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La política exterior de Petro entra en polémica: de Nicaragua a Pinochet

El presidente de Colombia recibe críticas por sus opiniones sobre Chile y Argentina al mismo tiempo que despliega una cuestionable distancia al no condenar el régimen de Nicaragua

Juan Diego Quesada
El presidente de Chile, Gabriel Boric, a la izquierda, le da la mano al presidente de Colombia, Gustavo Petro, durante su visita a Colombia, el 7 de agosto de 2022.
El presidente de Chile, Gabriel Boric, a la izquierda, le da la mano al presidente de Colombia, Gustavo Petro, durante su visita a Colombia, el 7 de agosto de 2022.Fernando Vergara (AP)

La pregunta puso en apuros a Camila Vallejo. La portavoz no quiso responder si el Gobierno de Chile compartía o no las declaraciones de la noche anterior de Gustavo Petro. El presidente de Colombia, nada más conocerse el rechazo en el referéndum para modificar la constitución, tuiteó que había revivido el dictador Pinochet, pese a que a ese texto que se votaba se había opuesto incluso el centro izquierda chileno. En ese momento Gabriel Boric no había dicho ni una palabra. Cuando salió, su respuesta fue más pausada y conciliadora que la de su colega. Petro se había convertido ya a esas horas en protagonista de un plebiscito ajeno.

Nadie que lo conociera dudaba de que sería un presidente hiperactivo. Después de un último año de letargo de Iván Duque, Petro ha comenzado su Presidencia a toda velocidad. No hay tema que le sea extraño ni asunto del que no tenga una opinión formada. Él mismo ha tomado todo el protagonismo en política exterior. Aspira a ser un líder regional. Sin embargo, son justamente estos temas por los que está recibiendo las críticas más ácidas. Los analistas internacionales se preguntan si se precipitó al emitir un juicio tan contundente, en medio del conteo, antes de saber la postura del propio Boric, otro representante de la nueva izquierda con el que Petro ha derrochado sintonía. Y si lo mismo le ocurrió hace dos semanas, cuando firmó una carta de apoyo a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner ante la solicitud de prisión que había presentado un fiscal. El asunto podría interpretarse como una injerencia en la justicia de otro país.

“La diplomacia es un arte, no puede ser improvisada. Tiene que estar muy bien pensada”, cuenta por teléfono Angélica Rodríguez, profesora e investigadora de la Universidad del Norte. De ahí que a Twitter lo cargue el diablo. Lo piensas, lo dices. Rodríguez considera que Petro ha acertado en asuntos clave, como el restablecimiento de relaciones con Venezuela dejando claro que se protegerá el estatus de los asilados. O las conversaciones con Cuba o Estados Unidos, que han sido más cordiales de lo que todo el mundo imaginaba. También que Petro haya encontrado un aliado en el presidente español, Pedro Sánchez, y que haya viajado a Lima para revitalizar la Comunidad Andina, después de años de olvido.

Aunque hay algunos lunares que le han valido críticas internas. Sobre todo, que Colombia no asistiera a una reunión de la OEA en la que se iba a votar una resolución de condena al Gobierno de Nicaragua por perseguir a la prensa y encarcelar a los opositores. Muchos encontraron aquí una contradicción evidente de un presidente que pone los derechos humanos en el centro de su discurso. Algunos creyeron que se trataba de un asunto ideológico, ya que Daniel Ortega fue guerrillero al igual que Petro. Sin embargo, la Cancillería colombiana insinuó para zanjar la polémica que en ese momento Colombia negociaba la liberación de algunos presos políticos. Haberse sumado a la condena, esgrimieron, podía poner en peligro ese plan. “Eso se dijo y se dijo tarde. No todo el mundo lo entendió. Hubo un mal manejo de la comunicación, o más bien ninguna comunicación”, continúa Rodríguez.

Todo el foco del Gobierno de Petro está puesto en buscar la paz total, es decir, que las guerrillas que siguen activas y las bandas de narcotraficantes negocien o se sometan a la justicia. La entrega de armas de las FARC redujo drásticamente los homicidios en un país de historia violenta. El propósito es conseguir esto a nivel global. Los esfuerzos en política exterior también están encaminados en este sentido, de ahí la elección como canciller de Álvaro Leyva, experto en procesos de paz. Para culminarlos necesitará de la ayuda de países como España, que ya se ha mostrado dispuesto a echar una mano, y sobre todo de Cuba y Venezuela, donde los dirigentes del ELN viven y tienen lazos con sus gobiernos. Y, por ahora, todos esos pasos se han dado.

Carolina Cepeda, profesora de la Universidad Javeriana, advierte de la tensión de evaluar a Petro a partir del tuit sobre Chile (que después matizó, aunque para las redes sociales ya era demasiado tarde) o su adhesión a la causa de CFK. “Son episodios polémicos, que generan mucha conversación en Twitter. Pero lo importante es la formulación que le quiere dar a su política exterior. Sabe que implementar cambios a nivel interno pasa por una política fuerte en el exterior con temas como el cambio climático, la política antidroga y la implementación de los acuerdos de paz. Y en todos esos puntos se ha hecho algo”, explica.

Claramente, la mirada hacia el exterior de Petro tiene un fuerte carácter ideológico. Pero no deja de funcionar sobre los parámetros del pragmatismo, como siempre ha hecho a lo largo de toda su carrera política. De otra manera, no habría llegado hasta este punto. “Ambas cosas: Ideologización y practicidad, mezclados con actos de profunda torpeza. Pero también que demuestran que está para liderar la región. Con lo de CFK es muy claro, es un gesto evidente hacia un país, Argentina, que venía de estar muy distanciado con Colombia”, agrega Cepeda.

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.

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