Merkel se enroca y rechaza que la banca española reciba ayuda directa
Acuerdo para usar “todos los mecanismos necesarios” para estabilizar el euro
Mariano Rajoy salió “enormemente contento”, según sus propias palabras, de su estreno en la cumbre en la que los líderes de las cuatro mayores economías de la eurozona acordaron las líneas maestras del próximo Consejo Europeo. Por vez primera, un jefe de Gobierno español entraba hasta la cocina donde se preparan los platos que, dentro de una semana, se servirán a los otros 23 socios de la UE, reunidos en Bruselas el 28 y 29 de junio.
En un salón de Villa Madama, un antiguo palacio de los Medici en el romano monte Mario, Rajoy se sentó en torno a una mesa redonda, con la canciller germana Angela Merkel a su derecha; el presidente francés François Hollande a su izquierda; y el primer ministro italiano Mario Monti, enfrente.
Rajoy —que llegó procedente de São Paulo (Brasil), tras una breve escala en Madrid— basó su satisfacción en el compromiso de los cuatro mandatarios de “utilizar todos los mecanismos que sean necesarios para garantizar la estabilidad financiera de la zona euro”, como anunció Hollande. Es decir, para poner coto al acoso de los mercados financieros contra los países periféricos, especialmente España e Italia, que ha llevado a su deuda a niveles insostenibles.
El presidente español subrayó, a preguntas de los periodistas, que nada impide que el actual Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEES), y su sucesor el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), con una potencia conjunta de 750.000 millones de euros, compren bonos de los países miembros en el mercado secundario, como ha propuesto Monti. Y recordó, aunque no era necesario, que también lo ha hecho en el pasado, “en circunstancias excepcionales”, el Banco Central Europeo. Pero no quiso concretar cuál de los dos mecanismos se activará para aliviar la presión sobre la deuda española, porque “no hace mucho entrar en detalles”, ni si dicho apoyo estaría condicionado a exigencias como el aumento del IVA, la eliminación de la deducción por vivienda o el anticipo en el calendario de retraso de la edad de jubilación. A Rajoy le bastó ayer con el compromiso genérico de sus socios.
Pero el verdadero jarro de agua fría le vino de labios de Angela Merkel, quien dio calabazas a la principal reivindicación española en este momento: que el crédito de hasta 100.000 millones que el Eurogrupo ha acordado conceder a España para recapitalizar su sistema financiero vaya directamente a los bancos sin la intermediación del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB), un organismo del Estado.
El objetivo es evitar que el crédito de los bancos engorde aún más la deuda pública y empuje la escalada de la prima de riesgo española, como ha sucedido en los últimos días, cuando se ha acercado a los 600 puntos.
Merkel ha dejado claro, sin embargo, que no está dispuesta a que los bancos españoles reciban directamente la ayuda financiera europea. Y ello por dos motivos: porque no lo permiten los tratados; y, sobre todo, porque es el Estado español el que tiene la responsabilidad, y los instrumentos necesarios, para controlar a sus propios bancos. Para imponerles requisitos y garantizar que los cumplen.
“La responsabilidad y el control van de la mano. Para mí y para el contribuyente debe haber un garante, y el garante es el Estado español, porque el Estado español es el que puede decir a sus bancos qué tienen que cambiar”, zanjó la canciller.
Precisamente, uno de los ejes de la nueva “agenda europea” que los cuatro mandatarios debatieron en Roma es avanzar hacia la unión bancaria; lo que pasa por la creación de una autoridad supervisora única y de un fondo común de garantía de depósitos. Pero aún hay muchas incógnitas que despejar y muchos pasos que dar antes de llegar a ese horizonte y, mientras tanto, los estados siguen teniendo la última palabra. Para lo bueno y para lo malo.
“Hemos hecho una apuesta clara y contundente por el futuro de Europa. Ha habido una apuesta indiscutible por la irreversibilidad del euro”, se felicitó Rajoy, quien coincidió con sus socios en la necesidad de avanzar hacia “una mayor integración bancaria, económica y política”. Se trata, en palabras del anfitrión, Mario Monti, de que los inversores asuman que “el euro está aquí para quedarse”.
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