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Cuando la bandeja es Yolanda

La cancelación de una sesión de ‘sushi corporal’ en Castellón reabre la polémica sobre el trato vejatorio de la mujer

Joaquín Gil
Miguel Ángel López, del Sushi Club Spain, coloca los tradicionales alimentos japoneses sobre el cuerpo de una modelo.
Miguel Ángel López, del Sushi Club Spain, coloca los tradicionales alimentos japoneses sobre el cuerpo de una modelo. Pepe Olivares

Yolanda B. tiene 33 años y tablas de actriz. Su fotogénica presencia ha despuntado en dos cintas de serie B. Ni la interpretación ocasional ni su bar en Alicante le permiten enfilar el mes con holgura. Completa su esquilmada economía con el llamado sushi corporal. Percibe 200 euros por permanecer desnuda, inmóvil como una estatua durante una hora y media. Una veintena de comensales, hombres en su mayoría, degustan con palillos sobre su frágil figura minúsculas porciones de comida japonesa. Su cuerpo depilado y silente se transforma en una bandeja humana una vez al mes. Y confiere el calor necesario para mantener la comida a 36 grados.

Yolanda se abstrae. Ignora las pícaras ocurrencias que planean entre taco de maki y dentellada de sashimi. “Me dicen que me comerían otra cosa”, confiesa remarcando la “dignidad” de su trabajo, donde no se produce el contacto más allá de leves roces.

La modelo se muestra desconcertada por la polvareda levantada por un restaurante de Vila-real (Castellón, 51.200 habitantes) que anuló a mediados de enero una sesión de este supuesto ritual gastronómico. La decisión incendió las redes sociales y provocó un agujero en la caja registradora de 1.600 euros. Los ingresos previstos de 40 reservas se esfumaron.

La Consejería de Bienestar Social del Gobierno de Alberto Fabra desaconsejó la iniciativa. El Observatorio de la Publicidad No Sexista, un órgano consultivo de la Generalitat sin capacidad de imponer sanciones, recomendó al propietario del restaurante El Bodegón de Carlos suspender la sesión prevista para marzo. Se recibieron 137 quejas por “sexismo”, según este departamento, que ha declinado hacer declaraciones al respecto.

Los modelos se tumban desnudos sobre las mesas y su temperatura corporal mantiene los alimentos a 36 grados

Abrumado por la polémica, el gerente del establecimiento, el veterano hostelero Carlos Sales, dio marcha atrás. “Solo quería ofrecer un servicio extra para llegar a fin de mes y mantener a mi plantilla. Vila-real es muy conservadora, no quiero problemas”, zanja este hombre que rechaza de plano las acusaciones de sexismo. Asegura que en su sesión no accedían menores y participaban modelos masculinos (nantanimori) y femeninos (nyotaimori). También, que las condiciones higiénicas estaban garantizadas. La comida se servía sobre blondas y el contacto físico con los cuerpos desnudos resultaba “imposible”. Los magreos y pellizcos estaban prohibidos. Un cocinero nipón elaboraba en el momento la comida. Su propuesta nada tenía que ver con las burdas despedidas de soltero con final feliz.

La controversia de Vila-real ha destapado otra realidad, el limbo legal del sushi corporal. La iniciativa no existe para la Administración. Carece de regulación sanitaria estatal y autonómica. Se rige por la normativa general de manipulación de alimentos, según la Consejería de Sanidad valenciana.

En el corazón de un moderno edificio modular de Alicante, Miguel Ángel López, de 57 años, pilota Club Elite Spain. Desde que desembarcó en el atenazado sector del ocio nocturno hace cuatro años, este antiguo operario de fábrica no ha parado de “innovar”. El sushi corporal a domicilio es su producto estrella en la organización de despedidas de soltero, cuya demanda se ha desplomado a la mitad desde la crisis. No acierta a explicar cómo concibió la idea. Dice que el negocio marcha. Ya ha montado diez sesiones con sus tres modelos. Cada cliente paga 60 euros. No admite malentendidos. “Soy tajante cuando me ofrecen dinero por hacer algo más con la chica”, confiesa. Despoja el ritual de sordidez. “En nuestras despedidas se puede contar todo”.

