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Los demócratas, pendientes del electorado femenino

Los diferentes candidatos intentan atraer a las votantes con argumentos sobre igualdad

Seguidoras del candidato demócrata Andrew Cuomo, en Nueva York.
Seguidoras del candidato demócrata Andrew Cuomo, en Nueva York.EDU BAYER

Karen O’Connor, abogada, doctora en Ciencias Políticas y fundadora del Instituto de Mujer y Política en Washington, reconoce que el elevado número de candidatos en las legislativas del próximo 4 de noviembre hace prácticamente imposible que reconozca todos los nombres cuando vaya a votar. La lista de aspirantes a alcaldías, gobernadores, senadores o fiscales generales aleja a los ciudadanos del voto. La baja participación que suele marcar las legislativas, especialmente entre las mujeres, se ha convertido en todo un reto para los candidatos demócratas, conscientes de que necesitan su voto para ganar.

Valga como ejemplo el evento de la semana pasada, en Nueva York, donde la exsecretaria de Estado y posible candidata presidencial en 2016 Hillary Clinton, respaldó la candidatura del gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, que hacía campaña con argumentos diseñados para el electorado femenino. Clinton ha llamado al electorado femenino a crear un “movimiento” que dé la victoria a las más de 100 mujeres que aspiran a un puesto en la Cámara de Representantes.

“No se me ocurre una manera mejor de hacer que el Congreso trabaja a favor de las familias americanas que eligiéndolas a todas ellas”, aseguró Clinton en Washington recientemente. El Partido Demócrata también ha impulsado la candidatura de dos mujeres en dos puestos imprescindibles para conservar la mayoría en el Senado, en Kentucky y en Georgia.

El reto es grande. Las mujeres tienden a votar menos en esta convocatoria que en unas presidenciales, a pesar de que, según alertan muchos candidatos, se juegan aún más en estas legislativas. Para convencerlas, los demócratas han apostado por dos argumentos de campaña: la igualdad salarial y los derechos reproductivos, dos temas que jugaron a favor de la reelección de Obama en 2012.

Un 51% de las mujeres prefiere una mayoría demócrata en la Cámara, frente a un 37% de los hombres

“Si los demócratas quieren vencer en estas elecciones, necesitan convencer a las mujeres de que salgan a votar”, explica O’Connor. Los anuncios de muchos candidatos lo evidencian. “Nadie os puede culpar por comprobar en un calendario que efectivamente estamos en 2014”, afirma Mark Udall, candidato al Senado por Colorado, en uno de sus anuncios. “¿Por qué seguimos debatiendo entonces el derecho al aborto o el acceso a los anticonceptivos? Esos derechos son tuyos y yo no dejaré que te los nieguen”.

Udall busca, como otros miembros de su partido, refrescar la memoria de las votantes. Los ejemplos del impacto que tendrían nuevos nombramientos republicanos no están lejos. En los últimos cuatro años, una avalancha de leyes han limitado el derecho al aborto en numerosos Estados, los avances de la reforma sanitaria en cuanto al acceso a los anticonceptivos han sufrido recortes legales y judiciales -como la última sentencia de Tribunal Supremo al respecto- y la igualdad salarial entre hombres y mujeres sigue sin cumplirse.

El electorado femenino está tradicionalmente más cerca de las posturas demócratas en cuestiones de economía. Según una encuesta reciente de The Wall Street Journal, un 51% de las mujeres prefiere una mayoría demócrata en la Cámara, frente a un 37% de los hombres. La historia, sin embargo, hace que los demócratas luchen contra la corriente: la participación en las legislativas suele estar dominada por sectores del electorado más blanco, más mayor y más rico.

La esperanza de los demócratas queda reducida así a un grupo de votantes muy concreto: las mujeres solteras. La mitad de las estadounidenses mayores de 18 años no se ha casado y representan a uno de cada cuatro votantes. En la última década han aumentado un 19%, de 44.8 millones a 53, según el Centro de Participación Electoral -en comparación con un aumento de un 7% de mujeres casadas en el mismo período. Y las solteras representan también al grupo que más respalda a los demócratas, sólo por detrás de los afroamericanos.

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Sin embargo, votan con menos frecuencia: su participación bajó un 20% entre las presidenciales de 2008 y las legislativas de 2010. Conscientes de ese obstáculo, los demócratas han incorporado en este ciclo electoral muchos más argumentos económicos. Según una encuesta reciente del diario The Washington Post, cuando un candidato defiende aumentar el salario mínimo, tiene un 54% más de probabilidades de que las mujeres le voten, frente a un 46% de que lo hagan los hombres. La baza del salario mínimo puede resultar determinante “porque significa mucho para las mujeres”, dice Jared Bernstein, investigador del Center on Budget and Policy Priorities. “Las principales beneficiadas serían mujeres jóvenes, muchas de ellas con hijos, porque son las que tienen esos trabajos”.

El discurso sobre la igualdad salarial compensa en este caso la falta de calado de la recuperación económica entre las mujeres. Jared Bernstein, exasesor del vicepresidente Joe Biden, explica que la falta de optimismo de muchas votantes se debe, en parte, a una perspectiva distinta sobre las oportunidades a las que tienen acceso. Mientras que el paro de los hombres mayores de 20 años ha descendido del 7% al 5,3% en el último año, en el caso de las mujeres estaba en un 6,2%, comparado con un 5,5% actual.

“Los sectores de la economía que más sufrieron eran de ocupación principalmente masculina y esos se han recuperado lentamente”, explica Bernstein, pero las mujeres siguen copando los puestos remunerados con el salario mínimo. “La mayoría de las familias monoparentales son de madres solteras, su sueldos están congelados y su situación es mucho más dura”.

Para O’Connor, el principal reto para convencer a las mujeres de que voten, especialmente a las más jóvenes, no es sólo económico: “están convencidas de que la discriminación ya no existe”. La profesora forma parte de la primera generación de universitarias que se benefició de la ley que prohibió la discriminación por razones de sexo, en cualquier institución educativa, en 1972. Su sorpresa en conversaciones con mujeres más jóvenes retrata la magnitud del reto de los demócratas con este sector del electorado. “Ellas todavía no se han dado cuenta de que si ganan 5.000 dólares al año menos que sus compañeros, dentro de 20 años la cantidad va a ser mucho más significativa”.

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