La fractura de Medellín irrumpe en la campaña
La suspensión del alcalde Daniel Quintero puede impulsar a Petro en la ciudad en la que también gobernaron Gutiérrez y Fajardo
A dos semanas de las presidenciales en Colombia, Medellín ha saltado al primer plano nacional después de que su alcalde, Daniel Quintero, fue suspendido del cargo por la Procuraduría, que lo acusa de inmiscuirse en la campaña electoral en favor de Gustavo Petro, el rival a batir en la larga carrera para llegar la Casa de Nariño. Aunque Quintero no aparecerá en el tarjetón del 29 de mayo, se ha convertido en un inesperado protagonista, y los observadores especulan si la tormenta que se ha desatado cambiará la opinión de los votantes en la segunda ciudad del país. Toda la política es local.
Más allá del debate jurídico, Petro y Quintero han forjado una alianza que ha llevado tanto a las listas del Pacto Histórico al Congreso como a la campaña presidencial a varios alfiles del alcalde de Medellín. Se había convertido en un apoyo fundamental del líder de izquierdas. En esta campaña, además, dos exalcaldes de la capital de Antioquia buscan la presidencia, Federico Gutiérrez y Sergio Fajardo, que también fue gobernador. Los tres compiten por el favor de los votantes paisas.
El sol pica al mediodía de este jueves sobre la plazoleta de La Alpujarra, en la que una multitud se congregó la víspera para escuchar a Quintero bajo la lluvia. Las nubes se han dispersado y el complejo administrativo ha vuelto a ser un lugar de tránsito. Luz Dary García lleva 24 de sus 40 años atendiendo un puesto callejero, donde vende desde empanadas hasta minutos de celular, a la sombra del Monumento a la Raza Antioqueña, la enorme obra de concreto y bronce de Rodrigo Arenas Betancourt que se levanta en medio de los edificios de la Alcaldía, el Concejo y la Gobernación. “De política no sé, pero nunca había visto tanta incertidumbre. Es la primera vez que sacan un alcalde”, dice perpleja mientras prepara un mango con sal. “Ni Fico, ni Fajardo, ni Quintero se ha metido con nosotros”, dice para justificar su neutralidad para unas presidenciales en las que no sabe por quién votar.
A un par de metros, Alexander Orozco, 51, vendedor de lotería que se enorgullece de haber tenido hace muchos años un boleto que se llevó el premio mayor, coincide en que nunca le había tocado un alcalde suspendido. “La gente tiene mucha tensión por el cambio de presidente, el temor de todos es que vaya a pasar lo de Venezuela. Nos tocaría emigrar”, señala al replicar una de las líneas que la derecha más repite para atacar a Petro, que no parece entrar en sus afectos. No cree en las promesas de cambio de ninguno de los candidatos, aunque defiende a Quintero. “No deberían de haberlo sancionado, más allá de sus preferencias políticas. El hecho de que a él le guste ese señor no quiere decir que a los demás nos va a gustar, no somos borreguitos”.
A un par de cuadras de La Alpujarra está el Parque de los Pies Descalzos, uno de los primeros símbolos de la transformación de Medellín, una renovación urbana que sirvió como antídoto contra la violencia. Allí, en una mesa junto a los frondosos árboles, almuerzan funcionarios y ejecutivos que se mezclan con turistas. “Quintero no tuvo filtro para hablar, y en política uno tiene que tener filtro”, apunta a la hora de la sobremesa una contratista de las Empresas Públicas de Medellín (EPM) que se reserva su nombre por considerar al alcalde su jefe indirecto. Aunque aprueba su gestión, subraya que “el pueblo colombiano está cansado de la clase política”. Ninguna de las opciones presidenciales la seduce, ni siquiera los dos exalcaldes. Al frente se levanta el enorme edificio de EPM, uno de los focos de los enfrentamientos de Quintero con los empresarios antioqueños, a los que ha llegado a comparar con los cárteles del narcotráfico en una ciudad que sufrió los embates del terrorismo en los tiempos de Pablo Escobar.
