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El Rey afronta la ronda de la impotencia

Los partidos claves se culpan del fracaso y miran hacia un nuevo horizonte electoral

Miquel Alberola
El Rey junto a Mariano Rajoy en la entrega del Premio Cervantes.
El Rey junto a Mariano Rajoy en la entrega del Premio Cervantes.Javier Lizón (EFE)

El Rey inicia este lunes el último trámite para determinar si las elecciones celebradas el pasado 20 de diciembre han sido improductivas o si, entre tanto desaliento por la complejidad aritmética y partidista, queda algún resquicio para la esperanza de salvar la undécima legislatura con un candidato que concite el apoyo del Congreso de los Diputados.

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En una jornada intensa, el jefe del Estado recibe este lunes en La Zarzuela a los líderes de los primeros ocho partidos (de un total de 14 y en orden de menor a mayor representación parlamentaria) para conocer de primera mano sus posiciones al respecto. Sin embargo, sus alianzas de partida y el desarrollo de las dos anteriores rondas, con el resultado del debate de investidura, deja pocas dudas a las intenciones que estas formaciones llevan a La Zarzuela.

Si la política es un estado de ánimo, esta tercera ronda figura estar llamada al fracaso. Los partidos que son decisivos (PP, PSOE y Podemos, que serán recibidos el martes) parecen haberse desentendido de la oportunidad de lograr acuerdos de gobierno y evitar volver a las urnas. Así, salvo sorpresas de última hora, las audiencias del Rey se presentan como un mero trámite para verificar el fracaso del proceso.

El PP, sin margen de maniobra para formar gobierno con sus resultados y aislado por la secreción incesante de casos de corrupción, no se ha movido desde la noche del 20-D. Convencido de ha ganado las elecciones y de que los demás tienen la obligación de darle su apoyo, se ha limitado a ser un espectador del proceso. Su convicción está fijada en el valor de los beneficios electorales de su inmovilismo; su estrategia, en señalar al PSOE como culpable del fracaso, y su horizonte, en la repetición de elecciones.

El PSOE, tras su fracaso en la investidura, a la que acudió con un acuerdo con Ciudadanos, rechaza de modo frontal formar parte de un Gobierno de coalición con el PP y no se pliega a las pretensiones de Podemos. Los socialistas consideran ambas opciones letales para el partido y responsabilizan al de Mariano Rajoy y al de Pablo Iglesias de no haber podido alcanzar un acuerdo. Someterse a nuevas elecciones, pese a las inciertas predicciones y las inherentes convulsiones internas, se le plantea como un mal menor.

También Podemos, junto a sus confluencias, se muestra más interesado en unas nuevas elecciones, en las que aspira a lograr la hegemonía de la izquierda mediante un posible pacto con Izquierda Unida. El partido de Pablo Iglesias dinamitó los puentes con el PSOE el 22 de enero cuando explicó al Rey y a los medios antes que a Sánchez una propuesta de pacto en la que se postulaba de vicepresidente y nombraba a varios ministros. Luego denostó un acuerdo con los socialistas por la presencia de Ciudadanos. Pero en las últimas semanas, pese a que culpabiliza al PSOE de impedir un gobierno de izquierdas, se ha intensificado la incompatibilidad entre ambas formaciones.

Este proceso fallido, sin embargo, ha mejorado la percepción entre el electorado de Ciudadanos por su esfuerzo en no desperdiciar la legislatura. Rivera se ofreció al Rey para mediar entre el PP y el PSOE y luego firmó con los socialistas el Acuerdo para un Gobierno reformista y de Progreso, sobre el que se sustentó la frustrada investidura de Sánchez. Pese a que el mayor inconveniente electoral del partido de Albert Rivera es que carece de estructura fuera de los grandes núcleos urbanos (frente a un PP que dispone de organización hasta en la última aldea), las encuestas lo señalan como uno de los más beneficiados ante unos nuevos comicios.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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