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25 MAYO: DÍA DE ÁFRICA

La Medina, los colores de África

Los habitantes del primer barrio de Dakar, cuna de Youssou N’Dour y Boubacar Boris Diop, embellecen sus calles con la participación de artistas locales e internacionales para celebrar sus 100 años de historia

José Naranjo
Diseño del artista Dauda Lusmore realizado por Black XU y Edurne Baquero en una anterior edición de África Loves Color.
Diseño del artista Dauda Lusmore realizado por Black XU y Edurne Baquero en una anterior edición de África Loves Color.Edurne Baquero

El 19 de septiembre de 1914, el Gobernador francés del África Occidental Francesa, William Merlaud-Ponty, decretaba el traslado de la mayor parte de la población negra de Dakar a una zona deshabitada de las afueras, dando lugar al nacimiento de su primer barrio, que adoptó el nombre de Medina. Cien años después, los habitantes de este populoso enclave que ha visto nacer a un buen puñado de artistas internacionales, como el famoso cantante Youssou N’Dour o el escritor Boubacar Boris Diop, reivindican su pasado, elaboran genealogías e investigan su historia, pero también se quieren apropiar de su futuro, hacer suya la ciudad mediante la participación comunitaria, con limpieza de calles, elaboración de grafittis y murales y talleres medioambientales. La Medina cumple un siglo, pero está más viva que nunca.

A primera vista, la casa parece abandonada. Muros viejos, ventanas caídas. Aupado a una precaria escalera, el artista urbano Deep DakArt se afana con el spray. Sólo unos metros más allá, los alumnos del colegio público Serigne Amadou Ali Mbaye plantan cocoteros y dejan su huella impresa en una pared en forma de mural. Días atrás, muchos de estos niños participaron en una limpieza colectiva del barrio y algunos se esforzaron en preguntar a sus padres y abuelos para seguir el rastro que les condujera a sus antepasados. El esfuerzo conjunto de organizaciones como Yataal Art, formada por jóvenes del barrio, y proyectos como Africa Loves Color (capitaneado por el español Nicolás de la Carrera) están haciendo posible, desde hace ya cuatro años, el milagro de convertir a la Medina en un museo al aire libre. Este año, para celebrar el centenario del barrio, algunas de las actividades se han insertado en el programa Off de la Bienal de Arte Contemporáneo de Dakar.

Exhibición de patinadores en la Medina durante los actos de celebración del centenario del barrio y coincidiendo con la Bienal de Arte Contemporáneo de Dakar.
Exhibición de patinadores en la Medina durante los actos de celebración del centenario del barrio y coincidiendo con la Bienal de Arte Contemporáneo de Dakar. J. Naranjo

Se llama Babacar Sédikh Traoré, pero todo el mundo le conoce como Babacar Art o Buru Medina, es decir, el rey de Medina. No es este un cargo electo ni hereditario, se obtiene más bien por aclamación popular. Cuando pasea por el barrio, los niños le cantan “no hay más que un Dios y sólo un rey en la Medina” en una suerte de letanía. Y Babacar se regocija y se para a jugar con todos los niños y entra en todas las casas sin tocar a la puerta. “Este es un lugar de acogida y de trascendencia, aquí conviven todas las culturas, todos son bienvenidos. En la Medina nadie será molestado por su color de piel o por su origen”, asegura. Y este carácter abierto tiene un origen.

Ropa tendida y grandes murales callejeros. Desde que empezaron en 2010 con la elaboración de murales en las casas, esta se ha convertido en una imagen típica del barrio de Medina.
Ropa tendida y grandes murales callejeros. Desde que empezaron en 2010 con la elaboración de murales en las casas, esta se ha convertido en una imagen típica del barrio de Medina.J.N.

