El PSOE endurece su discurso ante las políticas de Bruselas
Solana a Rubalcaba: "Por favor, dejad de hablar de dictadura de la troika"
Hace seis meses, cuando la prima de riesgo se descontroló y todo apuntaba a un rescate total de la economía española, Alfredo Pérez Rubalcaba solemnizó una idea que repetiría en los días siguientes: a España le estaba saliendo "muy cara" su pertenencia a la zona euro, porque el ataque feroz de los mercados a la moneda única se hacía a costa de las economías del sur, más débiles. Ni el secretario general del PSOE ni su partido habían dejado de ser europeístas, pero sí abrían hueco en el discurso, por primera vez, a la desilusión de muchos ciudadanos con la política de Bruselas. Hace una semana, Rubalcaba lanzó un mensaje similar: "Está creciendo el escepticismo, la visión de que Europa no nos quiere, solo nos regaña", dijo. Y ayer su número dos, Elena Valenciano, dio otro paso en esa línea: "En España, la UE representa hoy mucho más una pesadilla que un sueño. Muchos ciudadanos lo ven así".
El endurecimiento del discurso de los socialistas frente a Bruselas adquirió toda su dimensión en las siete horas de debate ininterrumpido sobre el futuro de Europa que el partido organizó en Madrid —el primero de los "diálogos con la ciudadanía" previstos en 2013—. Y llegó al punto de provocar un velado forcejeo entre la dirección federal y dos de los socialistas que más protagonismo han tenido en la UE. Primero, entre la vicesecretaria general y el ex alto representante para la Política Exterior Javier Solana. Más tarde, entre Rubalcaba y el comisario europeo (y exsecretario general del PSOE) Joaquín Almunia.
Valenciano había mostrado su preocupación por la desafección creciente de una parte de la población hacia las instituciones europeas que dictan austeridad, y puso un ejemplo: en el Parlamento de Portugal, durante un pleno, un grupo de asistentes se puso a cantar el himno de la revolución de los claveles de 1974, un himno nacido contra una dictadura y dirigido ahora, dijo, contra lo que muchos portugueses ven como "la dictadura de Bruselas, la dictadura de la troika". Cuando Solana tomó la palabra contestó a esa frase de Valenciano y a la de Rubalcaba días atrás. "La UE no dicta nada. Esos calificativos que se usan: 'nos imponen...', 'la dictadura de la troika...' Por favor, tratad de no utilizarlos. No tenemos que liberarnos de la UE, tenemos que ser más fuertes en la UE. Por favor, dejad de hablar de si Europa nos quiere o no, de si nos dictan o no... ¡Tenemos que quererla nosotros! Seamos serios, maduros. Hagamos un debate serio, no demagógico". Tan inesperado fue el encontronazo que Solana escribió después en Twitter: "No he querido regañar a Elena. Era un cariño".
Algo parecido sucedió entre Rubalcaba y Almunia: si el primero afirmaba que "la UE tiene un problema democrático porque la Comisión no responde ante nadie", el comisario replicaba: "Claro que respondemos. Yo me siento mucho más controlado por el Parlamento Europeo que cuando era miembro de un Gobierno con mayoría absoluta [del PSOE] por el Parlamento español". Si Rubalcaba hablaba de la frustración ciudadana, Almunia apostillaba: "Es verdad que hay desafección hacia las instituciones europeas, pero es la misma que hay hacia las instituciones de sus países".
Fuentes de la dirección federal restaron importancia a la polémica y subrayaron que los puntos de vista de Solana o Almunia y el del equipo de Rubalcaba son inevitablemente distintos: los dos primeros no tiene que lidiar con las protestas contra los recortes en suelo español. "El compromiso europeísta del PSOE no está en cuestión, pero tampoco podemos ignorar lo que está ocurriendo: hay un descontento entre la ciudadanía muy preocupante, y tenemos que hacernos eco", señalan esas fuentes.
El miedo a la ruptura entre representantes y representados en la UE sobrevoló todo el debate, junto a una pregunta: "Quién manda en Europa?" La pusieron sobre la mesa los líderes del Partido Socialista francés, Harlem Désir, y portugués, Antonio José Seguro; y ofrecieron la misma respuesta: mandan mucho los mercados (ahí Almunia volvió a revolverse en su asiento). Rubalcaba advirtió del alejamiento norte-sur en la UE y en la propia socialdemocracia, y lamentó que no haya más acción común de los socialistas europeos. Para fomentarla, anunció que va a proponer que se cambien las siglas de los partidos nacionales, europeizándolas: el PSOE pasaría a ser Partido Socialista Europeo-PSOE. Un cambio improbable a medio plazo, porque requeriría el acuerdo del resto de socialistas europeos y la celebración de un congreso del PSOE.
En el debate de ayer participaron in situ cerca de 400 personas (miembros del partido, simpatizantes y representantes de ONG o fundaciones) y más de 2.000 a través de Twitter, según el PSOE. El próximo, sobre economía y con el mismo formato, será en marzo.
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