“El sushi corporal está de moda”, añade el encargado del restaurante Pele Mele de Madrid, Antonio Dorado. El local recibe un centenar de peticiones al mes para organizar el manjar nipón, que se incluye en un menú que roza los 60 euros. Pero el servicio cambia en las despedidas de soltero: los pedazos de maki se sustituyen por jamón, chorizo y queso, que reposan sobre cuerpos desnudos de plastificados modelos de uno y otro sexo.

Los expertos dicen que no existe constancia de que se trate de una tradición centenaria japonesa

Poco se sabe del origen de esta enigmática práctica gastronómica plasmada en 2009 por Isabel Coixet en El mapa de los sonidos de Tokio. El profesor de Arte Japonés de la Universidad de Zaragoza, David Almazán, rechaza su procedencia milenaria. Relaciona la actividad con una extravagancia de ricos y mafiosos de los sórdidos cenáculos nipones (yakuzas). “Ni es una tradición centenaria, ni está relacionada con la cocina japonesa”, apunta para arremeter contra la “mala imagen” que su ejecución proyecta de la mujer. Muriel Gómez, del departamento de Asia Oriental de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), remarca que estas sesiones interesan solo en Occidente. Distorsionan, sostiene, la percepción de la cultura nipona.

La controversia está servida. ¿Trato vejatorio femenino o exceso de celo? La diputada autonómica de Compromís Mónica Oltra defiende la práctica. Alude a la libertad individual para justificar la asistencia de modelos y comensales. Y provoca: “Hay críticas envueltas de progresismo que alimentan un discurso pacato y castrador”. Marina Albiol, de Esquerra Unida (EU), arremete con dureza. Cree que la iniciativa convierte a la mujer en un objeto. Para ella, el sushi corporal no es un plato de buen gusto.

Ni ritual ni exquisitez

Rosa Rivas

Ni exquisito ni ritual o tradición japonesa. No es cierto lo que alegan en su publicidad las empresas que han encontrado en el body sushi un filón comercial para fiestas varias y despedidas de solteros/as. Pescar con los palillos sushi o sashimi en la bandeja de un cuerpo femenino (nyotamori) o también masculino (nantaimori) no es algo que los japoneses hagan habitualmente. Si les preguntas, pondrán como mínimo cara de póquer o, en el caso de las mujeres, gesto de asco o vergüenza. De las perversiones y tabúes no hablan, aunque los haya. "Creo que a los japoneses les puede parecer tan exótico como a un español. Es un tema sobre el que nunca he oído comentarios", dice una periodista nipona. La imagen que dio juego visual en películas como Mapa de los sonidos de Tokio o The rising sun y series como Sexo en Nueva York o CSI NY es una escena de fiesta privada para hombres de negocios (settai) o yakuzas (mafia japonesa) o de algún garito del Kabukichô del barrio tokiota de Shinjuku y otras zonas de industria del sexo en Osaka o Kioto.

Comer un sushi perfecto sí que es un rito y una meta, y por más que se enfríe el cuerpo de los modelos-bandeja para mantener la temperatura del pescado o se les rocíe de sake no da la talla de la exquisitez ni la limpieza requerida en Japón. Esta moda del sushi corporal lleva ya tiempo circulando y en países anglosajones es un ingrediente más de partys picantes desde los años noventa. En Miami hay un local que presume de ello y en Londres hay otro club para adictos que estos días lo anuncian en su web para San Valentín.

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Sobre la firma

Joaquín Gil
Periodista de la sección de Investigación. Licenciado en Periodismo por el CEU y máster de EL PAÍS por la Universidad Autónoma de Madrid. Tiene dos décadas de experiencia en prensa, radio y televisión. Escribe desde 2011 en EL PAÍS, donde pasó por la sección de España y ha participado en investigaciones internacionales.

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