Del cautiverio a la clonación: el plan de México para salvar a la vaquita marina de la extinción
El último programa para rescatar al cetáceo más pequeño del mundo está repleto de incertidumbre
A las puertas de la extinción la vaquita marina tiene una oportunidad. El plan de emergencia para rescatar al cetáceo más pequeño del mundo de la desaparición es una serie de pasos que contempla tanto el cautiverio como la obtención de material genético para su crioconservación. Es un salto al vacío en cuatro fases con resultados inciertos y pocas alternativas, pero que llega en el momento más crítico: cuando menos de 30 ejemplares sobreviven en el alto golfo de California. “Es una medida desesperada”, reconoce Lorenzo Rojas-Bracho, presidente del Comité Internacional para la Recuperación de la Vaquita (CIRVA), el grupo de especialistas que diseñó esta última opción y la ha entregado al Gobierno mexicano.
Cuando las aguas del golfo de California se calmen —el próximo octubre—, comenzará la búsqueda exhaustiva de vaquitas marinas para su captura. Una difícil tarea considerando que no se ha hecho antes y que se desconoce el comportamiento de esta marsopa, descubierta apenas en 1958. La información que se tiene de ella es que es reticente al contacto humano, que se mantiene lejos de la superficie del mar y que solo se asoma unos segundos para respirar. Un conjunto de tres delfines de la Armada de Estados Unidos recorrerá la región para encontrarla. Rojas-Bracho explica que ejemplares similares a la vaquita tienen reacciones muy diversas en el momento en el que son capturadas, que van de una adaptación casi inmediata hasta un estrés extremo que pone en riesgo su vida. “¿En qué rango está la vaquita marina? No lo sabemos”, apunta.
La operación será quirúrgica. Una vez que los delfines hallen a una o varias vaquitas, un conjunto de entre cinco o seis botes se acercarán con una red ligera para cercar al ejemplar y evitar que se haga daño. Después la marsopa entrará a una camilla donde un grupo de veterinarios evaluará su estado físico para subirla a la embarcación que la llevará al santuario que el Gobierno mexicano construirá cerca de la costas del pueblo de San Felipe, en Baja California. El avance en cada uno de los pasos dependerá siempre del comportamiento del cetáceo, según explica el programa del CIRVA. Si la vaquita no tolera la captura, será liberada y el último esfuerzo habrá terminado.
La principal razón por la que los expertos se han inclinado por recomendar al Gobierno mexicano el cautiverio de la vaquita marina es por la proliferación de las redes de enmalle en el golfo de California. El cetáceo muere atrapado en ellas aunque su objetivo sea el pez totoaba, un ejemplar por cuya vejiga natatoria se pagan hasta 10.000 dólares en China. A pesar de que ha existido durante dos años una veda pesquera en la región, los pescadores furtivos han encontrado la manera de continuar con sus actividades. Mientras los ejemplares son resguardados en el santuario, la tarea de los especialistas será encontrar esas redes y despejar las aguas del golfo de California de este peligro. “La verdadera acción de conservación es liberar a las vaquitas en un ambiente donde no haya redes de enmalle”, explica Rojas- Bracho. La veda pesquera termina este miércoles y los expertos coinciden en que es urgente incentivar la pesca con técnicas que no pongan en riesgo a la fauna marina de la región pero que permitan las actividades productivas. “Ha faltado una medida muy importante que es autorizar el uso de las redes alternativas de pesca y hacer una reconversión tecnológica paulatina”, señala María José Villanueva, directora de Estrategia y Ciencia del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF).
Una vez en el santuario —una gran laguna a la orilla de la playa— las vaquitas marinas serán vigiladas constantemente para determinar el momento adecuado para su liberación. La adaptación de los ejemplares será determinante para avanzar hacia un proceso de reproducción en cautiverio. Cada hembra es capaz de tener una cría cada dos años. La supervivencia de la vaquita será un trayecto sin retorno en el que México planea gastar cuatro millones de dólares. “El esfuerzo de trasladar algunas vaquitas a un santuario será extremadamente difícil y costoso, y no hay garantía de éxito”, concluye el CIRVA en el reporte con el que se ha lanzado —literalmente— al mar para rescatarla.
La crioconservación como alternativa crítica
“Jamás pensamos que llegaríamos a esto. Uno nunca imagina que de una población de 100 vaquitas íbamos a llegar a 30”, dice con franqueza Villanueva, de WWF. La situación crítica sobre la existencia de la marsopa ha llevado al CIRVA a contemplar la conservación del material genético del cetáceo en caso de que este desaparezca. Los veterinarios recolectarán las muestras en ejemplares durante el proceso de captura para el cautiverio. El programa estima la recolección tanto de tejidos como de sus células sexuales.
El material será trasladado al Frozen Zoo en San Diego (California, EE UU), una institución que conserva muestras de 10.000 especies extintas o en peligro de extinción y que ha logrado la reproducción del tejido vivo de animales. Las muestras de la vaquita marina llegarían allí para que los científicos descifren la secuencia del ADN de esta marsopa y obtengan un cultivo de sus tejidos. “No está lejos la clonación, no es que sea la solución ahora, pero tendremos allí una herencia genética para que cuando se pueda y se desarrolle esta tecnología, que está ya muy avanzada, y en algún momento se pueda hacer”, explica Rojas-Bracho. Ir más allá dependerá de los resultados del plan. La suerte de la vaquita está en el aire.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.