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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Integrados y populistas

Pasar del juego a dos al juego a cuatro, no quiere decir que deje de haber dos campos: derecha e izquierda

Josep Ramoneda

El ciclo abierto por las elecciones europeas de 2014, con la irrupción de Podemos en la política institucional, todavía no se ha cerrado. La larga secuencia electoral debía confirmar el fin del bipartidismo y el inicio de la reforma del sistema político. Dos años después, tras una legislatura fallida, solo se está empezando a disputar la prórroga. Con una señal alarmante: repiten los mismos candidatos que han fracasado en el intento de formar Gobierno. La pulsión conservadora es la que más rápidamente se aprende.

Por razones ideológicas, son tiempos posdemocráticos muy dados a diluir a las diferencias, se ha querido confundir el fin del bipartidismo con la transversalidad. Pasar del juego a dos al juego a cuatro, no quiere decir que deje de haber dos campos: el de la derecha y el de la izquierda. La línea de demarcación es ahora entre integrados y radicales (o populistas). El espacio de Gobierno está reservado a los partidos de orden, PP, Ciudadanos y PSOE, quedando excluidos los radicales —Podemos y el independentismo— con amenaza de anatema a quien pacte con ellos. Y no hay Gobierno porque este planteamiento ha imposibilitado la única suma posible: la del Gobierno de izquierdas. Sánchez no tuvo el coraje de dar el paso y ahora se enfrenta a las urnas en la peor de las situaciones posibles: es difícil saber qué se vota, si se vota PSOE.

La irrupción en la escena institucional de partidos provenientes de los movimientos sociales ha sido la aportación española a la crisis política europea. En los demás países, el acoso al bipartidismo ha venido principalmente por la extrema derecha. Un dato que se silencia a menudo, porque incomoda a todos, es que, desde que Podemos consiguió cuotas de poder, las movilizaciones sociales han decaído enormemente. Tiene dos lecturas: una positiva, los sectores de ciudadanos más indignados siguen confiando en la política; otra, negativa, Podemos ha tenido un efecto desmovilizador, pero ya es sabido que la política encuadra y ordena. ¿Alcanzará Podemos la habilitación de los integrados?

Frustrar el cambio o abrir nuevas perspectivas, esto es lo que se votará el 26-J: Si aún estando anquilosado este sistema todavía tiene capacidad para fagocitar a los nuevos o si realmente se abre el camino a la regeneración. Resistencia y cambio han hecho unas feas tablas, lo cual es mala noticia para el cambio.

El bipartidismo tradicional no volverá por la debilidad del PSOE (y pronto la del PP si insiste en no regenerarse), pero el juego a cuatro seguirá siendo binario, con variaciones en las relaciones de fuerza en cada lado, por mucho que se recurra con voluntad excluyente al eufemismo integrados/populistas. No por ser integrados serán menos de derechas. Vaciar de confrontación a la democracia es matarla.

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