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La crisis socioeconómica hace al Pireo menos rojo y más pardo

El suburbio de Pérama, que concentraba astilleros, languidece por la deslocalización

M. A. S.-V.
Varios hombres juegan al backgammon cobijados de la lluvia en el Pireo.
Varios hombres juegan al backgammon cobijados de la lluvia en el Pireo.Matt Cardy (Getty Images)

En la época dorada de los ochenta y noventa, los sueldos en Pérama, donde se concentraban los mayores astilleros del Pireo, eran de 100 euros al día, recuerda Akis Sideris, de 58 años. Pero tras una deslocalización alentada por directivas europeas, y ante la invencible competencia de mercados más baratos –de Turquía a Corea del Sur o Singapur-, hoy la paga no llega a los 40, y sin seguro, para los escasos afortunados que logran una contrata, pues ya casi no se construyen barcos, y se reparan muy pocos. El resto de la mano de obra, como el propio Sideris, engrosa una legión de “parados de larga duración, sin expectativas y sin futuro, ya que sólo funciona el 10% de los talleres”. El deterioro del lugar resulta tan evidente que los cinco kilómetros que separan el puerto de pasajeros del Pireo del suburbio obrero de Pérama son una sucesión de barrios con apariencia de favelas, como los de Drapetsona; silos de carga y contenedores carcomidos por el hollín y un sinfín de grafitis con mensajes de rabia entre un horizonte congelado de grúas. El mar plomizo que orilla el territorio parece un invitado mudo.

Durante décadas, Pérama fue un territorio rojo, si no en representación política, sí en cuanto a fuerza sindical: el sector portuario ha sido un coto privado de Pame, el sindicato del muy ortodoxo Partido Comunista griego (KKE). Pero en los últimos años, la mezcla de paro, pobreza y falta de infraestructuras y ayudas ha alentado propuestas extremas como las que ofrece el partido ultra Aurora Dorada (AD), que, hasta la detención de su cúpula en 2013, hizo una auténtica demostración de fuerza en la región, y donde aún sigue repartiendo ayuda periódicamente.

Lo reconoce sin ambages Yanis Lagudakis, primer alcalde de Syriza en Pérama “tras tres décadas de alternancia de Nueva Democracia y Pasok”, en el Ayuntamiento, situado a la entrada de La Zona, como llaman los locales al epicentro de la extinta actividad portuaria. “La crisis empezó en Pérama mucho antes de 2009”, explica Lagudakis, “fundamentalmente por la falta de voluntad política del Gobierno de apoyar la única industria floreciente que había en Grecia junto con el turismo. En la década de los ochenta trabajaban en La Zona 20.000 obreros, incluidos los de miles de industrias auxiliares, desde mecánicos a soldadores, que también dependían de la actividad de los astilleros. Hoy, el paro real supera el 70%, al 20% de las casas les han cortado la luz y el agua por impago y el 40% de la población de Pérama [unos 25.000, según el censo oficial] vive bajo el umbral de pobreza. El contexto perfecto para Aurora Dorada, que en 2012 sacó aquí dos veces más que la media nacional”, es decir, el 14%, admite.

Popi Papageorgiu, periodista y vecina de Pérama, confirma la transformación de la localidad. “Hace dos años, AD sacaba sin reparos sus milicias a la calle y hacían una exhibición de fuerza paseándose por las plazas o por el mercadillo semanal, para subrayar su poderío. Hoy la sede local sigue abierta, pero con una actividad al ralentí… y pocos se ufanan ya de ser miembros o simpatizantes del partido… Entonces llegaron a protagonizar varios ataques a sindicalistas. El más grave, que mandó a varios miembros de Pame al hospital, se produjo justo una semana antes de que un miembro de AD asesinase a un rapero en Níkea [un suburbio vecino]” a finales de septiembre de 2013, el suceso que desató la investigación contra la cúpula. En el relato de Papageorgiu aparece otra de las razones que explican la presencia de AD en la región: su labor de zapa para quebrar la espina dorsal del sindicato, especialmente beligerante contra los recortes del Gobierno y los intereses de los grandes armadores, que han gozado de privilegios fiscales sin parangón.

En 2013, las movilizaciones de Pame en los puertos –algunas de las cuales bloquearon durante días a miles de pasajeros en el Pireo- terminaron gracias a la adopción de medidas de excepción por parte del Ejecutivo, un recurso utilizado pocas veces tras la restauración de la democracia, en 1974. Y mientras las milicias de AD hacían el trabajo sucio, los representantes del partido ayudaban desde Parlamento. “Los diputados neonazis nunca ha votado en contra de los intereses de los grandes armadores”, recuerda el experto Dimitris Psarrás, autor de un libro sobre el partido.

“AD es un instrumento en manos del poder político y económico para golpear a los sindicatos”, sostiene Nikos Zeodorakis, de la secretaría general de Pame, “pero no el único: el control por la empresa china Cosco de buena parte del puerto del Pireo quiere yugular también los derechos de los trabajadores, con sueldos que rompen el mercado, nulas garantías de seguridad y, sobre todo, vulnerando los derechos sindicales, como el de asociación. Por eso no se trata únicamente de los neonazis. Hoy es AD, mañana será otra la herramienta”.

En esta lucha soterrada para quebrar resistencias y salvaguardar intereses, los vecinos de Pérama llevan las de perder, repartiéndose las migajas de una riqueza que nunca les perteneció del todo, pero con la que convivieron, recuerda el desempleado Sideris, “como si fuerámos ricos”. Un recuerdo que hoy parece más bien un espejismo, confrontado a un presente miserable. “Yo era muy pequeño cuando la guerra civil [1946-49], pero recuerdo bien las ‘sisitia’ [las comidas de beneficencia]”, explica mientras deja vagar su mirada en lontananza el jubilado Babis Jarálambos, de 80 años, que fue marino y luego obrero en un astillero. “Nunca pensé que volvería a ver colas de gente famélica, esperando un plato de comida; y ahora lo veo a diario”.

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