China trata de calmar los temores sobre su reconversión industrial
El primer ministro, Li Keqiang, promete evitar despidos masivos en los sectores con exceso de capacidad
El primer ministro chino, Li Keqiang, quiso lanzar este miércoles un mensaje de tranquilidad en su única rueda de prensa del año. Apenas unos minutos antes, y por la abrumadora mayoría que caracteriza siempre a las decisiones de este órgano, la Asamblea Nacional Popular -el Legislativo chino- había aprobado el plan quinquenal 2016-2020. Un plan que recibió el 97,3% de síes de los delegados y que el Gobierno considera imprescindible para crecer entre un 6,5 y un 7%, pero que incluye también una dura reconversión industrial.
La reconversión -parte de la “reforma del lado de la oferta”, el nuevo mantra económico de Pekín- , busca reducir el exceso de capacidad en sectores industriales como el cemento o el cristal, una de las principales lacras que lastran la economía china. El acero y el carbón, que emplean en total a cerca de ocho millones de personas, son los primeros que se verán afectados. El Gobierno calcula que los recortes en la producción supondrán la pérdida de 1,8 millones de puestos de trabajo en ambos sectores, aunque los analistas consideran que esa cifra puede ser más elevada.
Los cierres de fábricas, o los retrasos en cobrar en otras que languidecen, han empezado a generar conflictos. En las plantas que permanecen abiertas, aumenta la incertidumbre sobre el futuro. En muchas comarcas, sobre todo del norte del país, poblaciones enteras dependen del empleo que da una de estas plantas. Ya el año pasado se doblaron las protestas, según la ONG hongkonesa China Labour Bulletin, y en lo que va de año la tendencia sigue creciendo. El fin de semana pasado, miles de obreros se manifestaron durante tres días frente a la mina de carbón Longmay, en la provincia de Heilongjiang, en el noreste del país, en imágenes ampliamente reproducidas en las redes sociales. La protesta solo se solventó con la intervención de la Policía y el pago de dos meses del salario que se les adeudaba.
Pero Pekín, que antepone la estabilidad social a cualquier otra prioridad, tiene muy claro que quiere evitar las protestas y el desorden que caracterizaron los cierres de fábricas a principios de este siglo, cuando efectuó un intento de recorte previo de plantas ineficientes que llevaron a despidos masivos.
Con este tipo de escenario en mente, aunque sin mencionarlo en ningún momento de modo directo, Li Keqiang quiso llamar a la calma e insistir en que los afectados no tendrán que preocuparse por su futuro. “Es verdad que en algunos sectores hay problemas graves de sobrecapacidad, especialmente en la industria pesada y en la petroquímica. Hemos seleccionado los sectores del acero y el carbón para empezar el esfuerzo de recorte de la capacidad excesiva, y al mismo tiempo evitaremos los despidos masivos”.
El primer ministro esquivó en todo momento dar una cifra de posibles pérdidas de puestos de trabajo. En cambio, prometió que la protección de los intereses de los empleados es “una gran prioridad”. Para aquellos que no puedan recolocarse de inmediato, “el Gobierno central y las autoridades locales tienen recursos financieros disponibles”. Se ha establecido un fondo de 100.000 millones de yuanes (unos 14.000 millones de euros) “y si es necesario se aumentará esa cantidad”.
Sector servicios como motor
La apuesta del Gobierno chino es que el sector servicios, del que aspira a que se convierta en el gran motor de la economía en los próximos años, pueda absorber esta fuerza laboral. Según ha apuntado el propio Li, en los primeros dos meses del año, el sector creció un 8,1%. Y en total, el año pasado se crearon 13 millones de puestos de trabajo urbanos, la gran mayoría también en servicios.
La urbanización, especialmente en las áreas del centro y el oeste del país, menos desarrolladas hasta ahora, representan otra de las herramientas por las que apuesta el Gobierno chino en la transición económica. En esas zonas, aseguró, hay “un espacio enorme para una inversión efectiva”.
El primer ministro extendió su mensaje optimista a otras áreas de la economía. Tras los sobresaltos del año pasado en las Bolsas y la incertidumbre sobre los niveles de deuda, la salida de capitales o la valoración de la divisa, insistió en que “tenemos amplias reservas de herramientas”.
“Habrá una pequeña volatilidad a corto plazo, pero en caso de que se perciba cualquier signo de que la economía cae por debajo de un nivel apropiado, tenemos las reservas de medidas innovadores de ajuste macro para estabilizarla”, insistió. También aseguró que el pago de las pensiones a una población que envejece a marchas forzadas está garantizado.
La economía fue con diferencia el asunto que dominó las dos horas de rueda de prensa en una de las salas más ornadas del Gran Palacio del Pueblo de Pekín. Otros asuntos que se habían convertido en habituales en las últimas convocatorias anuales, como la contaminación del aire, brillaron en esta ocasión por su ausencia. Cuestiones más polémicas, como los derechos humanos o el trato a las minorías, están permanentemente vetadas en un evento que el régimen comienza a preparar cuidadosamente semanas antes de su convocatoria y en el que las preguntas están generalmente preseleccionadas.
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