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Gustavo Petro
Columna
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Petristas: el espejo de los uribistas

Petro pide a los periodistas mirarse al espejo. Tal vez los petristas deberían hacer lo mismo. Les espera una sorpresa.

Colombia
Una marcha en apoyo a las reformas políticas de Gustavo Petro, en Bogotá, el 7 de junio.NATHALIA ANGARITA

El campo de batalla de las redes sociales, particularmente Twitter, es el mejor lugar para darse cuenta de que el sectarismo no ha hecho más que erosionar a la democracia colombiana llevándonos hacia sendas tan pero tan inciertas que el temor de que un presidente se vuelva dictador o unos fulanos den un golpe de Estado no tiene nada de disparatado.

Hace dos años, en tiempos de Iván Duque, los opositores gritaban a diestra y siniestra que Colombia iba hacia un abismo, que el presidente Duque se iba a eternizar en el poder y que estábamos bajo un régimen casi totalitario donde pronto comenzarían las persecuciones contra todo aquel que se apartara de las ideas del Centro Democrático.

Hoy, mientras transcurre el primer año de gobierno de Gustavo Petro, los opositores gritan a diestra y siniestra que Colombia va hacia un abismo, que el presidente Petro se va a eternizar en el poder y que estamos bajo un régimen casi totalitario donde pronto comenzarán las persecuciones contra todo aquel que se aparte de las ideas del Pacto Histórico.

En tiempos de Duque, los opositores de izquierda salían a las calles a marchar y alzar la voz en contra de reformas llevadas al Congreso. Hacían plantones para pedir la protección de la vida de los líderes sociales. Las redes se llenaban de tendencias que buscaban dejar en evidencia aquellas urgencias que tiene el país y que entonces parecían estar desatendidas por el Gobierno.

En tiempos de Petro, los opositores de derecha salen a las calles a marchar y alzar la voz contra las reformas que llegan para ser aprobadas por el Congreso. Se hacen plantones para pedir que se lleve seguridad a las zonas del país donde guerrillas y narcos han retomado el control territorial. Las redes se llenan de tendencias que buscan dejar en evidencia aquellas urgencias que tiene el país y que parecen estar desatendidas por el Gobierno.

Duque dijo a un periodista “¿de qué me hablas viejo?”, como si la muerte de ocho menores de edad tras un bombardeo del Ejército no tuviera nada que ver con su Gobierno. Petro culpa a los medios de comunicación de la crisis política actual, aunque esta tiene como génesis a una jefe de gabinete que podría haber abusado de su poder y a un embajador lengüilargo que habla de sospechosos ingresos de dinero a su campaña presidencial.

Los líderes del Centro Democrático en tiempos de Duque justificaron todas y cada una de las actuaciones del entonces presidente, así estas no fueran las correctas. Los activistas del Pacto Histórico miran para otro lado ante asuntos irregulares como la entrega de puestos a cambio de votos en el Congreso o las chuzadas ilegales ordenadas desde la casa presidencial y condenan esas revelaciones periodísticas calificándolas como ataques al gobierno del “cambio”.

Ciegos, torpes, testarudos, fanáticos, irresponsables, indolentes, indecentes, sectarios, intolerantes, intransigentes, insensatos, extremistas… Cualquiera de estos adjetivos serviría para definir a aquellos que son incapaces de entender que su líder político no es un dios y que por más que sueñe con hacer las cosas bien, hay errores que deben ser señalados y reconocidos. No hacerlo es mentir. No hacerlo es no saber vivir en democracia.

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Soldados colombianos montan guardia mientras una familia escucha el discurso del presidente Gustavo Petro, en el municipio de Bocas de Satinga, el 13 de mayo de 2023.

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