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LA PARADOJA Y EL ESTILO
Columna
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¡Qué caradura!

Al pequeño Nicolás le apasionan las mismas cosas que han seducido al PP y a otras instituciones en los últimos 20 años: la riqueza rápida, cierta ostentación y la proximidad a celebridades

Boris Izaguirre
Francisco Nicolás saluda a Felipe VI en la recepción tras ser proclamado rey.
Francisco Nicolás saluda a Felipe VI en la recepción tras ser proclamado rey.

Me habría encantado que el pequeño Nicolás, ese presunto estafador de 20 años tan de moda, me invitase a una de sus performances. De todas las travesuras conocidas de este nuevo hijo de la política y la cultura de la celebridad, me entusiasman esas fiestas que recuerdan a las de Tom Cruise en Risky Business, solo que 30 años más tarde y que en las de Nicolás se servía sushi hecho “al momento”.

Por ahora no deja de ser otra pequeña estafa más: el sushi se supone que es hecho al momento, de otra manera su ingrediente principal pierde frescura, color y sabor. Pierde juventud. Pero así como nos hemos acostumbrado a comer sushi no tan fresco, digerimos a Francisco Nicolás como un pescado popular, crecido nadando entre la corrupción y la mitomanía delirante, pero convincente. A Francisco Nicolás le apasionan las mismas cosas que han seducido al PP y a otras instituciones en los últimos 20 años: la riqueza rápida, cierta ostentación y la proximidad a celebridades haciéndonos ver que esos son los pilares de nuestra sociedad. Y que una aspiración lícita de esa generación es ser poderoso por arrimarte a poderosos. Por contagio. Francisco Nicolás es como el personaje que Leonardo DiCaprio recrea en Atrápame si puedes, un hombre que al final escapa de sí mismo habiendo asumido mil y una personalidades ajenas. Y también un poco Marie, la protagonista de la ópera La hija del regimiento, embaucadora y campechana, a la que todos se esfuerzan por enderezar, pero ella siempre se sale con la suya. Ha sido toda una coincidencia que la reciente representación de esta ópera de Donizetti en el Teatro Real de Madrid haya cautivado a muchos con los que Francisco Nicolás se esmeraba en hacerse selfies.

Por todo ello, Francisco Nicolás verá feliz el derbi futbolístico de hoy porque ha conseguido lo que más le gusta: ser famoso. Está en todas partes, de una recepción real a una escena con Los Simpson y hasta en un emoticono.

Aquella niña por la que Rajoy se preocupaba en las elecciones de 2008 podría ser perfectamente Francisco Nicolás tras una reasignación de género y habiéndose dado cuenta de que de esta crisis no saldremos por las buenas. Hoy por hoy aquella niña de Rajoy prefiere una España como la que disfrutó Francisco Nicolás: donde el poder nos manipula hasta hacernos creer nuestras propias mentiras y sumarlas a las de otros. Cautiva que su montaje haya sido descubierto a las puertas de la Embajada de EE UU intentando acceder a una fiesta el pasado septiembre. Yo estaba dentro, le habría podido conocer, estaría entre sus selfies. Pero el pequeño Nicolás no calibró que USA es feroz en sus fronteras y en sus puertas. Otro aspecto fascinante del precoz y presunto estafador es su vestuario. Francisco Nicolás imita ese look irreal acuñado por el aznarismo: blazer blindado, corbata chirriante muy anudada, puños de camisa con gemelos, pañuelito, cabello abundante y cara de bueno. Como mezclar a Arturo Fernández, el actor, con Arturo Fernández, el empresario. Nadie, ni Alejandro Agag o el exministro imputado Acebes, viste así. Es la manera en que Francisco Nicolás imaginó que luce el poder. Estuvo atinado, hasta ahora la única explicación que han ofrecido desde FAES es que su aspecto les ofrecía credibilidad.

Aunque parezca poco creíble, me da pena que la fama pueda ser mezquina y pasajera con Francisco Nicolás y nos olvidemos de él antes de elaborar nuestras listas de los hombres del año. Porque el chico debería estar allí junto a Rodrigo Rato, los Pujol, el exministro Acebes, el millonario señor Blesa y el perro Excalibur, seres humanos y animales que han marcado este 2014.

Teresa Romero se ha salvado del ébola y Ana Mato también. Solo pagó Excalibur, un perro grandote pero inocente, que de haber sobrevivido también sería víctima de un selfie con el joven Nicolás. Al parecer a Teresa le han dado la dramática noticia estos días. Seguramente le habrá llorado, como muchos de nosotros para los que el perro es el mejor amigo del hombre. Su muerte confirma que, frecuentemente, lo primero que se sacrifica cuando el hombre se equivoca es la amistad.

Mientras tanto esos amigotes, los exdirectivos de Caja Madrid, insisten con mucho morro en que ellos no hicieron nada malo o ilegal. Si tuviéramos que someterles a un lavado de cara ni siquiera recurriendo al equipo de cirujanos que transformó a Renée Zellweger, conseguiríamos una mejora. ¡Qué cara! En un conocido programa radiofónico se preguntaron cómo era el rostro de la actriz antes de esta ya célebre operación y pocos supieron responder. Con lo cual Renée ha conseguido algo importante: que se volviera a hablar de ella. Lo que se ha hecho es la prueba que la cirugía plástica avanza igual que la tecnología móvil, aunque también a veces pierde la cobertura y falla. Al parecer Zellweger no se ha hecho un lifting, sino que ha infiltrado y modificado su rostro con líquidos extraídos de su cuerpo, y el resultado final, lo hemos visto, es una cara de embajadora o anfitriona asustada a la que acaban de informar de que Francisco Nicolás está entre sus invitados. Esperando hacerse el selfie que la retratará definitivamente como una tonta.

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