El Parlamento de Italia inaugura la legislatura del desgobierno
Los partidos se ven incapaces de elegir a los presidentes de la Cámara y el Senado
Se cierran 167 empresas al día —10.000 en los dos últimos meses—, la deuda acaba de alcanzar un nuevo récord y, según Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo (BCE), Italia es ahora mismo el país menos productivo entre los grandes de la zona euro, pero sus políticos no son ni siquiera capaces de ponerse de acuerdo para elegir un presidente para la Cámara de Diputados y otro para el Senado. La impotencia fue la única que obtuvo mayoría absoluta en el inicio de la legislatura italiana. Las tres votaciones en la Cámara y las dos en el Senado solo sirvieron para constatar que el reparto de fuerzas surgido de las últimas elecciones sigue conduciendo peligrosamente a la ingobernabilidad.
A las nueve de la mañana, en la puerta de la Cámara de Diputados, Michelangelo Guzzardi y Carla Asta, dos ciudadanos de a pie, entregan a periodistas y parlamentarios unas sencillas fotocopias de la Constitución. “Italia”, reza el primer artículo, “es una República democrática, fundada sobre el trabajo. La soberanía pertenece al pueblo, que la ejerce en las formas y en los límites de la Constitución”. Pero el trabajo ya es un artículo de lujo y los políticos no saben literalmente qué hacer con los votos de los ciudadanos. “Solo pedimos”, dicen Guzzardi y Asta, “que se pongan de acuerdo, que cumplan la Constitución, que dejen a un lado las peleas palaciegas que están paralizando este país”. Los diputados, de uno y otro signo, dicen que sí educadamente, que lo van a intentar, pero un rato después en el palacio de Montecitorio vuelven a caer en los inútiles rifirrafes.
La crónica del día es la de un vacío muy bien adornado. En total, cinco interminables votaciones —se vota de uno en uno y en secreto, pasando a través de una especie de confesionarios para preservar la privacidad— en las que las dos principales coaliciones votaron en blanco y solo el Movimiento 5 Estrellas de Beppe Grillo votó a sus candidatos para presidir las cámaras. Como en las primeras votaciones se necesita el apoyo de los dos tercios en la Cámara de Diputados y de la mayoría absoluta en el Senado, no hubo manera de elegir un presidente. La ocurrencia de los votos en blanco es, en teoría, para dar tiempo a posibles coaliciones. Pero no parece una cuestión de tiempo. El centroizquierda de Pier Luigi Bersani sigue intentando el apoyo de Beppe Grillo, que ya no sabe cómo decirles que no es no, mientras el centroderecha de Silvio Berlusconi espera que Bersani se desespere y termine haciéndole a caso a los barones de su partido que sostienen más o menos abiertamente que, si la necesidad aprieta, no habrá más remedio que alcanzar un acuerdo con el partido de Berlusconi. Para la mayor parte de la izquierda, cualquier tipo de acuerdo con Il Cavaliere sería un suicidio político sin capacidad de resurrección.
La sesión se suspendió a las tantas, y es posible que hoy la coalición de Bersani pueda obtener la presidencia de la Cámara de Diputados, ya que a partir de la cuarta votación es suficiente con la mitad más uno de los votos. Pero sería una victoria tan raquítica como la del 24 y 25 de febrero, un engordar para morir porque el Senado es ingobernable y hoy por hoy todos los caminos conducen de nuevo a las urnas. Mientras, Berlusconi salió del hospital de Milán donde se había refugiado de los juicios que amenazan con enviarlo a prisión. Una palabra cada vez más frecuente en el entorno del magnate y político. El inicio de la nueva legislatura supone automáticamente el fin de la inmunidad de los parlamentarios de la anterior. Por tanto, Nicola Cosentino, exdiputado del partido de Berlusconi, ingresó en prisión acusado de ser “el referente político” de la Camorra napolitana.
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