A principios del siglo pasado, los colonizadores franceses llevaban ya algún tiempo intentando desplazar de Dakar a los habitantes de los poblados de la etnia lebu, que se dedicaban fundamentalmente a la pesca. Su presencia era un estorbo para una ciudad en crecimiento que se había convertido en 1902 en la capital del África Occidental Francesa y que en aquel entonces no era sino lo que hoy se conoce como Plateau, su actual centro histórico y administrativo. Según Gallo Thiam, bibliotecario de la Universidad Cheikh Anta Diop (UCAD) que lleva años investigando la historia del barrio, “entre 1901 y 1913 se produjeron numerosos decretos de segregación en los que la razón esgrimida era la prevención sanitaria para la población europea”.

Babacar Art habla con los niños de una escuela coránica del barrio. Babacar Traoré es un escultor nacido y criado en Medina al que han nombrado Buru Medina (rey de la Medina) por sus constantes esfuerzos por mejorar las condiciones de este enclave.
Babacar Art habla con los niños de una escuela coránica del barrio. Babacar Traoré es un escultor nacido y criado en Medina al que han nombrado Buru Medina (rey de la Medina) por sus constantes esfuerzos por mejorar las condiciones de este enclave. J.N.

En 1914, una nueva epidemia de peste bubónica golpeaba a Dakar. Y los franceses decidieron que ya había llegado el momento de expulsar a los pobladores originales. Sin embargo, hay otra versión de esta historia oficial, la que los propios lebus transmitieron a sus hijos. “Nuestros antepasados pensaban que en realidad los franceses querían quedarse con la tierra y simplemente buscaron una excusa para hacerlo”, asegura Thiam. De hecho, no fue un proceso sencillo. Los africanos se opusieron al traslado y los colonos, en represalia, llegaron a quemar las casas de los pescadores. Sólo la mediación de Blaise Diagne, el primer diputado africano que se sentó en el Parlamento francés, logró calmar las aguas. Los lebus se iban, pero obtendrían compensaciones económicas y viviendas nuevas en su lugar de destino.

Los primeros en llegar, unas 300 personas, se instalaron en la zona conocida como Tilene (en wolof, lugar de chacales), un espacio inhóspito de dunas y escasa vegetación batido por el viento. Entonces fueron a ver al gran marabú (líder religioso) El Hadji Malick Sy para que viniera a bendecir este nuevo emplazamiento. Fue este santón quien bautizó al nuevo barrio con el nombre de Medina, en homenaje a la ciudad santa de Al Madina Al-Munawara (“la ciudad luminosa”) en Arabia Saudita. Pero hizo algo más. Según asegura Babacar Art, dijo también a los lebus “haced pozos, plantad árboles, convertid este lugar en un sitio habitable y sed acogedores con todos los vientos del mundo”.

Kaay Xewalou (Ven a probar), toda una invitación en wolof que evoca el carácter acogedor de barrio. Lema pintado en una casa de la Medina a iniciativa de Yataal Art y el espacio cultural Les Petites Pierres.
Kaay Xewalou (Ven a probar), toda una invitación en wolof que evoca el carácter acogedor de barrio. Lema pintado en una casa de la Medina a iniciativa de Yataal Art y el espacio cultural Les Petites Pierres. J.N.

Dicho y hecho. Con el tiempo, aquel primer barrio de Dakar fue atrayendo a otras gentes. Por doquier se empezaron a abrir calles, a levantar casas, a construir escuelas y dispensarios, a erigir mezquitas. “No se puede contar cuántas mezquitas hay en Medina”, añade el rey, “pero la primera de todas ellas es la mezquita del Profeta, nuestro símbolo”. La imagen más tolerante y abierta de un Islam de brazos abiertos. Babacar Art tiene 53 años. Escultor, diseñador y arquitecto fue uno de aquellos niños que, bajo la protección y el amor por la cultura del primer presidente de Senegal, Léopold Sédar Senghor, acudió a formarse a la Escuela de Bellas Artes de Dakar. Con sólo 14 años obtuvo una beca para estudiar en Canadá. Y allí se especializó en el trabajo de la piedra, de la que se convirtió en un maestro.

