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UNA ISLA CODICIADA

Dos colosos pujan por Chipre

La isla mediterránea, que asume la presidencia de la UE a la semana de haber perdido el rescate para su banca, es una plataforma estratégica por la que pugnan Rusia y China

María Antonia Sánchez-Vallejo
Turistas en una calle de Limasol, centro de operaciones ruso en Chipre.
Turistas en una calle de Limasol, centro de operaciones ruso en Chipre. LAURA BOUSHNAK (AFP)

En un recodo del Mediterráneo oriental, con el agua al cuello de la recesión, Chipre no sabe muy bien hacia dónde mirar. Si al Este o al Oeste, a Pekín o a Bruselas; a Israel, con quien comparte importantes reservas de gas natural, o a Grecia, madre patria (y madrastra de buena parte de su crisis). La solución a esas dudas podría encomendarse a Moscú, de donde por ahora le llega el sustento con que apuntalar su economía: un crédito de 2.500 millones de euros. Pero en esa región del mapa, donde también confluyen Siria o Israel, todo tiene un precio —y un interés aún más alto—, y los cantos de sirena resuenan por doquier.

El lunes pasado, seis días antes de asumir por primera vez la presidencia de la UE, Nicosia pedía ayuda para salvar su sistema bancario del contagio de la deuda griega, convirtiéndose así en el quinto país rescatado de la UE. Algo casi irrelevante en términos globales (supone el 0,5% del PIB de la eurozona), pero también indicio de un futuro dudoso, por lo que muchos no descartan un nuevo crédito bilateral ruso… o chino.

La imagen de Chipre alentando la codicia de Rusia y de China tiene algo de cuento infantil: dos colosos peleando por un guisante. En el apetito de Moscú por la isla, un patrón que empieza a repetirse en Grecia, se mezclan consideraciones tan variadas como los negocios (más del 25% de los depósitos bancarios y un tercio de la inversión extranjera son rusos), intangibles —ambos países son de religión ortodoxa— y viejos resabios de la guerra fría… a 40 grados a la sombra. Buena parte del establishment chipriota se ha educado en Moscú y habla ruso con fluidez.

En cuanto a China, su desembarco promete ser a lo grande. En marzo se firmó un acuerdo para convertir el antiguo aeropuerto de Lárnaca en un centro de 4.000 metros cuadrados de distribución de manufacturas en Europa, Oriente Próximo y África: una punta de lanza perfecta para sembrar medio mundo de ropa, tallarines y cachivaches. Pero Pekín quiere materias primas y sus petroleras prevén licitar parcelas de explotación del gas natural chipriota.

Chipre es un polvorín a pleno sol: espías mafiosos y proxenetas; rusos, chinos; y cada vez más israelíes

Así pues, y crisis al margen, la isla donde nació Afrodita resulta ser una cotizadísima área de servicio, pero también un polo energético y una lanzadera hacia Siria. “Chipre es una colonia offshore de Rusia, con la ventaja añadida de poder hacer negocios en Oriente sin salir de la UE, o a la inversa. Pero su fortaleza era de cartón piedra y no podía durar ante el vendaval de la crisis. La cámara acorazada ha reventado, pero si hay que elegir entre el riesgo económico y Siria, persistirá el interés por Chipre”, ironiza un diplomático comunitario en Nicosia.

Por las carreteras de la isla, las señales trilingües —en griego y turco, idiomas oficiales, e inglés— se mezclan con miles de anuncios en caracteres cirílicos: peluquerías, videoclubes, abundantes tiendas de alcohol, servicios, compraventa de inmuebles. En el sur, en torno a Limasol, hay una colonia de 40.000 residentes rusos (más unos 150.000 turistas al año). Encontrar matrioskas, buen vodka y pieles resulta tan sencillo como comprar amuletos azules contra el mal de ojo o lukums con aroma de rosas.

