Myanmar tendrá a un civil como presidente por primera vez en más de 50 años
Htin Kyaw es hombre de máxima confianza de la Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi
Myanmar (la antigua Birmania) tiene desde este martes su primer presidente civil en medio siglo. El Parlamento en Naypyidaw nombró como jefe de Estado a Htin Kyaw, de 69 años, y hombre de confianza de la premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi. Htin logró 360 de los 652 votos en las dos Cámaras. El candidato era uno de los dos que había propuesto la Liga Nacional para la Democracia (LND), el partido de Aung San, tras su arrolladora victoria en las elecciones de noviembre, las primeras libres en el país en un cuarto de siglo.
Aunque Aung San es la líder de la LND y, con una inmensa diferencia, la política más popular de su país, no podía optar al cargo: la Constitución del país prohíbe la presidencia a las personas que tengan hijos con nacionalidad extranjera, una medida que introdujo el régimen militar en el proceso de transición y que se percibe como dirigido específicamente contra la premio Nobel, cuyos hijos tienen pasaporte británico. Pese a las intensas negociaciones desde noviembre, en público y en privado, entre la LND y los militares, no ha sido posible llegar a un acuerdo por el que el Ejército accediera a retirar esa restricción.
Pero Aung San ha dejado claro, en entrevistas previas, que planea ser el verdadero poder en la sombra y estar “por encima” del presidente. Y nadie duda de que Htin Kyaw va a ser una mera figura representativa, a las órdenes de la Señora. Sin una carrera política distinguida y sin haber sido elegido nunca para ningún cargo público, la gran razón para que la LND le propusiera para el cargo es su lealtad —aparentemente inquebrantable— hacia la premio Nobel. Desde los años 90 ha estado a su lado como amigo personal, confidente y asesor. Hijo de un célebre poeta birmano, es el actual responsable de la fundación que lleva el nombre de la líder de la LND.
Además de Htin, la LND había propuesto a un segundo candidato, Henry van Thio, de la minoría chin, en un gesto hacia las 135 etnias en este país de 51 millones de habitantes, un verdadero crisol cultural. Van Thio, que recibió 79 votos, será el segundo vicepresidente.
El cargo de primer vicepresidente lo ocupará el general Myint Swe, considerado de la línea dura militar y propuesto por el Ejército. Myint recibió 213 votos, de los parlamentarios militares y del Partido para la Unión, la Solidaridad y el Progreso (USPD), heredero de la Junta.
Pese a las reformas democráticas, las Fuerzas Armadas birmanas mantienen aún por ley un 25% de los escaños. Una proporción que le garantiza algunos de los ministerios más importantes, como el de Defensa o el de Fronteras, y que le concede el derecho de veto a la hora de reformar la Constitución.
La permanencia de estos privilegios representa un importante desafío para la LND y Aung San en el proceso de transición del país de una de las dictaduras más herméticas del mundo a una incipiente democracia al estilo occidental. Al igual que mantienen buena parte de los hilos políticos, los militares conservan, directamente o a través de redes de familiares y socios, un importante control de la economía del país. Una economía que se encuentra aún entre las más pobres del mundo, pero presta para despegar tras el levantamiento de las sanciones internacionales.
En los próximos días, el nuevo presidente birmano anunciará su Gobierno, que tomará posesión el 1 de abril. Las quinielas políticas apuntan a que Aung San figurará como ministra de Asuntos Exteriores, lo que le permitirá participar en las reuniones del Ejecutivo. Si eso ocurre, “tendrá repercusiones en las relaciones entre el Gobierno y los militares”, ha declarado al periódico Myanmar Times el presidente de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Yangon, U Myat Thu.
Además de maniobrar con delicadeza las relaciones con el Ejército -que no ha dado señales de estar dispuesto a la flexibilidad en las conversaciones con la LND desde noviembre-, Aung San Suu Kyi y el nuevo Gobierno tendrán ante sí como principal desafío el responder a las inmensas —hasta el punto de ser irreales— expectativas de su población. Una población que espera una mayor apertura de su país al mundo y, sobre todo, un desarrollo económico que se extienda a todas las capas de la sociedad y no se limite a unos pocos privilegiados.
El nuevo Gobierno civil también tendrá que acometer el auge del budismo nacionalista entre sectores de la etnia mayoritaria, la bamar, y resolver los conflictos étnicos en las zonas fronterizas.
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