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La represión contra la prensa crítica crece antes de las elecciones turcas

Un periodista turco crítico con Erdogan recibe una paliza tras una campaña de acoso

Andrés Mourenza
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, da un discurso en el palacio presidencial en Ankara, el pasado día 29 de septiembre.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, da un discurso en el palacio presidencial en Ankara, el pasado día 29 de septiembre.ADEM ALTAN (AFP)

En la recta final hacia las elecciones del próximo 1 de noviembre la presión contra la prensa no alineada con el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), la formación conservadora que gobierna Turquía desde 2002, se ha incrementado por medio de detenciones, juicios, amenazas e incluso la deportación de varios periodistas extranjeros. La última víctima ha sido el presentador de televisión y columnista Ahmet Hakan, muy crítico con el Gobierno y quien, tras sufrir una dura campaña de difamación en su contra, recibió una paliza la pasada medianoche y ha sido hospitalizado con fracturas en las costillas y la nariz.

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Al término del programa de debate político que presenta en CNN-Türk, Hakan regresaba a su hogar en coche cuando su paso fue interceptado por otro vehículo que, según mostrarían luego las cámaras de seguridad, le había seguido desde el edificio de la cadena de televisión. Cuatro personas salieron del coche y, mientras una se ocupaba del guardaespaldas de Hakan, las otras tres propinaron una brutal paliza al periodista. “Este tipo de ataques no nos intimidarán”, afirmó Ahmet Hakan en la mañana del jueves en un mensaje leído por sus colegas del grupo mediático Dogan, al que pertenecen tanto CNN-Türk como el diario Hürriyet, en el que también escribe el periodista agredido.

Los presuntos autores del asalto —dos de los cuales tienen antecedentes por amenazas, violencia física y consumo de narcóticos— fueron detenidos poco después y ahora se investiga si hubo alguna persona más involucrada como instigador. “Es un ataque por motivos políticos y que se veía venir, dadas las continuas amenazas vertidas por los medios conservadores contra determinados periodistas”, explica el representante en Turquía de Reporteros Sin Fronteras (RSF), Erol Onderoglu, en declaraciones a EL PAÍS. En las últimas semanas, Hakan había recibido calumnias y duras acusaciones por parte de diversos medios progubernamentales y un columnista del diario Star, Cem Küçük, llegó a amenazarle: “Como un paciente esquizofrénico, aún crees que vives en aquellos tiempos en que Hürriyet gobernaba este país. Pero podríamos aplastarte como una mosca si quisiéramos. Hasta ahora hemos tenido clemencia y aún estás vivo”.

“En cualquier otro país, este periodista hubiese sido despedido o juzgado por estas amenazas contra la integridad física —denuncia el representante de RSF—, pero aquí, quienes apoyan al Gobierno, gozan de cierto tipo de inmunidad”. Tras recibir estas amenazas, Hakan solicitó protección al Ministerio de Interior y, sin embargo, no le fue concedida, según denunciaron sus abogados.

El grupo mediático Dogan, uno de los más importantes de Turquía, ha sido objeto de multitud de invectivas por parte del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, que acusa a su fundador, el magnate Aydin Dogan, de “robar al país”, apoyar al terrorismo y derribar Gobiernos. A raíz de ello, el edificio de Hürriyet fue apedreado por una muchedumbre de seguidores de Erdogan en dos ocasiones durante el pasado mes y, pese a que algunos de los atacantes fueron detenidos, se les puso en libertad sin cargos. Al frente de los manifestantes estaba un parlamentario y dirigente del AKP, Abdurrahim Boynukalin, quien llegó a decir en referencia a los periodistas críticos y nombrando específicamente a Ahmet Hakan: “Nuestro error ha sido no pegarles antes”. Con todo, el diputado islamista se desvinculó este jueves de la agresión al periodista.

“En la historia de Turquía, decenas de periodista opositores han sido asesinados y muchos lo han sido después de campañas de insultos y amenazas como la vivida por Hakan”, lamenta Tarik Hatipoglu, dirigente de la Federación de Reporteros de Medios Especializados.

Los periodistas del grupo Dogan, cercano a sectores laicos de centroizquierda, no son los únicos que han sufrido problemas. El pasado mes, siete directivos del grupo Koza Ipek, que posee varios canales y diarios islamistas contrarios al actual Ejecutivo, fueron detenidos como parte de la investigación sobre la orden religiosa del predicado Fethullah Gülen, antaño aliado de Erdogan y hoy su archienemigo. La plataforma digital Tivibu —propiedad de la empresa de telecomunicaciones semipública Türk Telekom— retiró los canales pertenecientes a este grupo, lo que ha motivado una investigación de la OSCE por posible censura.

Prácticamente todas las webs informativas vinculadas al nacionalismo kurdo y varios medios izquierdistas han visto también bloqueado su acceso en Internet, pese a no existir una decisión judicial sobre ello, y el pasado martes 32 periodistas kurdos fueron brevemente detenidos por la policía. Actualmente hay 21 periodistas en cárceles turcas, de los que 18 son kurdos.

Además, un centenar de personas, en su mayoría trabajadores de la prensa, están siendo procesados por “insultar al presidente”, una acusación que según el Comité para la Protección de los Periodistas “es usada para silenciar a los críticos” con el polémico Erdogan. Otros informadores, como el director del diario Cumhuriyet, Can Dündar, se enfrentan incluso a cadena perpetua, en este caso por haber publicado información sobre la presunta transferencia de armas turcas a combatientes sirios. “En 40 años de carrera no había visto tanta presión a los medios”, se queja, en entrevista con EL PAÍS, el presidente de la Asociación de Periodistas Progresistas, Ahmet Abakay: “El 80% de los canales de televisión y los periódicos han sido cooptados por el Gobierno, pero no le basta, no quiere a un solo periodista crítico”.

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