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Blogs / Cultura
Del tirador a la ciudad
Coordinado por Anatxu Zabalbeascoa
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¿Ha llegado la infantilización de la arquitectura?

Algunos iconos han encontrado una vía para lidiar con la mala conciencia: la broma

Anatxu Zabalbeascoa
Lego House de Bjarke Ingels en Billund (DInamarca)
Lego House de Bjarke Ingels en Billund (DInamarca)Iwan Baan

Un edificio no es una broma. Hasta los más grotescos inmuebles requieren un esfuerzo de planificación, diseño, inversión y construcción. Así, sería difícil encontrar a un arquitecto que discrepe de la primera afirmación. Sin embargo, en el mundo cada vez afloran más edificios con forma de número, cesta de la compra, copo de nieve, montaña o juguete que parecen indicar lo contrario. ¿A qué obedece esa proliferación de iconos reconocibles?

Los inmuebles chistosos —como la réplica gigante que la empresa Longaberger, el mayor productor de cestas de supermercado, decidió convertir en sede en Grazeysburg (Ohio)— no han existido siempre, pero las bromas en arquitectura sí. Como el del chiste es un territorio arbitrario, las extravagancias se suelen barajar con las sorpresas porque ambas impresionan tanto como cansan. Por eso, los surtidores que empapaban a los visitantes en los jardines de Villa d’Este, en Tivoli, podrían compartir categoría con algunos frescos de escenas sexuales enfáticas que decoraban viviendas de Pompeya conservadas por la erupción del Vesuvio.

Lego House de BIG
Lego House de BIGIwan Baan

Más cerca de nuestros días, la cultura pop fue territorio abonado para la diversión. Por entonces proliferaron garajes con fachadas en forma de coche y edificios con forma de instrumento musical. El estudio neoyorquino SITE se adelantó a la “deconstrucción” con el edificio para los grandes almacenes Best que inauguraron, parcialmente destrozado, en Houston (Texas) a mediados de los años setenta.

Si no consideramos bromas —el de las pesadillas es otro ranking— algunas de las arquitecturas con ambición de Record Guinness, cuyo objetivo es superar numéricamente un logro anterior: de altura, de extensión o de coste; entre los arquitectos actuales más populares y más proclives a la broma puede que el trono sea para el danés Bjarke Ingels, que este año ha culminado la sede de Lego en Billund (Dinamarca) como si de un juego de Lego se tratara.

A pesar de que Ingels y su estudio BIG son autores de algunos edificios que carecen de una imagen nítida —las diversas sedes que han diseñado para Google con Thomas Heatherwick son difícilmente identificables ya que nada en su arquitectura ha trabajado el componente icónico—, muchos de sus inmuebles sí apelan al reconocimiento instantáneo. Ese reconocimiento instantáneo es un arma eficaz para alcanzar la popularidad en un tiempo en el que el asombro se ha vuelto difícil de alcanzar. Es justamente esa dificultad para asombrar en la era de la información desinformadora y en un tiempo en el que las novedades parecen nacer obsoletas, lo que podría estar detrás del creciente número de arquitecturas chistosas y lúdicas que se construyen por el planeta.

Así, la pirámide de viviendas que BIG levantó en Manhattan (Via West 57, más que un edificio, un barrio entero) popularizó el inmueble en un plazo de tiempo muy breve. Algo parecido sucedió hace una década con la evocación de un copo de nieve que se da en la planta del Psiquiátrico de Helsingør, también firmado por BIG. En esa línea, se podría decir que su Lego House culmina una trayectoria. El último edificio de este estudio danés habla de convertir en juego de niños la sede de la empresa en Billund. La idea, explican desde el propio estudio, es “que Billund se convierta en La ciudad de los niños. El primer paso ya está dado. La Lego House ocupa el terreno donde hasta hace poco se encontraba el ayuntamiento”.

La sede de Lego House convertida en juguete de Lego
La sede de Lego House convertida en juguete de Lego

Esos edificios de decodificación inmediata suelen llamarse también “Edificios-Experiencia” y, como tales, describen a una sociedad que quiere sentir emociones sin el riesgo de vivirlas. Por eso, cuando se habla de arquitectura como de un juego es necesario detenerse a pensar si la arquitectura puede ser una broma y si la construcción puede ser cosa de niños. No hace falta recordar que confundir lo alegre con lo chistoso puede resultar muy peligroso.

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