Y es que la Medina ha engendrado a no pocos deportistas, artistas e intelectuales: Elhadji Malick Sy Souris (futbolista), Amadou Gackou (atleta, plusmarquista africano de 400 metros lisos), Elhadji Amadou Dia Ba (campeón olímpico en 1988), Mansour Dia (campeón de triple salto), Ali Traoré (escultor, hermano de Babacar Art), Mansour Sys (artista virtual), Fodé Camara (artista plástico), Ousseynon Mbaye (pintor), el músico Omar Pène, la benefactora Anta Mbow, impulsora de la casa de acogida de niños talibés Empire des Enfants, la historiadora Penda Mbow y quizás los más conocidos a nivel internacional, el cantante Youssou N’Dour y el reputado escritor Boubacar Boris Diop. La lista sería interminable.

El artista urbano Deep DakArt en pleno proceso de creación en el barrio de la Medina durante la actual Bienal de Arte Contemporáneo.
El artista urbano Deep DakArt en pleno proceso de creación en el barrio de la Medina durante la actual Bienal de Arte Contemporáneo.J.N.

El lento crecimiento del barrio se aceleró en los años setenta a causa del éxodo rural y hasta aquí llegaron gentes procedentes del interior, pero también de otros países, mauritanos, guineanos, gambianos, malienses… Y el carácter hospitalario de Medina facilitó las cosas. De las casas originales, todas con un gran patio y un pequeño oratorio en su interior, se pasó a los edificios de hasta tres pisos. “Muchos de ellos han sido construidos por emigrantes, que invierten así su dinero”, asegura Gallo Thiam. El barrio está en ebullición. Decenas de obras aquí y allá son una buena muestra. Los nuevos edificios conviven con las construcciones de hace décadas. De 300 habitantes se ha pasado a unos 200.000. Si al principio eran lebus con apellidos como Diop, Ndoye o Diagne, hoy la amalgama es total.

Color Revolution. Dibujo del diseñador español Nicolás de la Carrera, impulsor del proyecto Africa Loves Color y del Festival medioambiental XEEX, en una casa de la Medina.
Color Revolution. Dibujo del diseñador español Nicolás de la Carrera, impulsor del proyecto Africa Loves Color y del Festival medioambiental XEEX, en una casa de la Medina. Edurne Baquero

Sin embargo, lo primero que llama la atención de la Medina es su ambiente popular, que se ha mantenido con el paso de los años pese a estar tan cerca del centro de Dakar, con el que el contraste es enorme. En Plateau, rodeada de altos edificios, apenas se puede caminar por las aceras y los atascos convierten las calles en lugares ruidosos y llenos de humos. Medina, salvo la zona del mercado de Tilene, es un remanso de paz de calles bien trazadas (muchas con el asfalto en pésimo estado, eso sí), casas bajas o de escasa altura, ropa tendida en las aceras, corderos ramoneando aquí y allá y árboles, muchos árboles. “A todos los que construyen les digo que planten tres árboles”, asegura el rey de Medina. Los carpinteros, que fueron desplazados de su ubicación tradicional más próxima al mar tras la construcción de la Cornisa Oeste, trabajan en la calle, a la vista de todos, a escasos metros del Poblado Artesanal y del mercado de pescado de Soumbedioune, donde cada tarde la llegada de los pescadores se entremezcla con el regateo de vendedores y compradores.

A todo ese escaparate de vida a la senegalesa se suma ahora el placer del descubrimiento de los murales que han ido surgiendo aquí y allá. Ya han dejado su huella artistas venidos de distintos países, como Dauda Lusmore, Iker Muro, Txemy, Ramón Esono, Miserable Graff, Trois TTA o el colectivo DKR, por solo citar algunos, a los que este año se han sumado el Colectivo de Artistas del Sur, Javi Tuñón Detonarte, An Wei Lu Li, Ramón Muñoz Casassola o el senegalés Soly Cissé, entre otros. Así, pasito a pasito, trazo a trazo, la Medina se va convirtiendo en un espacio cultural inédito al aire libre, un barrio que nació hace cien años de la segregación y el estigma, pero que por la fuerza y el talento de sus habitantes ha construido todo lo contrario, un lugar de encuentro y de creación.

Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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