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Columna
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Vargas Vila: buen y mal escritor

Es justo recordar a los personajes que lo exaltaron: Juan Domingo Perón, Jorge Eliecer Gaitán, Eloy Alfaro, presidente del Ecuador, Álvaro Obregón, presidente de México, Pablo Neruda y muchos más

Fidel Castro en un viaje a Argentina.
Fidel Castro en un viaje a Argentina.Andres Stapff (Reuters)

Ambos adjetivos son ciertos y no se excluyen. Buen escritor porque logró en su tiempo una influencia indiscutible en la expansión del populismo latinoamericano; su prestigio de escritor y orador colombiano alcanzó cumbres significativas para vivir como un rico en Europa y Estados Unidos. Alcanzó a tener propiedades importantes: “Una villa en Autenil, Villa Ibis en Málaga, Villa Schultz en Suiza, una torre en las afueras de Barcelona, apartamento en esta ciudad y Madrid. San Angelo, lugar de descanso en Sorrento. Todo ello producto de los beneficios que le pagaban sus editores Viuda de Ch. Bouret y Ramón Sopena” dice el profesor Malcom Deas, “Sopena en esa época le estaba pagando 60.000 pesetas anuales. Las ediciones de ese entonces no eran precisamente baratas, de lo cual se puede concluir que autor y editor apuntaban a una audiencia algo acomodada más bien que al pueblo. Según Manuel Ugarte, fue entre 1900 y 1914 que sus novelas alcanzaron difusión pasmosa y fueron la cartilla romántica de toda una juventud del mundo hispánico. Pasado un poco el –sarampión– de sus ventas, en 1924 emprende un viaje a Brasil, Uruguay, Argentina y México. Toca en Barranquilla donde fue entrevistado memorablemente por el poeta Rafael Maya. Pasa a Cuba, escribe a Laureano Vallenilla Lanz, ideólogo de cabecera del general Juan Vicente Gómez, a quien no ha insultado tanto, ofreciendo coronar –interesante verbo– su carrera con una Vida de Bolívar, esa será mi obra cumbre”. Vale la anotación del profesor Deas, historiador de marca mayor, referente a “quién no ha insultado tanto” porque Vargas Vila era un panfletista de envergadura, agraviaba a plenitud.

Sus víctimas más sobresalientes fueron los curas y los conservadores. Los púlpitos fueron aliciente para la venta de sus obras por la curiosidad que despertaba en el público la crítica constante del clero. Llama sí la atención el episodio que narra, con la gracia que le es propia, el maestro Juan Esteban Constaín: Vargas Vila fue a Bueno Aires invitado por un editor, porque allá era muy reconocido. Laureano Gómez estaba de embajador y le organizó un banquete fenomenal, al punto de que el implacable libelista, que no dejaba títere con cabeza, dejó testimonio de que le habían rendido honores de pugilista y se lanzó a un panegírico de Laureano, con la idea de que era el gran valor, la gran esperanza para renovar la política colombiana. Qué paradoja -digo yo- Laureano Gómez, alabado por un obispo del radicalismo liberal.

Mal escritor el bogotano a juicio de muchos que desestimaron la calidad de su obra y tal vez sea esa la razón por la cual, con el paso del tiempo, su bagaje literario fue pasando de moda y la descalificación fue creciendo.

Pero es justo recordar a los personajes que lo exaltaron: Juan Domingo Perón, Jorge Eliecer Gaitán, Eloy Alfaro, presidente del Ecuador, Álvaro Obregón, presidente de México, Pablo Neruda y muchos más.

Sin embargo, es Fidel Castro el más notable admirador, el que motiva esta columna porque el reconocido cineasta Lisandro Duque nos contó en el diario El Espectador que el Jefe de la revolución cubana, en su momento, le había pedido a su plenipotenciario ante el gobierno de Virgilio Barco, el historiador de autoridad Antonio Núñez Jiménez, encargado de los pormenores de la reanudación de las relaciones diplomáticas con Colombia, que le dijera al presidente Barco que Cuba estaba dispuesta a entregarle “algo muy valioso que tenemos aquí: los manuscritos de Vargas Vila de cuando volvió a La Habana. Incluso un diario personal de él”. Don Lisandro no supo cómo le fue a Núñez Jiménez en su encargo cultural, pero se le volvió una obsesión la recuperación de esos manuscritos y en tal virtud ha intentado gestionar lo necesario para rescatar el tesoro literario del satírico escritor que para Lisandro es- sobra decirlo- espléndido. El presidente Gustavo Petro y su ministra Patricia Ariza tienen la palabra.

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