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Perfil

Paolo Gentiloni, una sombra a las órdenes de Renzi

El hasta ahora ministro de Exteriores tiene ahora que intentar formar Gobierno en un país abocado a una profunda crisis bancaria

Paolo Gentiloni,, el hombre que intentará formar Gobierno en Italia.
Paolo Gentiloni,, el hombre que intentará formar Gobierno en Italia. WAEL HAMZEH (EFE)

Se ha vuelto a demostrar. En Italia es más fácil cambiar de Gobierno que gobernar. En 48 horas, el presidente de la República, Sergio Mattarella, ha aceptado la dimisión de Matteo Renzi, se ha reunido con todos los grupos políticos —23 nada menos— y, tras una breve consulta con la almohada, ha encargado formar un nuevo Gabinete al hasta ahora ministro de Exteriores, Paolo Gentiloni, quien ha aceptado inmediatamente, aunque con el gesto apesadumbrado de quien no se ha visto en otra igual.

Y, posiblemente, Gentiloni, romano de 62 años, descendiente de la nobleza, comunista católico en sus orígenes, político y periodista de formación, portavoz de Francesco Rutelli, el antiguo alcalde ecologista de Roma, ministro de Comunicaciones en el breve Gobierno de Romano Prodi y de Exteriores en el igual de breve Ejecutivo de Renzi, nunca había soñado con verse en nada igual. O no hasta que, hace una semana, Matteo Renzi estrellara su fulgurante carrera política en la curva cerrada del referéndum constitucional y Mattarella —de acuerdo con el primer ministro saliente y tal vez con el beneplácito interesado de Silvio Berlusconi— se pusiera a buscar un político dentro del anterior Gobierno para encargarle la delicada misión de conducir un gabinete de transición.

Un gabinete que, como señaló el sábado Mattarella y subrayó ayer Gentiloni tras aceptar el encargo, sea capaz de sacar adelante una ley electoral y asumir compromisos tan urgentes como la reconstrucción de los pueblos destruidos por el terremoto. Aunque los periódicos italianos apuntaron en un primer momento que el elegido podría ser Pier Carlo Padoan, el brillante y muy bien relacionado ministro de Economía, enseguida se vio que los tiros iban en la dirección contraria. Ni Mattarella ni Renzi querían una figura de relieve que atrajese como un pararrayos las iras del Movimiento 5 Estrellas y de la Liga Norte —deseosos de ir cuanto antes a las urnas para aprovechar las secuelas del triunfo del no y el desbarajuste interno del PD de Renzi y de Forza Italia de Berlusconi—, sino un político discreto, de perfil bajo. Y en el Gobierno de Renzi había bastante donde elegir.

El joven exalcalde de Florencia se había encargado de construir un foso de irrelevancia alrededor de su carismática figura. Gentiloni, al igual que el resto de los ministros salvo alguna excepción puntual, adoptaron un papel discreto, casi invisible. De hecho, hubo una ministra —Federica Guidi, relacionada con un caso de tráfico de influencias— que solo visitó las portadas de los periódicos el día de su dimisión. Gentiloni, que había apoyado con entusiasmo la llegada de Renzi a la dirección del Partido Democrático (PD), llegó a Exteriores en octubre de 2014 para sustituir a Federica Mogherini, recién nombrada Alta Representante de la UE para Asuntos Exteriores. El nuevo ministro aprovechó sus buenos contactos con Estados Unidos e Israel —labrados durante su etapa parlamentaria— para establecer una relación de privilegio con el secretario de Estado estadounidense, John Kerry, en la búsqueda de un Gobierno de unidad para Libia.

De carácter tranquilo y con facilidad para los idiomas —habla inglés, francés y alemán—, va a necesitar más que paciencia y don de lenguas para capear el acoso de la oposición, que ayer no le concedió ni media hora de cortesía. Nada más conocerse que había recibido el encargo para formar gobierno, empezó a recibir un aluvión de críticas. Unas hacían alusión a su bajo perfil político. “Un coche oficial vacío ha llegado al palacio del Quirinal y se ha bajado Gentiloni”, decía con mala uva Luigi Di Maio, vicepresidente de la Cámara de Diputados y unos de los líderes del Movimiento 5 Estrellas. Para Matteo Salvini, jefe de la Liga Norte, el primer ministro en ciernes solo es “una fotocopia de Renzi”. Otras críticas de más profundidad aludían al hecho de que, pese a la gran afluencia de votantes en el referéndum y del varapalo sufrido por Renzi, de nuevo alcanzara el Gobierno un primer ministro no elegido por los italianos, el cuarto en cinco años tras Mario Monti, Enrico Letta y el propio Renzi. Más de uno se acordó de El Gatopardo de Lampedusa. “Todo cambia para que nada cambie”, dijeron sin ponerse de acuerdo Luca Zaia, presidente regional del Veneto, y Giorgia Meloni, del partido Hermanos de Italia.

Gentiloni, que apenas pronunció unas palabras de agradecimiento a Mattarella antes de iniciar los contactos para formar Gobierno, tendrá que convivir además con la espesa sombra de Renzi, quien en una carta a los italianos escrita de madrugada y colgada en su página de Facebook dejó claro que se ha ido tan rápido para poder volver antes: “No nos cansaremos de volver a intentarlo”.

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