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“Opinen cuando tengan útero”

Las mujeres se suman a la marcha con una marea propia, de color violeta, e integradas en todos los colectivos

Una manifestante de la "oleada" violeta sostiene en alto la tela morada que identifica al movimiento feminista, que ha marchado desde Neptuno hasta Colón en la manifestación contra los recortes del Gobierno.
Una manifestante de la "oleada" violeta sostiene en alto la tela morada que identifica al movimiento feminista, que ha marchado desde Neptuno hasta Colón en la manifestación contra los recortes del Gobierno.Marta F. Maeso

“Tengo una hija de 19 años y no quiero que se vaya a Londres para abortar. Quiero un futuro donde se respete su libertad. Por eso estoy aquí. Ya es hora de que las mujeres juntemos nuestras fuerzas contra este Gobierno represor”. Marta Cárdaba, trabajadora social madrileña de 54 años, era una de las 300 mujeres que ha encabezado la marcha violeta desde la plaza de Neptuno hasta Colón en la manifestación contra los recortes del Gobierno. Decenas de asociaciones de mujeres de diferentes partes de España se han congregado a las diez de la mañana en Neptuno para participar en la manifestación convocada por la Marcha Social con “presencia propia”, como un colectivo que represente al género femenino porque, según ellas, las medidas del Gobierno suponen un recorte específico en sus derechos.

Gema Ramírez, una educadora social de 27 años, se enteró de la convocatoria a través de las redes sociales y ha venido a la marcha violeta con un par de compañeras con las que cursó un máster sobre género en Madrid. Ramírez sostiene una de las cuatro telas moradas de 12 metros de largo que decora el paso de la marcha. A su lado, Carmen Roney, una abogada madrileña de 63 años, se ha unido a la protesta no solo por su condición de trabajadora, sino también como madre y abuela. “Visto la camiseta violeta (color que representa al movimiento feminista) por mí, por mi hija y por mi nieta. Es increíble como 30 años después, vuelvo a salir a la calle a reivindicar los mismos derechos por la igualdad y por el aborto libre”, defiende.

La marcha violeta ha llegado a Colón minutos antes del mediodía. La tela violeta se ha mantenido en el aire, a pesar de los abrazos. “Hay que seguir sosteniéndola”, dice Concha Roldán, directora del Instituto de Filosofía del Consejo Superior del CSIC. Roldán, de 54 años y madre de una adolescente, está muy satisfecha con el encuentro de mujeres en esta manifestación. “Las mujeres han estado muy bien representadas; madres, hijas, abuelas, trabajadoras, paradas, estudiantes; andaluzas, asturianas, madrileñas… Estoy muy orgullosa”.

Algunos hombres se han sumado a la mayoritaria presencia femenina de la marcha violeta, como Francisco Serrano, madrileño de 60 años, psicoanalista y promotor de una fundación que lucha contra la violencia sobre mujeres y niñas: “Estoy aquí porque siempre hay que defender los derechos de la mujer, que ahora, con la crisis, no es que estén en riesgo, es que ya están siendo dañados”. En una de las pancartas se podía leer: “Opinen cuando tengan útero”. Rita Alcalde, sevillana de 67 años y feminista “desde los 10”, coincide con esa visión: “Hasta las jóvenes que pensaban que estaba todo hecho se dan cuenta de que no está consolidado. Hay que luchar por la igualdad y la libertad, por supuesto al aborto, ya que ninguna criatura debe llegar al mundo sin ser querida”.

Alcalde ha defendido la presencia diferenciada de la marcha violeta para reforzar su visibilidad, ya que asegura que “estar siempre detrás de los hombres ha sido y es uno de los principales problemas” de las mujeres. Pero la presencia femenina no solo se ha limitado a la zona de camisetas moradas. Entre los miles de manifestantes que han partido de Neptuno había cientos de madres, hijas, trabajadoras y estudiantes integradas en diferentes colectivos sindicales o ciudadanos. Charo, Esperanza y Natalie son compañeras de trabajo en una empresa de comunicaciones. Salieron a las 11 de la noche de Sevilla para participar en la manifestación. De edades comprendidas entre los 45 y los 53 años y sin dormir, estas trabajadoras gritan sin cesar: “¡Por el futuro de nuestros hijos!”.

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