“La situación prebélica de la región tiene que ver con la energía: tras una gran crisis económica suele venir una guerra, y las potencias se están posicionando. Si mientras tanto hacen negocios, tanto mejor”, explica el politólogo Oleg K. en Nicosia. “Hay más de un millar de empresas rusas en la isla; uno de los accionistas del Banco de Chipre [uno de los que deben ser recapitalizados] es un multimillonario ruso; nos beneficia el sistema fiscal; ni siquiera tenemos que hablar griego ni inglés... Si tuvieras que elegir entre un país de mala muerte del este de Europa y una isla con 300 días de sol al año, ¿qué escogerías?”.

Moscú se beneficia de ventajas mayúsculas, como demostró en enero un inquietante episodio bélico. Un carguero fletado por la compañía de armamento rusa Rosoboronexport se vio obligado a buscar amparo de una tormenta en el puerto de Limasol, una especie de Benidorm en eslavo. En sus bodegas viajaban 60 toneladas de munición para Damasco, pero, pese al embargo de armas decretado por la comunidad internacional, el barco siguió ruta hasta el puerto sirio de Tartus, donde Moscú dispone de su única base en el Mediterráneo. Los tímidos intentos de las autoridades portuarias de abortar el flete quedaron en nada, cualquiera desaira al Kremlin...

La escalada bélica en el país árabe y el decidido apoyo ruso al régimen de Damasco auguran un verano caliente. “Los alquileres empiezan a subir, podríamos estar ante una segunda edición de lo que fue Chipre durante la guerra civil libanesa [1975-1990], una plataforma regional de comunicaciones, servicios y negocios… no siempre limpios”, explica el periodista Andreas Parasjos, director del semanario Kathimerini, que alude con disimulo a la melé de espías, traficantes y prostitutas eslavas que durante años animó los días, y las noches, de un país que a las seis de la tarde —horario inglés, para algo fue colonia británica hasta 1960— echa el cierre.

“La presencia de Rusia en Chipre se remonta a una decena de años; pero con un escenario incierto en Siria, es probable que Chipre pueda triangular un sinfín de intereses geopolíticos y económicos en la zona”, añade Parasjos. La inclinación a la mala vida no parece que haya decaído, y las sospechas de que la isla es también un centro de lavado de dinero y un refugio del crimen organizado cobran fuerza.

Así que Chipre es cada vez más un híbrido entre el camarote de los hermanos Marx y un polvorín a pleno sol: espías, mafiosos y proxenetas; los rusos y los chinos; cada vez más israelíes —noticias no confirmadas anuncian el desembarco de 30.000 técnicos petroleros, y otros tantos soldados para protegerlos—, más los militares británicos, que con sus dos bases ocupan el 3% del territorio. En la animada concurrencia no faltan los parientes pobres: decenas de miles de soldados y colonos turcos en el 37% del territorio del país bajo dominio de Ankara desde 1974, y que la comunidad internacional no reconoce. La división es un escollo que la presidencia europea de Chipre, que hoy se inicia, obviará de la agenda comunitaria.

Precisamente porque el contencioso con Turquía quedará fuera de foco, cobran especial relieve otros movimientos más discretos, como el posible posicionamiento financiero de China. Porque en esa babel de tamaño bonsái que es Chipre ni siquiera los peores secretos aguantan el silencio. Hace un año, la explosión de un arsenal de armas iraníes confiscadas en 2009 en un barco que se dirigía también a Siria marcó el principio del fin de la inocencia. La gestión, y la gestación, del desastre —un centenar de contenedores con armas expuesto durante meses a la intemperie, a altas temperaturas— resquebrajó un sistema, como el griego, henchido de favores y clientelas.

Un año después, todos los escenarios están sobre la mesa: un rescate mayor de lo previsto, nuevos créditos, un vuelco inopinado en Siria. Moscú necesita asegurarse una plataforma naval por si la base de Tartus desaparece. Los rusos conjugan negocios e intereses; los chinos no están solo para vender menudencias. Nada nuevo bajo el sol, pues, en Chipre, una isla con múltiples lecturas: la primera, business as usual.

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