Los ‘soñadores’ que cambiaron la lucha por la reforma migratoria
Lizbeth Mateo no siempre revelaba su nombre y apellido a cualquiera. Después de cruzar caminando la frontera que separa Estados Unidos y México, su país natal, su madre le recomendó que nunca dijera la verdad sobre por qué no hablaba bien inglés: “Di que naciste en Estados Unidos pero tus padres te llevaron a México poco después”.
La historia de Mateo es la de cerca de dos millones de jóvenes indocumentados que viven y estudian en ciudades estadounidenses. Saben que sus opciones se cierran como un embudo al graduarse en la universidad, ya que no pueden trabajar en el país al carecer de permiso. Muchos llegaron tan jóvenes que olvidaron su idioma materno. Otros no recuerdan la ciudad en la que nacieron, al otro lado de la frontera. Su país es Estados Unidos, aunque no lo diga su pasaporte.
Mateo viajó con sus padres y su hermano desde Oaxaca cuando tenía 14 años. Describe aquella noche en el desierto, las carreras y el frío como algo “aterrador”. El plan de la familia era que se adelantara su padre y enviara dinero a México durante unos años para que ella pudiera ir a la universidad, pero decidieron no separarse. “Pensamos que podríamos volver fácilmente a México. Pero empezaron a pasar los años y nos dimos cuenta de que no íbamos a regresar”.
Aquella campaña la liderarían los propios ‘dreamers’, aunque el precio fuera la deportación
Jóvenes como ella son conocidos como Dreamers a propósito de la fallida ley Dream Act que les hubiera concedido un permiso temporal de residencia. Con campañas como “Sin papeles, sin miedo” han viajado hasta las oficinas de los políticos, revelando ante ellos su identidad y el hecho que viven en el país ilegalmente porque carecen de permiso o porque se quedaron después de que caducaran sus visados.
Este gesto, impensable en unos años en los que EE UU se enredó en una retórica anti inmigrante radicalizada gracias a leyes como la de Arizona, ha sido asociado con el impulso de todos los ciudadanos a favor de la reforma migratoria. Símbolos del sueño americano por excelencia, el coraje de los dreamers también quedó grabado en la mente de millones de votantes hispanos que el pasado noviembre votaron por los que todavía no pueden hacerlo. El voto a Obama también era un voto por la reforma.
Desde los 19 años, Mateo colabora con diferentes organizaciones en defensa de los inmigrantes. Ha participado en campañas para la entrega de permisos de conducir a ‘sin papeles’, el acceso a la educación de los indocumentados y, como miles de dreamers que cambiaron el rostro a la lucha por la reforma, también ha visitado oficinas de legisladores para explicarles personalmente su caso y abogar por un nuevo sistema.
"Si me iba pasar algo por ser indocumentada, quería saber que había hecho todo lo posible por cambiar mi situación y la de los demás", comenta. “Empecé a formar grupos con otros jóvenes como yo, desde California, donde nos sentíamos realmente aislados del resto del país. Lo que no sabíamos era que en Texas, en Illinois, en Carolina del Norte..., estaba pasando lo mismo”.
A finales de 2010, la trayectoria de miles de jóvenes como Mateo confluyó en la lucha por aprobar el Dream Act, que después de más de 10 años pendiente en el Senado, fracasaría por apenas cuatro votos. Pero a diferencia de otras batallas legales, aquella la liderarían los propios dreamers, aunque el precio fuera la deportación tras revelar que carecían de documentos.
Según Mateo, aquella iniciativa nació de la frustración con decenas de organizaciones nacionales que abogaban por la reforma pero que no representaban del todo sus intereses. Algunas de ellas prefirieron dejar de presionar por el Dream para no arriesgarse a impedir que llegara también una reforma migratoria completa como la que se negocia estas semanas.
Uno de esos grupos le había pedido varios años antes que acudiera a una rueda de prensa y explicara su experiencia como indocumentada. "Primero te decían que podías ocultar tu nombre o incluso utilizar un seudónimo. Luego empiezas a revelar tu nombre, después tus apellidos, hasta que perdías el miedo a revelar tu identidad”, recuerda. "Entonces comprendí que podía representarme a mí misma. Ya me habían entrenado para ello, ya sabía a lo que tenía que decirles, simplemente no quería que otros hablaran por mí".
Este miércoles, centenares de inmigrantes volverán al Capitolio en Washington durante la jornada de activismo convocada por diversas organizaciones a favor de la reforma. Volverán a pedir una oportunidad para convertirse en ciudadanos estadounidenses. E igual que hicieron en su día los dreamers, pedirán en persona ante los legisladores que la ley incluya una vía para convertirse en ciudadanos de EE UU.
Allí también estará Mateo, quien se muestra convencida de que los principios defendidos por el Dream Act formarán parte de la legislación que se presente esta semana ante el Senado. “En 2010 querían aprobarlo de manera independiente, a pesar de no tener lista la reforma. Si lo creyeron entonces, lo creerán ahora también”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.