevo fallo de la Corte Internacional de Justicia de La Haya sobre el diferendo marítimo de larga data que ha enfrentado a los dos países. La oposición nicaragüense ha divulgado en redes este lunes un video en el que se ve a León Fredy Muñoz ataviado con símbolos del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) durante una marcha el pasado 7 de julio que celebraba la revolución que derrocó a Anastasio Somoza, en un apoyo al régimen de Daniel Ortega.

“Eso es admirable, lo que yo he sentido desde el 30 de septiembre que llegué a Nicaragua (…) es un pueblo alegre, bonito, amable y sobre todo un pueblo convencido de su revolución, la verdad es que estoy gratamente sorprendido”, se le escucha decir en sus declaraciones a la prensa oficialista en la ciudad de León al embajador Muñoz, vestido con una gorra y una pañoleta del FSLN. Sus palabras han provocado de inmediato un aluvión de airadas críticas en Colombia y otras latitudes.

“Que vergüenza de embajador hablando de revoluciones. No señor Muñoz, lo que usted apoya es un proyecto dinástico que fracasará. El hermano pueblo colombiano se merece un mejor representante”, apuntó el dirigente opositor nicaragúense Juan Sebastián Chamorro, que ha sido preso político, en una de muchas reacciones. “Es inconcebible que el embajador del Gobierno Petro aplauda una revolución marxista y sangrienta. Es un grave insulto a todos los nicaragüenses y exiliados que aún sufren las repercusiones de los sandinistas”, escribió en sus redes sociales el senador republicano Marco Rubio, que se sumó desde Estados Unidos al coro de críticas.

Nicaragua es un campo minado para la diplomacia colombiana. Las relaciones con Managua son un asunto particularmente sensible, pues ambos países sostienen un diferendo limítrofe en el mar Caribe que involucra la soberanía de las aguas que rodean el archipiélago de San Andrés y Providencia. Actualmente avanza un tercer proceso entre ambas partes en la Corte Internacional de Justicia en La Haya, después de que el país centroamericano pidió en 2013 la ampliación de su plataforma continental, en una decisión programada para el próximo jueves.

Después de algunas salidas en falso, el Gobierno de Gustavo Petro se ha sumado con firmeza a la condena internacional al régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, tras el destierro de centenares de presos políticos el pasado febrero. La Cancillería sudamericana rechazó en su momento “los dictatoriales procederes de quien hace traer a la memoria los peores momentos de la dictadura de Anastasio Somoza”, en referencia al autócrata que la Revolución Sandinista, liderada por Ortega, derrocó en 1979. Colombia incluso le ofreció en esos días la ciudadanía al escritor Sergio Ramírez, parte de los más de 300 opositores nicaragüenses despojados de su nacionalidad, y el propio canciller sudamericano, Álvaro Leyva, informó que el novelista, ganador del Premio Cervantes y exvicepresidente de Nicaragua, la había aceptado emocionado y agradecido.

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Las relaciones entre las dos capitales suelen ser tensas. La Cancillería colombiana incluso había tropezado en su apuesta frente a Managua al ausentarse en una sesión de la OEA sobre la condena al régimen de Ortega por perseguir a la prensa y encarcelar opositores, recién posesionado Petro. Esa movida, nunca del todo aclarada, se debió a razones estratégicas y humanitarias, pero no ideológicas, defendió en su momento el canciller Leyva. La oposición de derecha no ha perdido la oportunidad de acusar al presidente colombiano de promover una política exterior ideologizada, en línea con las izquierdas más autoritarias de América Latina.

Petro no ha sido tímido en mostrar que se propone marcar el camino de la nueva izquierda latinoamericana, con un acento ambientalista, pero el liderazgo regional al que aspira también se juega en sus posturas con respecto a la vieja izquierda. Desde la campaña que lo llevó al poder se distanció de regímenes como los de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Sin embargo, tanto La Habana como Caracas son clave para la política de paz total que persigue. En esos dos casos, Bogotá ha restablecido y normalizado las relaciones luego de años de tensiones diplomáticas en el periodo de Iván Duque (2018-2022). Ambos países son garantes en la negociación con la guerrilla del ELN, y han sido sede de los diálogos. Managua, con un agrio diferendo limítrofe de por medio, es otra historia.

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Sobre la firma

Santiago Torrado
Corresponsal de EL PAÍS en Colombia, donde cubre temas de política, posconflicto y la migración venezolana en la región. Periodista de la Universidad Javeriana y becario del Programa Balboa, ha trabajado con AP y AFP. Ha cubierto eventos y elecciones sobre el terreno en México, Brasil, Venezuela, Ecuador y Haití, así como el Mundial de Fútbol 2014.

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