Ese estilo de permanente confrontación le ha dado notoriedad al alcalde, pero también ha hecho que su gestión divida opiniones casi por mitades. En mayo, de acuerdo con el más reciente estudio de la firma Invamer, el 48% de los encuestados aprobaba su desempeño, mientras el 44% lo desaprobaba. Su capacidad de endosarle votos a Petro en una ciudad históricamente adversa no es del todo clara.
En Medellín se juega a varias bandas. Antioquia ha sido tradicionalmente un fortín político para el uribismo, el movimiento creado en torno al expresidente Álvaro Uribe, el mentor político del presidente Iván Duque. También el talón de Aquiles de Petro. Hace cuatro años, en la segunda vuelta, Duque le sacó más de 1,2 millones de votos a al aspirante de izquierda solo en ese departamento, que en gran medida decidieron la elección.
En un termómetro más reciente, las consultas para escoger a los candidatos, el Pacto Histórico sacó poco más de 400.000 votos para la izquierda, mientras la derecha se acercó al millón gracias al envión de Fico Gutiérrez. La alianza de centro fue la menos votada, y Fajardo se quedó con cerca de 120.000 apoyos. Sin embargo, Medellín desde hace años también ha elegido alcaldes alternativos, o percibidos como independientes.
A Fajardo le reconocen que detonó la transformación de la ciudad durante su alcaldía (2004-2007), pero ese recuerdo parece lejano y no ha impedido que luzca rezagado en las encuestas. Aunque la gestión de Gutiérrez (2016-2019) no fue igual de bien valorada, está más fresca en la memoria y su popularidad se mantiene intacta. De manera consistente, el candidato de la derecha ha aparecido como el mejor posicionado en la región de Antioquia y el Eje Cafetero. En la más reciente medición de YanHaas tenía el 38% de intención de voto, la única región en la que lidera las preferencias. Petro le sigue con el 23% y Fajardo con el 9%.
En ese contexto llegó la suspensión de Quintero. “Ahí hay una oportunidad política, para él y para el Pacto Histórico, con antecedentes muy claros, que es Petro en Bogota”, concede Santiago Londoño, quien fue secretario de Gobierno de Fajardo y ha sido opositor, desde el centro político, de la administración de Quintero. Se refiere a la manera en que Petro llevó en 2013 a la Corte Interamericana de Derechos Humanos su destitución, que fue revertida, y el episodio acabó por impulsarlo. “Quintero es resultado de una fractura en esta ciudad que viene de antes”, valora Londoño, profesor de la universidad Eafit, y lo ubica como parte de un patrón más amplio de una política más polarizada.
Hace mucho tiempo que Medellín está profundamente polarizada, coincide Luz María Múnera, quien se ha desempeñado como concejal de la ciudad durante la Alcaldía de Fico Gutiérrez y ahora es representante electa por Antioquia del Pacto Histórico. “Quintero tiene club de fans, pero también de enemigos”, apunta la congresista, quien ha sido crítica y opositora al alcalde desde la izquierda. “Sigo en mi postura de que el de Quintero ha sido un mal Gobierno”, se reafirma. “No salgo a la defensa de Quintero, pero a todas luces desde el punto de vista jurídico la procuradora [Margarita Cabello] se equivocó”. Y vaticina que ese error va a provocar una oleada de solidaridad: “Tenemos más votos hoy en Antioquia de los que teníamos antes del fallo”.
El propio Petro anunció que Francia Márquez, su fórmula vicepresidencial, se iba a radicar en Medellín como parte de una estrategia para contrarrestar la debilidad de su figura en el departamento. Aunque ese desembarcó al final ha sido más tímido de lo anticipado, Múnera cree que sigue siendo un factor clave. “Con Francia, podemos tumbar el techo antioqueño que ha tenido Gustavo”.
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